Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

6 de septiembre de 2011

“Cúmplase en mí lo que me has dicho”.

En el evangelio leemos el anuncio del ángel a María del nacimiento de Jesús, que la convierte en la primera discípula y evangelizada: Escucha la palabra de Dios, es capaz de reconocer que la acción de Dios pasa por las personas más pequeñas y humildes. No por el templo, la liturgia y la estructura del poder político religioso de Israel, representado en Zacarías, donde el ángel encuentra increencia, duda y poca fe. María era una mujer joven y pobre de un pueblo muy pequeño del norte del país. Ella recibe el anuncio del ángel, que la sorprende pero que sabe reconocer la acción de Dios en el anuncio. Le dice sí a Dios. A diferencia de Zacarías el signo que pide María no parte de la incredulidad, sino de la necesidad de poner por obra las palabras del ángel. “Cúmplase en mí lo que me has dicho”.

El evangelista Lucas pone de manera consecutiva el anuncio a Zacarías (Lc. 1,5-25) y el anuncio a María (Lc. 1, 26-38), para resaltar que la acción de Dios se manifiesta fuera del Templo, fuera del lugar sagrado, en medio de las personas pobres y abandonadas, como lo es María triplemente excluida por ser mujer, por ser pobre y por ser joven. Y es en ese lugar de marginación y pobreza donde el proyecto de Dios para la humanidad va a fructificar, por medio del sí consciente de María y de todos los que se identifican con ella. Los y las pobres debemos ser evangelizadores y evangelizadoras de los y las pobres.

El niño que nacerá de María será el Salvador, el Mesías, un «Hijo de Dios». Dios se hace ser humano en la persona de Jesús para que siendo como él, los seres humanos seamos semejantes a Dios. Pero no lo hace en contra de la voluntad de los seres humanos, respeta nuestra libertad, nuestra voluntad, nuestro querer y poseer. María, con su «sí» al proyecto de Dios, introduce a Jesús en la historia, haciéndose hombre pobre y creyente. Dios que se hace pobre para nuestra salvación en la persona de Jesús de Nazaret. José le da un nombre, una ascendencia, un clan, le da una herencia de pueblo, es el padre según la ley; en cambio María le da su humanidad y su sencillez, Ella le ha entregado todo su ser y quehacer a Dios, le ha dado su feminidad, su fama, su maternidad. Dios hace su casa en María, no quiere una casa material, un templo como el de Jerusalén, no quiere ser trofeo de ningún sistema de  gobierno.

El relato de la anunciación  nos hace caer en la cuenta de la importancia que tienen las mujeres en la construcción de la historia, el rumbo que ellas le dan y como se convierten, por voluntad de Dios, en agentes de cambio. Dios siempre cumple lo que promete y más ahora, porque ya no sólo es “el Dios con Nosotros y Nosotras”, sino el “Dios Salvador” que se hace carne, la palabra de Dios se hace carne, realidad. La palabra es acción, ejecución, actividad (Jn. 1, 14a) para salvar al género humano. Él decide por iniciativa poner su casa en medio de su pueblo como lo manifiesta San Juan: “Y Puso su morada entre nosotros” (Jn. 1, 14b). María es madre,  discípula de su Hijo, apóstol del Evangelio, animadora de comunidad y de la Iglesia. Madre de la Iglesia en su hijo, piedra angular de nuestra fe.

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