Quizá por su historia y por su deseo de sobre vivencia el pueblo de Israel ha buscado la uniformidad más que la unidad. Jesús sabe que la uniformidad es un mal del mundo, quizá el término no sea de su época pero prácticamente ya existía. La uniformidad está presente en todos los ámbitos de la sociedad judía y de la nuestra porque la uniformidad despersonaliza y hasta puede deshumanizar. Hechos 20,28-38.
El mundo no quiere personas que piensen, que sean singulares, que aporten desde su ser persona una e irrepetible. El mundo confunde la unidad con la uniformidad. Ser uniforme es tener la misma estatura, el mismo peso, los mismos gustos, tener las mismas opiniones, es caminar al mismo paso. Es ser en definitiva un ser acartonado, hecho en serie, casi clonados. Tener un mismo sentir, un mismo pensar y un mismo actuar no es ser uniformes, sino mantener la unidad en la diversidad en esas tres dimensiones. Ni los dedos de una misma mano son uniformes. Son diversos y cada uno cumple una tarea, una misión como parte de un solo cuerpo.
El reto para todo cristiano y cristiana es la unidad, como Jesús es uno con Dios. El deseo que Jesús expresa, en su oración última con los discípulos, es la petición por la unidad. Jesús quiere, ante todo, que quienes creen en él se mantengan unidos. Más aún, que "sean uno". Como Jesús y el Padre "son uno". La Iglesia , la asamblea, la comunidad y cualquier grupo dentro de la Iglesia debe buscar siempre la unidad. El problema está en que se confunde la "unidad" con la "uniformidad". La uniformidad no se puede conseguir sino sobre la base de violentar el pluralismo democrático. Y no hay argumento que demuestre la necesidad de abandonar la propia cultura para mantener una forma de entender la "unidad" que, en la práctica, se pretende realizar como "uniformidad". Hechos 19,1-8.
La religiosidad, si queremos que perdure, tiene que integrarse en la cultura de cada pueblo. Por tanto, la religiosidad tiene que ser plural, como plurales son las culturas, los lenguajes, las tradiciones, los símbolos, los mitos y las leyes. Esto quiere decir que el mayor ataque a la "unidad" es la "uniformidad". Porque la uniformidad desemboca en conflictos: la gente se resiste a dejar de ser ella misma, tal como ha sido moldeada en su propia cultura. Y entonces, si para ser creyente en Jesús, uno tiene que renunciar a ser una o uno mismo, eso quizá se le puede pedir a los héroes, pero no se puede planificar como proyecto universal.
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