Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

2 de septiembre de 2011

De un palacio a una tienda de campaña hay mucha diferencia.

El Templo de Dios es el mundo, es el universo, no una casa edificada sobre intereses económicos, políticos y religiosos como esperaba David. Dios no quiere ser "encerrado" (2Sam. 7,1-5.8b-12. 14a.16) La base de la teología del mesianismo está centrada en la profecía de Natán, el profeta que aconsejó al rey David durante gran parte de su vida; el que le promete una casa, una dinastía, pero el que también se opone a él cuando sus acciones no son justas y no las considera en el plan de Dios (Abuso de poder, enriquecimiento ilícito, adulterio, asesinato, hipocresía etc.) David había trasladado el Arca de la Alianza hasta Jerusalén, centro de poder y dominio en una época de paz y bienestar y quería rematar esta acción religioso-política con la construcción de una «casa» para Yahvé.

Dios revela quien es quien. De un palacio construido a una tienda de campaña hay una gran diferencia, pues así es la diferencia entre Dios y los seres humanos. El palacio del Rey es una fortaleza, hay lujo, riqueza, comodidad, influencia, es el símbolo de la injusticia y de la desigualdad, de la arrogancia y el orgullo. Dios no es un trofeo del Rey David. Todo lo que David es se lo ha dado Dios, el rey no es el poderoso, sino Dios, por eso “la tienda de campaña donde está el arca de la alianza es el símbolo de la libertad, de la desinstalación, del amor primero de Dios a su pueblo en el desierto, es el símbolo profético de un Dios que se ocupa de los y las pobres, de las que el rey se ha olvidado, ha manipulado y ha ocupado para la guerra. Pero Dios no se lo habría de permitir, según el profeta.

Dios no le permite hacerle un templo, no quiere casarse con el poder, el prestigio, y la riqueza, no se quiere atar a un lugar y mucho menos a un tipo de gobierno. Dios se sigue revelando como el Dios de los orígenes, nómada, liberador y creador de todo cuanto existe. A David le promete una dinastía, símbolo de alianza, de permanencia, de bendición y protección. Le promete una dinastía que habría de servir, con el tiempo, como resorte ideológico para la teología mesiánica que los profetas elevarían a la categoría más alta, en cuanto el Mesías que habría de venir traería la justicia, la paz y la concordia. Lo que David quería, pero sus caminos eran distintos de lo que Dios quería. Sabemos, pues, que este texto es uno de los hitos de esa teología mesiánica que recorre todo el AT. Una teología que no tiene que ver nada con los planteamientos socio-políticos de la monarquía sagrada y su descendencia, ya que Dios no elige, ni se compromete, con un sistema de gobierno, sino que los profetas se valieron de ello como símbolo del «Reino de Dios», acontecimiento de justicia y de paz. A pesar de todo, hay una crítica de Dios a estar “encerrado” en una “casa” construida por intereses político-religiosos. Dios quiere y desea algo más humano y más digno. La respuesta, para los y las cristianas la vamos a encontrar en la anunciación: Dios se construye una morada en el seno materno de María.


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