En la primera misa que concelebré con el P. Luís
Carlos Toro, en la capilla del Colegio Externado de San José, en ocasión del
día dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, que por cierto lo encuentro en
todas partes como dice el salmo 139: “¿A dónde iré lejos de tu espíritu, a
dónde huiré lejos de tu rostro?.. Si le pido alas a la aurora para irme a
la otra orilla del mar, también allá tu mano me conduce y me tiene tomado tu
derecha… Mas para ti ni son obscuras las tinieblas y la noche es luminosa como
el día… Examíname, oh Dios, mira mi corazón, ponme a prueba y conoce mi
inquietud; fíjate si es que voy por mal camino y condúceme por la antigua
senda.
Además de encontrar su devoción en muchos lugares,
encuentro personas adultas y jóvenes que se consagran a él, esperando algún día
tener un corazón parecido, no igual porque es difícil, con los mismos
sentimientos de Cristo, “Sensus Christi”, para vivir de manera sencilla
pero profunda al estilo de Jesús.
Jesús opta por las personas vulnerables, no por
las seguras en sí mismas porque” tienen agarrado el sartén por el mango” El
control de las personas y la mala aplicación de las leyes y normas es
inseguridad en quien ejerce un cargo de autoridad (Lc. 14. 7-).
Me quedé sorprendido cuando reflexionando sobre
algunos símbolos como: El corazón, la Flor de Izote o la Monja Blanca, el
Quetzal o el Torogoz, El Maquilishuat o Ceibo etc. Le preguntaba a los alumnos
y alumnas del Colegio por un símbolo salvadoreño y en lugar de mencionar al
Divino Salvador del Mundo me citaron el monumento a la Constitución: El
monumento a la Constitución está representado por una mujer desnuda, sin ropajes
partidarios, erguida, con dignidad, sin ataduras que la esclavicen, con
una balanza de equidad y una espada para hacer justicia. Los valores de este
símbolo pagano son también cristianos y esos valores son en los que creyó
Jesús: La justicia, la igualdad, la dignidad, el ser más que el poseer, el
respeto, etc. Jesús no sólo es el rostro humano de Dios sino también el corazón
libre y bondadoso de Dios. En el corazón de Jesús todos y todas tenemos un
lugar propio y especial.
El Dios de Jesús, el Dios en el que cree Jesús, es
un Dios bueno, misericordioso, Padre, Buen Pastor. Yahvé es el Buen Pastor del
pueblo, según el profeta Ezequiel: “Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y
velaré por ellas. Así como un buen pastor vela por su rebaño cuando las ovejas
se encuentran dispersas, así velaré yo por mis ovejas e iré por ellas a todos
los lugares por donde se dispersaron un día de niebla y de oscuridad…”(Ez.
34, 11-16).
Jesús aprende de Dios, se deja instruir por Dios y
por las mediaciones humanas también lo forman, como la familia, el padre
y la madre, la comunidad, los vecinos y vecinas, la escuela, los maestros y
maestras, la iglesia, laicos, laicas, sacerdotes, religiosos y religiosas etc.
Seamos buenos pastores como Jesús y como Jesús nos muestra a Dios:”Yo les
aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se
arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan
arrepentirse” (Lc. 15, 3-7).
Ese es Jesús y su corazón, ese es el corazón de
Jesús, él le apuesta a la oveja perdida, descarriada, lastimada, mal
alimentada, herida, embarrancada, aislada y excluida del rebaño. Tomen mi
yugo sobre ustedes, dice el señor, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de
corazón. A esto nos consagramos, esto es lo que ofrecemos; vernos en su
espejo todos los días. El corazón de Jesús es el corazón del Buen Pastor.
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