Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

2 de octubre de 2012

La kénosis como opción histórica de Jesús y de la Iglesia.


La primera inculturación del Evangelio en la historia es el anuncio, encarnación y  nacimiento de Jesús, el ungido, el Mesías, el Cristo o lo que conocemos como el evangelio de la infancia. En la realidad del siglo I, bajo el dominio romano, Palestina sometida y convulsionada, Nazaret, Belén, Galilea, Judea, censo, estructura social y religiosa, Cafarnaún etc. Buena noticia para la gente pobre como los pastores, motivo de gozo y esperanza. Una sociedad politizada  y polarizada en todos los aspectos de   la vida humana. La Iglesia se ha enriquecido con las culturas y en ellas también se ha empobrecido cuando piensa, actúa y se viste anacrónicamente.

Si Jesús es la piedra que desecharon los constructores y es ahora la piedra angular (Sal.117; Hc. 4, 1-12 ); si Pedro, el pescador de Cafarnaún (Mc 1, 29-34 ) es “piedra”, Cefas y sobre esa piedra se edifica la Iglesia de Jesús , según San Mateo, que también vivía en Cafarnaún al igual que Jesús, (Mateo 16:13-20); si María Magdalena “la Galilea de Magdala” es la primera misionera apóstol del resucitado (Mt. 28,1-5; Mc. 16,1-5; Lc. 24:,1-1; Jn. 20, 1-20 ) y María la Madre de Jesús es la Madre de Dios hecho hombre es porque Dios en su bondad y por amor ha decidido salvar la historia del género humano haciendo suya la historia para desde ella salvar y no condenar. La kénosis del Dios Creador, Liberador, Salvador y que está en comunión con la humanidad, se historiza en la kénosis del hijo, el vaciamiento de su condición divina para asumir totalmente la condición humana en su fragilidad y transitoriedad (Jn 1,14; Gál 4,4-7; Jn 17, 5; 2 Cor 8, 9).

Jesús sus seguidores y seguidoras desde el misterio de la encarnación inculturaron el Evangelio para todas las gentes cuando iban evangelizando y dejando comunidades cristianas a su paso huyendo de la persecución: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a todas las criaturas” (Mc 16,15). El cristianismo desde sus orígenes es “encarnación kenótica” (Fil. 2, 6), Jesús se encarna y se incultura al mismo tiempo en la historia para trascenderla. Jesús hizo realidad la Buena Nueva de Dios en él y en lo que anunciaba con palabras y obras. El vaciamiento forzado de los y las pobres es riqueza para el evangelio. Jesús dio respuesta a las necesidades básicas de las gentes pero no se redujo a ellas, porque anunció a un Dios que les llenaba y les cambiaba la existencia. La Iglesia debe meterse en la realidad del ser humano que se llama historia, hacerse cargo desde el anuncio y cargar con ella en sus limitaciones. El Evangelio debe historizarse. Es difícil que “las Iglesias” asuman esta kénosis de Jesús porque supondría un vaciamiento permanente de sí mismas para llenarse del Espíritu de Dios, el mismo Espíritu que se encarna con el Hijo de Dios, Jesús de nazaret. La Kénosis es encarnación  como opción de Dios y es opción de Jesús de inculturación: “La kénosis del Hijo no consiste en la encarnación en sí misma, sino en su encarnación en la debilidad, en el dolor, en su entrega diaria y permanente (Fil. 2, 5) Y fue esta kénosis la que el Padre sucesivamente en una situación de existencia humana gloriosa, premió su obediencia hasta la cruz. (Fil. 2,8-11).

Inculturación es igual a encarnación e historia es igual a realidad humana salvada por amor. Desde su génesis la Iglesia ha reflexionado y llevado a la práctica la inculturación en la historia,  a partir de Jesús. La Iglesia en su riqueza cultural ha asimilado influencias del judaísmo y helenismo; del imperio romano y de muchas otras culturas. Una Iglesia abierta a los signos de los tiempos es una Iglesia con mística universal, de renovación permanente y abierta a los nuevos retos: La globalización, la informática, la genética, la ecología y la extrema pobreza de millones de seres humanos.

Desde la perspectiva de la encarnación como inculturación, toda reflexión que se haga de Dios, de Jesús, de María, José y de la Iglesia, entre otras,  se debe hacer desde esa historia tan llena de personas, de lugares y acontecimientos de muerte y esperanza. Consecuentemente tanto la Teología, la Cristología, la Eclesiología y la Mariología etc., tienen un mismo principio: La encarnación de la Palabra de Dios que se llama Jesús y la inculturación de esa buena noticia  se llama evangelizar a los pueblos de toda la tierra como mandato recibido de Jesús a los fundamentos de la naciente Iglesia: “Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,  y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia” (Mt. 28, 19-20). Desde su mismo origen, la misión de la Iglesia ha tomado la forma de un encuentro mutuamente enriquecedor entre los evangelizadores y las culturas más diversas” de los pueblos.       

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