Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

6 de septiembre de 2011

“Quien tenga rabo de paja no se arrime a la candela”

En mi agenda de dichos populares me encontré este refrán: “El día de la quema se verá el humo”. Parece un dicho apocalíptico, es decir sobre los últimos tiempos. Esta mala interpretación del libro de la Revelación es tradicional  en nuestra cultura que se fundamenta en el miedo y en el terror más que en la esperanza y la libertad; flore en la ignorancia fanática de muchos y muchas que presentan a un Dios destructor, juez y fiscal. No nos muestran a un Dios que lo da todo por amor. El libro de la Revelación nos exhorta a creer en un Dios que nos invita a la resistencia, a la lucha y la victoria sobre el mal y los males de nuestro mundo (Mt. 6, 19-24).

El mal y sus consecuencias es fruto humano, está dentro y fuera de la persona que opta por el egoísmo, la destrucción, el poder, el dominio y la violencia, más que por la vida, la dignidad, el respeto, la fraternidad y la sororidad, fundamentos de una sociedad humana y cristiana (Mt. 4, 1-17). Es verdad que Jesús en su mensaje tuvo algunos elementos apocalípticos y que las primeras comunidades, junto con sus animadores y animadoras también los tuvieron , pero en nuestra visión cristiana sobre la realidad hay que acentuar los elementos positivos y edificantes presentando al “Dios de Jesús” como un Dios compasivo, misericordioso y dispuesta a cosechar en plan y ladera, que ama tanto al mundo, a las personas y el devenir humano que entrega a su único hijo, lo más amado, para salvar y no para condenar. El amor de Dios hace posible el misterio de la encarnación (Lc. 1, 26-38; Mt. 3, 1-12; Mt. 8, 16-17).

“El día de la quema se verá el humo”. Lastimosamente este dicho también es expresión de la cultura agraria, del modo tradicional que tienen muchos hombres y mujeres de nuestros países, de sembrar las semillas de las cosechas del futuro. Es común ver los campos, antes del invierno, quemados. Se chapea, se recoge el monte seco, se hace la ronda y se le mete fuego. Con este modo tradicional, más económico y más fácil, destruimos nuestra tierra, nuestro planeta, nuestro entorno, nuestro hábitat, nuestra casa. Las tierras, se cansan de dar, dar y sólo dar cosechas, sin ninguna retribución, Hay que cuidar la tierra, los manantiales, los ríos, el mar, las plantas, los árboles y toda la fauna. “El día de la quema se ve el humo” y detrás de cada quema hay una persona inconciente e ignorante del mal que nos está haciendo a muchos y muchas. Reforestemos, recolectemos la basura, no la tiremos en la calle, o desde las ventanas de los buses. Hagamos barreras naturales, jardinicemos nuestras calles, llevemos en nuestras mochilas la basura de nuestros desperdicios etc. Colaboremos todos y todas por un planeta verde, limpio, oxigenado. El templo de Dios es el mundo (Gn 1, 11-30;  Gn. 2, 4b-25) Dios manifiesta su amor y su compromiso con su pueblo a través de la naturaleza (Ex. 3, 1-17). El fuego de Dios no destruye la naturaleza, el fuego humano la destruye y cierra posibilidades para el futuro. Año sabático, una nueva creación y un nuevo orden social (Lv. 25, 1-17; Ez. 31, 1-18; Ez. 34, 1-30; Gn. 2, 4b - 9).

 “El día de la quema se verá el humo” Finalmente podríamos abordar el mismo dicho en las relaciones familiares, esas relaciones afectivo-sociales diarias. El ser humano, hombre y mujer, es el centro, el núcleo, no sólo del corazón de Dios, sino de las leyes nacionales e internacionales. Cuando se irrespeta a la persona humana, se le está metiendo fuego al horno social, y aparecen las humaredas del descontento, de la lucha callejera, el irrespeto a la propiedad privada, consecuencia del irrespeto al individuo, a la persona. En la sociedad se le da realce a los deberes, pero no a los derechos. “Derecho a la vida, a la integridad física y moral, a la libertad, a la seguridad, al trabajo y a la propiedad y posesión y a ser protegida en la conservación y defensa de los mismos… Todas las personas son iguales ante la ley”.

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