Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

6 de septiembre de 2011

“¿Qué sería de mi si no me hubieras alcanzado…?”

Gracias Señor por un día más de vida. Esta acción de gracias sencilla, imperceptible, diáfana y sin mucho alboroto cobra actualidad hoy en El Salvador. La vida es como un suspiro que desaparece sin dejar huellas, ni rastros, ni recuerdos, ni memorias. Ese instante de la existencia humana que llamamos vida y que los hebreos nombran con la palabra “Abel”, exhalación o aliento, es lo que experimentamos todos los días. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era un caos y confusión y oscuridad por encima del abismo y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas” (Gn. 1, 1-2).

Todavía la tierra es caos, confusión y oscuridad, no se ve la luz de la prudencia, el discernimiento, la inteligencia y la buena voluntad para poner alto, freno, un “ya basta” a tanta irresponsabilidad en las carreteras. Hay que ponerle freno a tanto bus sin freno. Tantas vidas arrancadas, tanta brutalidad al volante, tantas personas inocentes golpeadas y asesinadas por personas irresponsables y cobardes que no dan la cara a las familias que se encuentran de luto. Hoy hay otros tres accidentes de tránsito. Los choferes siguen corriendo a grandes velocidades como que van a recoger la herencia. El Estado salvadoreño está obligado por la Constitución de la República a garantizar los derechos humanos y el don precioso de la vida, la seguridad ciudadana, la libre movilidad, especialmente de tantos salvadoreños y salvadoreñas que van a sus trabajos arriesgando sus vidas todos los días en las unidades de transporte colectivos. El reto es cómo ser un ser humano en la selva de la irresponsabilidad sistemática del Estado y de los choferes: Y dijo Dios: Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra… Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya. A imagen de Dios le creó. Macho y hembra los creóY bendíjolos Dios… (Gn. 1, 26-28).

El arquitecto y pintor de la creación y del firmamento, enciende la luz del sol todos los días para que contemplemos las obras de sus manos, no las obras de nuestras manos. Nos comparte su luz  para que no caminemos en tinieblas, en el caos y en los abismos de la muerte:”Dijo Dios: Haya luz, y hubo luz. Vio Dios que la luz estaba bien y apartó Dios la luz de la oscuridad…” El cielo, el gran cielo, corazón de Dios, es como un cedazo en blanco donde aparecen sus sentimientos. A veces   se viste de tristeza y a veces de alegría, su corazón llora y su corazón recoge el rocío de la vida, es un Dios siempre presente y actuante, respeta nuestra libertad, nuestra responsabilidad pero no nuestra irresponsabilidad. Hoy podemos decir como el canto: “Puedes tener paz en la tormenta, fe y esperanza cuando no puedas seguir, aun con tu mundo hecho pedazos, el Señor guiará tus pasos en paz en medio de la tormenta”.

Hoy, agradecía un día más de vida, agradecía los colores del firmamento, la presencia del “Chinchontepec”, la suavidad de la brisa, y la claridad incolora del amanecer.  Somos seres humanos, no “pájaros heridos que se mueren en el suelo o como siervos que vagan por agua en un desierto” El primer derecho de toda persona es el derecho a la vida. Reflexionemos y busquemos los medios necesarios para garantizarla.

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