Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

16 de diciembre de 2011

Sólo mueren si se les olvida


El martirio es una gracia y una consecuencia del compromiso con el Evangelio y con aquellos y aquellas que son las destinatarias de esa Buena Noticia. La concepción antigua del martirio lo define como la “muerte o el sufrimiento que se padece por defender una religión o una creencia”. A esta concepción le agrego que el martirio es la corona de un modo de sentir,  vivir, ser, actuar y servir. El martirio  no se busca, viene de fuera, viene de la sociedad, de la realidad anti evangélica del mundo. Entre el Evangelio y el mundo hay una exclusión radical (Ez. 33, 7- 9).  Los y las portadoras de la Buena Noticia de Jesús son arrancados y arrancadas con violencia, salvajismo y odio.  Los esbirros a sueldo y marionetas de una ideología  alienante, asesinan creyendo que con esa acción “heroica”, están haciendo un bien a la sociedad y a la humanidad. El colmo es creer que están haciendo una obra buena. Toda acción humana es expresión “ideológica” de una doctrina interiorizada, asimilada. Una ideología que hace ver a los buenos como malos y a los malos les hace “parecer” buenos. ¿Cómo entender, y asimilar, que quienes juzgaron y  ejecutaron a los sacerdotes jesuitas, a Elba y Celina, se protegían en la guerra con la cruz cristiana, los escapularios o las camándulas en sus cuellos? así vestían quienes nos bajaban en los retenes. Más que expresiones o símbolos de fe eran usadas como amuletos de buena suerte, de bendición y protección mágica.

Les conocí personalmente. Les conocí en su compromiso cristiano entre las personas pobres;  les conocí en su interior al escuchar sus homilías, sus clases, sus entrevistas en los medios de comunicación; les conocí en el deporte compartiendo la liberación de energías, de tensiones en el frontón; les conocí en su producción literaria, en sus aportes intelectuales y en sus debates públicos, siempre propositivos en una coyuntura estancada, atrincherada, polarizada, sin salida bélica pero sí negociada. Estaban endeudados, sí, pero su única deuda era con el Evangelio, con el amor fraterno y mutuo en la sociedad. Estaban convencidos, como cristianos de una sola pieza, que quien ama al prójimo y a la prójima ha cumplido toda la Ley (Rom. 13, 8-10). Quien ama a sus prójimos y prójimas no roba, no mata, no levanta falsos testimonios, no codicia etc. Quien ama no le hace daño a nadie. Cumplir perfectamente la Ley y los profetas es amar. Ellos, mis compañeros, procuraron siempre y en todo, amar y servir a este pueblo que hicieron suyo, tan suyo que cayeron como granos de trigo transformado en maíz  para dar una buena y duradera cosecha. Hoy fraccionamos, saboreamos y compartimos el pan, ellos y ellas hechos pan, hechos vino, hechos banquete. Sus vidas y su muerte martirial han hecho posible la democracia real en El Salvador porque “cuando la noche es más oscura, es cuando mejor se ven las estrellas”.  Agrego, uno no es de donde nace, sino de donde quiere ser... Por opción.

Los mártires de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas de El Salvador cosecharon odio por amar, rechazo por haber optado por los y las pobres del país y muerte por exigir vida y respeto para las víctimas en el conflicto armado. Su fe se hizo obras y sus obras expresaban su fe en el Dios de la vida, en el Dios de Jesús. Jesús que también fue rechazado, juzgado y condenado,  dio su vida por amar, nos enseñó  el amor amando, amando siempre (Rom. 8, 31-35.37-39).  Si Jesús no se hubiera atrevido a desenmascarar públicamente a “quienes tenían en aquella época el poder religioso y político", hubiera muerto de edad avanzada, pero su anuncio y su denuncia eran parte de su lucha por el Reino de Dios (Mt. 23, 1-12).  Jesús murió porque luchó. Nuestros mártires murieron porque lucharon. El martirio de nuestros hermanos y hermanas no debe contemplarse al margen de sus vidas. El martirio fue la respuesta insoslayable de una estructura política y militar en decadencia. El asesinato del adversario es la reacción ante  su vida incuestionable, su compromiso con la justicia y su fe en un Dios y su reinado, libre de idolatrías. Nuestros mártires salvadoreños y salvadoreñas, no únicamente los "Compañeros de Jesús" sólo mueren si se les olvida. Según Rahner, el mártir “provoca con su testimonio activo y con su vida la situación en que no podrá librarse de la muerte sin renegar de su fe”. Leamos Tes.2, 7-9. 13.

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