Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

1 de diciembre de 2011

Hagamos redención del género humano.


Hay varias ideas que suscita en sí mismo el nombre de este artículo. Uno, el protagonista de este acto es una persona plural, es decir, Dios como unidad trinitaria, como cuerpo salvador, como comunidad de vida, de creación y de redención. Dos, el acto mismo define la misión y el ser de quien actúa. Dios salva, no condena. El verbo es la palabra hecha acto. Dios se comunica a través de su Palabra y la Palabra es la acción misma de Dios. La Trinidad es movida por el amor. Este ser plural y al mismo tiempo unitario actúa por amor a su criatura, el género humano, y no sólo actúa fuera de ella, sino que vive, habita y actúa dentro de ella. Dios se comunica con el ser humano en sus mociones espirituales. Tres, el género humano es la humanidad toda, completa, entera, sin divisiones, sin exclusiones. El género es uno en su diversidad: Hombres y mujeres de toda raza, condición social, situación económica, credo religioso, etc., el género humano es uno sólo y sus diferencias internas les hacen recíprocos, necesarios y complementarios en el plan de Dios..

“El hagamos redención del género humano” es primero, una opción después de una contemplación del mundo; segundo, una decisión que viene del Creador que se involucra con sus criaturas y se da el acto y el hecho mismo de la Encarnación; y tercero,  una acción, que por su naturaleza es salvadora, definida, ejecutada y  es, finalmente,  un acto de amor que redime. El amor de Dios y el amor humano redimen, levantan, liberan, salvan. El amor rescata, deja libre algo o a alguien y lo hace nuevo (EE.65-71. 101-109). Hay que señalar que el acto de redención está ubicado entre la contemplación de la realidad de pecado, personal y colectivo y el nacimiento de Dios, en la humanidad de Jesús.  "Al nacer Jesús, Dios se nos hizo presente en él. Es decir, se nos hizo presente en un niño débil y pobre. A Dios lo encontramos en lo débil y en lo pobre, en lo marginal y excluido. Y eso es lo que nos da miedo. Y nos resistimos a aceptarlo. A Dios lo buscamos en la religión y en los templos. No lo buscamos en los establos y pesebres de este mundo. Y, sin embargo, es en lo más pobre, sencillo y débil, en lo más humano, ahí es donde sobre todo encontramos al Dios de Jesús". La redención, deseo infinito de Dios, es un período permanente de advenimiento.

El Espíritu de Dios está en el mundo, en su obra creadora (Sal. 18), en el ser humano (Dn. 3), en los procesos históricos (Sal. 71), en los signos de los tiempos y especialmente en las personas no sabias ni entendidas, porque ni la sabiduría ni el entendimiento del mundo son necesarios para conocerle. Dios se deja conocer por  las personas humildes y necesitadas. Esta revelación se hace una acción de gracias en labios de Jesús (Lc. 10, 21-24). El conocimiento de Dios enseñado y practicado por Jesús consiste en escuchar su palabra y ponerla en práctica. No basta sólo confesarlo (Mt. 7, 21-27). Dios siempre ha tomado la iniciativa y el ser humano se beneficia de esa iniciativa amorosa. Desde el comienzo, en el libro del Génesis, ya se revela ese deseo de Dios de hacer a alguien semejante, hecho a su imagen, pero lo más atractivo de este principio creador es que Dios es “uno plural”, es comunidad creadora, no es soledad, individualidad (Gn.1, 26). A diferencia de otras cosmovisiones orientales Dios crea al ser humano por amor y todo lo pone bajo sus pies.

El Espíritu de Dios, llamado Sabiduría y también Espíritu Santo, siempre ha estado presente en la realidad y en la historia. Siempre el ser humano ha esperado la venida de Dios, desde Abraham, nuestro Padre en la fe hasta el adviento pre cristiano del que es parte José y María. Con Jesús, (y ese deseo se ve concretizado hoy en el misterio de la encarnación de su Hijo), el Cristo, la redención de la humanidad no sólo llegó a su concreción, sino a su plenitud. Este estar cerca de la divinidad es un deseo inacabable, pero el deseo de Dios de estar con el ser humano es permanente, real e histórico. Este Dios Creador nos invita a “descubrirlo en todas las cosas” y a descubrir en las cosas su presencia, su vida, su fuerza, su aliento, su amor y sobre todo su presencia silenciosa (Gn. 18, 1-19). Dios está siempre de pie a nuestro lado. Si Dios hace redención, hagamos también los seres humanos redención.

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