Cada año celebramos el triduo pascual, núcleo de nuestra fe, de nuestra fraternidad y de nuestra esperanza. Es núcleo de nuestra fe porque ahí está presente esencialmente la vida, el evangelio y el quehacer de Jesús de Nazaret. De nuestra fraternidad porque somos amigos y amigas en el Señor. Llamados y llamadas a ser semilla, levadura de fraternidad en la vida social y democrática. No somos personas esclavas, ya no hay diferencias de ningún tipo, y si las seguimos haciendo en nuestra vida y quehacer cristiano no hemos entendido al resurrección, por lo que dice Jesús, “nadie tiene más amor que quien da su vida por sus amigos y amigas. Es núcleo de nuestra esperanza porque eso es la resurrección, un pedacito de cielo en esta tierra. Es hacer de las cosa y de las personas, algo nuevo, renovado y resucitado. La creación está como con dolores de parto, pero al final del parto aparece la alegría y ellas es la “Inteligencia del corazón”. La vida del ser humano se prolonga en la resurrección.
El llamado a la resurrección es permanente, debe ser permanente, el triduo es la vida, la pasión, muerte y resurrección de Jesús y de todos aquellos y aquellas que como Jesús queremos un mundo nuevo, una sociedad justa, unas relaciones humanas de respeto a sus derechos y una fe que no se agota en el dolor, sino en la esperanza y la alegría del resucitado. Jesús nos hace una invitación "Vengan, benditos y benditas de mi Padre". "Vengan, benditos y benditas de mi Padre, tomen posesión del reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Vengan, ustedes que han amado a los y las pobres y a las personas extranjeras. Vengan, ustedes que han permanecido fieles a mi amor, porque yo soy el amor. Vengan, ustedes los pacíficos porque yo soy la paz. Vengan todos y todas, tomen posesión del reino preparado para ustedes desde la creación del mundo"
Entonces quienes “hicieron el bien sin saber a quien”, porque el amor del resucitado es una invitación a una práctica universal del amor, se sorprenderán de que se les invite a acercarse como amigos y amigas al banquete, a esa mesa común con manteles largos. Los amigos y amigas del resucitado responden con voz potente: « Señor ¿cuándo te hemos visto? ¿Cuándo has tenido hambre y te hemos alimentado? Maestro ¿Cuándo has tenido sed y te hemos dado de beber? ¿Cuándo has estado desnudo y te hemos vestido tú que nos has salvado? Tú, el inmortal, ¿Cuándo te hemos visto extranjero y te hemos acogido? Tú que amas a los seres humanos ¿cuándo te hemos visto enfermo o en la cárcel y te hemos visitado? Tú eres el Eterno. Con el Padre tú estás desde el principio y tú eres coeterno con el Espíritu. Eres Tú quien lo creaste todo de la nada, Tú el rey de los ángeles, Tú al que temen los abismos. Tú tienes por manto la luz. Eres Tú quien nos ha hecho y modelado de la tierra (Gn 2,7). Tú quien has creado los seres invisibles. Toda la tierra salió de tu rostro (Ap. 20,11). ¿Cómo hemos acogido tu reino y tu soberanía?
Los frutos del amor se verán en el presente y en el futuro, no se cosecha para ya, sino para el futuro porque « Cada vez que lo han hecho a una de estas personas pequeñas que son mis hermanas, es a mí a quien se lo han hecho. Cada vez que han acogido y vestido a estas personas pobres que he mencionado y que les han dado de comer y de beber a estas que son mis miembros (1Co 12,12), es a mí a quién se lo han hecho.
Los frutos del amor se verán en el presente y en el futuro, no se cosecha para ya, sino para el futuro porque « Cada vez que lo han hecho a una de estas personas pequeñas que son mis hermanas, es a mí a quien se lo han hecho. Cada vez que han acogido y vestido a estas personas pobres que he mencionado y que les han dado de comer y de beber a estas que son mis miembros (1Co 12,12), es a mí a quién se lo han hecho.
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