Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

16 de diciembre de 2011

Jesús nos acepta en su Compañía.



Los Ejercicios Espirituales, legado de San Ignacio a la Compañía de Jesús y especialmente a toda la Iglesia, son un camino hacia el Hijo de Dios: Jesús de Nazaret. Ignacio que cuando comienza esa aventura de dejarse seducir por la vida de los santos y por la vida de Cristo es un laico, es un creyente como todos los de su época, es un hombre de mundo, pero todavía no en el corazón de la Iglesia. "Dios habla recto con líneas torcidas". Ignacio un hombre joven, con criterios y definiciones fundamentales es “tocado por Dios”, antes de su formación humanística, filosófica y teológica. En su interior, en sus sentimientos Dios se comunica. Dios habla a través de los sentimientos o del mundo interior del ser humano, pero hay que tener oídos para oírlo (Jn.7, 16).

En los Ejercicios espirituales, desde las primeras páginas hasta las últimas,  se hace una sola petición, aunque la materia a meditar o a contemplar se distinta: “Que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad”. El camino, los Ejercicios Espirituales, tienen una columna vertebral, esa columna vertebral es el discernimiento de espíritus. Hay que darnos cuenta que siempre estamos optando y lo hacemos desde nuestros deseos más profundos. El hombre Ignacio como toda persona creyente hoy, pide en el ambiente de los ejercicios ser puramente ordenado en servicio y alabanza de su divina majestad, lo que Jesús en los evangelios va a decir: Preocúpense por el Reino de Dios y su justicia y lo demás vendrá por añadidura (Lc. 12, 31).

San Ignacio pide que el ser humano, la persona, el “subjecto” en su totalidad se ponga al servicio de su Creador y Señor, de manera ordenada, sin afecciones que lo separen del fin para el que ha sido creado, es decir, para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y mediante esta entrega a las demás personas salvar su alma. Pide, además, tener conocimiento interno del Señor para que más lo ame y le siga. Amar es salir de uno mismo o de una misma y optar por los y las demás, el centro de gravedad no es el ego, sino Dios. Sabemos que el más bello de los sentimientos es el amor (Mc. 12,30).

Fruto de los Ejercicios Espirituales es darnos cuenta que la persona, sea yo o la otra, es más que el marco preconcebido en el que quiero enmarcarla. Todo marco queda pequeño para la riqueza que posee la persona en todas sus dimensiones. Finalmente hay que señalar la petición que con insistencia pedía San Ignacio a nuestro Padre Dios: Que le concediera la gracia de “ponerlo con su Hijo” y cómo en la Capilla de la Storta, camino a Roma, tiene esa visión de cómo el Padre le pide al Hijo que acepte a ese peregrino en su compañía y éste lo acepta como compañero suyo. Ese Jesús que nos acepta en su compañía es el mismo Jesús cargando la cruz, camino al Gólgota. Ojo, no todo lo que somos y hacemos tiene sabor a Evangelio. Pidamos lucidez ante el engaño, libertad antes de decidir y amor que me lleve y me asemeje más a Jesús, porque esta espiritualidad, la ignaciana es una espiritualidad abierta al mundo, a la realidad y al más. Encontrar a Dios en todas las cosas es la mística del discernimiento (Mt. 5, 15).

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