Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

6 de septiembre de 2011

Jesús cree y defiende la vida.

Hoy el día amaneció triste, melancólico, frío y silencioso. Es el dolor y la tristeza que se respira en el ambiente. El dolor toca a nuestra puerta y le acompaña la tristeza para darnos malas noticias. La desolación ha ocultado el sol, no nos quita la sed de justicia, y se ha alojado en cada poro de nuestro cuerpo  sin esperanza (Is. 5, 1-7). Los hijos e hijas de Dios siguen siendo crucificados y crucificadas no por el imperio romano, sino por la violencia, que como bestia vengativa, merodea nuestras calles y avenidas en busca de víctimas inocentes. Hay que recrear nuestra vida y nuestra historia. La cruz es la puerta de la resurrección (Is. 11, 1-9).

Los Pastores tienen mucho que hacer y poco que decir. Esos pastores y pastoras que ocupan los puestos públicos del Estado y que fueron elegidos y elegidas para traernos la paz, la seguridad, el bienestar económico y el desarrollo humano a través de la salud y la educación. En estos días de tiniebla y oscuridad estamos en la dispersión obligada, huyendo, resguardándonos, saliendo de puntillas a las calles, a estudiar, a trabajar, a cumplir nuestros compromisos y esperando, sobre todo, buenas noticias (Mt. 5, 13-16). Nuestro único consuelo es Dios (Ez. 34, 11-16).

El Dios de Jesús es el Dios de la vida. Jesús cree y defiende la vida, especialmente de aquellos y aquellas a las que se les arrebata con violencia, con agresividad o a pausas en la pobreza, en la desatención médica, con salarios injustos, o que se mueven, no por destino o predeterminación, en situaciones de miseria endémica o pauperización. Su palabra es de vida y esperanza, ante esas grandes multitudes que lo escuchan, que tienen necesidad de pan y de justicia, de alimento y compasión, de solidaridad y entrega generosa, hasta dar la vida por ese proyecto de Dios en el que él cree: El reino de Dios (Mt. 4, 23 -5, 1-12).

Puerta y camino se juntan y se complementan. En algunos textos de la escritura encontramos la imagen de los dos caminos, este modo de definir la libertad, el discernimiento y la toma de decisiones para llevar una vida coherente es antiguo. El ser humano ha sido modelado por Dios, pero él se desmodelada al dejarse gobernar por sus instintos, sus afecciones y sus intereses egoístas (Gn. 2, 15- 17) Dios nos ha puesto ante el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal para escojamos el mejor camino (Gn. 6, 1-8).

Jesús también nos invita a optar por la puerta estrecha y el camino  angosto que nos conduce a la vida. Pocas personas escogemos esto, “pocos son los que lo encuentran”. Ancha es la puerta y amplio el camino de la perdición, de la muerte, de la condena “Y son muchos los que entran por él”. Estamos en la vida con dos opciones: La puerta ancha o la estrecha. Dos caminos, el amplio o el angosto. Estamos ante el camino del bien o del mal, escojamos el camino de la vida, del bien, de la salvación. El camino es nuestra vida recorrida, la puerta es el fin de algo y el principio de “otro algo”, mejor y distinto, principio de nuestra vida y de nuestras opciones. Perdición y vida son dos realidades que están una frente a la otra (Mt. 7,13-14). El camino que escojamos es el símbolo de nuestra vida y del  país.

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