Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

10 de octubre de 2012

Baño de Realidad Nacional



Pocas veces hace daño bañarse, refrescarse con agua fresca y cristalina en un día de verano, en un día soleado o en un día en que por los trajines de la vida cotidiana nos hemos dado una sudada que nos hace sentir insociables. Un baño de realidad como un baño de higiene y limpieza nunca le puede hacer daño a alguien.

En las universidades hay cátedras de Realidad Nacional y muy pocas veces quienes hablan se han bañado en ella, analizan la realidad desde las estadísticas, desde las entrevistas, desde los números y porcentajes. Es bueno tener personas instruidas y listas que nos instruyan y tal vez nos compartan algo de su perspicacia. En los Colegios nos llegan a dar charlas sobre la realidad, quien habla lo hace como quien tiene autoridad en la materia y quienes escuchamos nos sentimos aprendices de lo que vivimos.

Hay cátedras de la realidad que nos da la vida cotidiana, sin presunción y en silencio. La realidad está ahí mal oliente en las calles con olores a orines y excremento. Hay que respirar hondo y pasar a prisa las aceras esperando que al otro lado haya aire menos contaminado con una leve dosis de humo  color asfalto. Las personas que caminan por las calles se ven obligadas a hacerlo porque las aceras están saturas por carros peatones que tienen preferencia, las aceras son parqueos públicos y privados. El peligro se respira en cada espacio social, en cada esquina, en cada semáforo. El prójimo en la realidad es una amenaza potencial y anónima en las calles. Hay que caminar de prisa y viendo a todos lados como peatones con retrovisores.

La salud, en las calles y en los centros asistenciales nacionales, es deprimente; no se distingue con facilidad si se sigue en la calle o si ya  se está en un centro asistencial o quizá los centros asistenciales están en la calle porque la salud y el buen trato a las personas enfermas no  es una prioridad. Se ve a las personas con el rabillo del ojo y con desprecio. Los y las profesionales de la salud carecen de calidez y sensibilidad humana. No se acercan a los pacientes movidos por la compasión porque están ocupados y ocupadas con sus celulares o poniéndose al día en la vida ajena. El pariente de la persona enferma tiene que suplicar un derecho que le es suyo por ser ciudadano y por pagar sus impuestos; tiene que lidiar, levantar, empujar la camilla y exigir que se trate bien con humanidad y respeto a la persona carente de salud. Pero también hay gente buena  y generosa que tiene vocación, humanismo, amor, paciencia y buen carácter en los hospitales, pero como dicen en nuestro popular idioma, me cuento los dedos y me sobran muchos”.

La sonrisa, la solidaridad, la compasión, la ayuda, la preocupación por la persona en situación de “caída en desgracia” _porque la salud es una gracia y no tenerla es una desgracia_ todavía son realidades etéreas que deambulan por los hospitales como almas en pena y sin reposo. En pena, porque si se van de los hospitales qué sería de ellos y sin  reposo porque hay mucho que hacer con los profesionales de la salud y con las personas enfermas que no tienen  los recursos para pagar por un trato humano, cálido y cercano. Hay que recuperar los juramentos y especialmente el que hacen los médicos y las médicas: El juramento hipocrático. Un juramento de origen humanista-pagano que posteriormente fue cristianizado.

 Versión del juramento hipocrático de la Convención de Ginebra.

Ha habido varios intentos de adaptación del juramento hipocrático a lo largo de la historia. En 1945, se redactó un juramento hipocrático en la convención de Ginebra, con el texto siguiente:

"En el momento de ser admitido entre los miembros de la profesión médica, me comprometo solemnemente a consagrar mi vida al servicio de la humanidad. Conservaré a mis maestros el respeto y el reconocimiento del que son acreedores. Desempeñaré mi arte con conciencia y dignidad. La salud y la vida del enfermo serán las primeras de mis preocupaciones. Respetaré el secreto de quien haya confiado en mí. Mantendré, en todas las medidas de mi medio, el honor y las nobles tradiciones de la profesión médica. Mis colegas serán mis hermanos. No permitiré que entre mi deber y mi enfermo vengan a interponerse consideraciones de religión, de nacionalidad, de raza, partido o clase. Tendré absoluto respeto por la vida humana. Aún bajo amenazas, no admitiré utilizar mis conocimientos médicos contra las leyes de la humanidad. Hago estas promesas solemnemente, libremente, por mi honor". 

Al final de este baño quedo empapado de conciencia social, no sé si aseado o con más contaminación de la que ya tenía. No sé si libre o sigo oprimido por la carga de muchas décadas. No sé si conforme o crítico de lo que se ve y nadie mejora. Lo que sí sé es que ahí está, siendo escuela para quienes queramos  una dosis de criticidad y humanismo, de igualdad y respeto.

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