¿Qué no se aprende?
¡Que no se aprende siempre!
Cerramos las puertas por temor,
al riesgo, a lo desconocido.
Prendí la sencillez con las personas sencillas,
aprendí a amar cuando me amaban
y sentía la dulzura del amor
en cada beso y en cada abrazo.
Me adiestré en el amor amando.
Amé el amor y sus caricias.
No conocía la palabra ni como se escribía,
pero conocía sus entrañas, sus caudales,
su calidez, sus dolores y sus desencantos.
¡Pero seguía amando cuesta arriba!
Aprendí en la instrucción primaria
a deletrearlo, a escribirlo, a pronunciarlo,
pero me enseñaron en la casa, en la casa.
P-a-p-á, m-a-m-á, a-m-o-r, c-a-s-a…
“Amo a mi papá “y “mi mamá me ama”.
Aprendí a amar amando en secundaria,
no era analfabeto en el amor, amor egoísta,
amor sensual, amor a las cosas, amor erótico,
amor a la naturaleza, amor a los amigos,
amor a las amigas, amor apasionado.
Bachiller con título en el amor,
materias de amor, descentralización,
solidaridad, lucha, causas justas,
reivindicativas, sindicatos, organizaciones,
conocí el amor al Pueblo oprimido.
Hasta que llegué a la cima del amor,
al lugar Santo, donde hay que despojarse,
despojarse de todo, de las sandalias del pasado,
Para dejarse quemar por ese “amor- fuego”
que no respeta fronteras, ni trincheras:
“Servir y Amar desde la falta de poder”
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