“Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se
enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido” (Mt. 23, 12)
Para
encontrar la respuesta a esta pregunta hay que hacernos otras
preguntas previas, por su puesto, para poder dar una respuesta real, adecuada y
acertada.
Siendo
buena persona soy buen o buena cristiana y si soy buena persona soy mejor
seguidor o seguidora de Jesús. Seríamos hombres y mujeres transfigurados y transfiguradas por Dios. Si fuéramos judíos, la perfección y el ser buenas
personas, las buscaríamos en la Ley; trataríamos de no quebrantar ningún mandamiento, norma, o decreto. Eso es imposible. La Ley sólo es pedagogía, Jesús nos
allana el camino resumiendo la ley en dos mandamientos complementarios, que en
definitiva llega a ser uno solo: el mandamiento del amor.
Por
definición la persona buena es la que hace el bien. La persona buena tiene como misión el ministerio de la bondad y la
misericordia. La persona buena es un ser humano lleno de Dios porque Dios
manifiesta su bondad, tanto en el corazón de la persona como en sus acciones. Dios
es bueno.
La
persona buena reconoce y desea servir a Dios y quiere amar y servir a los y las
demás, sabe que amar a Dios es amar a las personas sin ningún tipo de interés particular
y sin condiciones. El amor no tiene límites, por eso debemos pedir el regalo
del amor y con humildad elevar esta petición a Dios haciendo nuestra la solicitud de San Agustín: “Dame lo que me
pides y pídeme lo que quieras”.
La
ley, los profetas y escritos (La
Tanaj ) se resume en estas dos afirmaciones. El mandamiento
principal es el amor a Dios y el amor a los prójimos y prójimas. El amor está
antes que las palabras y los credos religiosos, es decir, el amor está antes que
la religión, entendida ésta como conjunto de normas jurídicas o litúrgicas; La religión cristiana se ha entendido como eso y ha perdido la
dimensión de la ley del amor y la alegría de la celebración. Si la religión
vuelve a su origen, Jesús de Nazaret, su vida, su palabra y sus obras, entonces el amor se convierte
en nuestra religión, en ese lazo que nos religa a la divinidad, esa fe y
esa práctica que nos une a Dios por las buenas obras.
Pero
no basta ser buena persona, aunque dicho con honestidad, eso es ya bastante; tampoco basta ser una
persona sabia, es bueno y necesario, pero lo determinante y hasta escandaloso
es que vivamos de tal manera, procedamos de tal manera y confesemos de tal
manera que quien me vea, vea a Jesucristo: Tan humano y tan cercano. Como
servidor o servidora del Señor Jesús debo vivir y actuar como persona sabia,
buena y transparente.
Jesús
va más allá de la Ley ,
no la deroga, pero no se complica la vida : Une amor a Dios y amor al hermano
y a la hermana. Une salvación y humanismo, divinidad y compromiso. El mismo
Jesús que pasó toda su vida haciendo el bien es el mismo Jesús resucitado que
nos congrega nuevamente a su alrededor, al alrededor de la mesa, alrededor de
su palabra y formando comunidad cristiana como servidores y servidoras de la
comunidad y de Dios comunidad de amor.
MARCOS 12, 28b-34.
En aquel tiempo, un letrado se acercó a Jesús y le preguntó:
- ¿Qué mandamiento es el primero de todos?
Respondió Jesús:
- El primero es: «Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es
el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma,
con toda tu mente, con todo tu ser». El segundo es éste: «Amarás a tu prójimo
como a ti mismo». No hay mandamiento mayor que éstos.
El letrado replicó:
- Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor
es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con
todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo,
vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
- No estás lejos del Reino de Dios.
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Jesús
es un hombre sabio y prudente. Es un hombre con mucha paciencia, no sólo con
los ignorantes, sino también con los sabios y entendidos. Jesús admite la
pregunta del maestro de la ley, de aquel que tiene la tarea, el ministerio de instruir al pueblo, de enseñar y dar testimonio de lo que enseña.
No debemos hacer del ministerio de la enseñanza un privilegio para sobresalir,
controlar, dominar y recibir reconociendo y admiración pública. La sabiduría es
la primera que sale al encuentro del ser humano para invitarlo a su mesa y
quedarse con el ser humano para humanizarlo.
La sabiduría debería servirnos para
no permitir ser tratados como jefes, como cabezas de grupos o ministerios, sino
como servidores y servidoras. La
grandeza de la persona está en su capacidad de amar y servir. Se es grande
siendo pequeño. "Quien quiera ser el primero, que sea
el último de todos y el servidor de todos. Y, acercando a un niño, lo puso en
medio de ellos, lo abrazó y les dijo: - El que acoge a un niño como éste en mi
nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me
ha enviado. Marcos 9,30-37.”
La
enseñanza de Jesús es seria y escandalosa cuando lo que buscamos los seres
humanos ordinarios y comunes es todo lo contrario a lo que él nos enseña como
seguidores y seguidoras suyas. Buscamos ser tomados en cuenta, señalados como
importantes y sabios. Buscamos los primeros puestos y que todo el mundo hable
bien de nosotros o nosotras, que nos valoren, que nos respeten y que tengamos un lugar ganado por el propio esfuerzo, por eso hay gente religiosa que le da más valor a
la religión que al amor. Y hay gente que le da más importancia al amor a Dios
que al amor al prójimo. Dios es una evasión a la responsabilidad. Este modo de ser y actuar dualista es un disparate temible porque justifica actos de extrema violencia. No se ve ni se reconoce a Dios en la persona.
A
Dios no lo ve nadie dice San Juan (Jn.
1, 18). Al prójimo lo vemos y lo tenemos cerca. A quien vemos y tenemos cerca
es a quien se nos hace difícil amar. El
amor a Dios y el amor al prójimo son de tal modo inseparables, que no es
posible amar a Dios si no es a través del amor que le tenemos al prójimo y a la prójima. El
camino hacia Dios es el prójimo y la prójima. No se puede llegar a Dios
volando, sino humanizándonos de tal manera que nuestra humanidad exprese la
divinidad a la que estamos llamados y llamadas.
Jesús
era un hombre bueno, vivía la religión como un servicio y un amor cercano a las
necesidades de las personas; por su modo de proceder y de reflexionar la Tanaj era de una tendencia religiosa
más abierta y progresista que mucha gente de su tiempo. Lo progresista de Jesús
no está sólo en la interpretación de la ley, sino en el modo de vivirla, la
vive desde el amor y la solidaridad, lo vive desde las necesidades materiales
del pueblo, no desde una ideología. Jesús es un hombre que convence con sus
palabras pero arrastra con su ejemplo.
Jesús
nos enseña el camino del cristianismo sin ser cristiano, sin embargo la
fundamentación del cristianismo está en la imitación de Jesucristo. El
cristianismo nace muchos años más, en tierras paganas, en tierras de misión, en la periferia, y esto es relativo porque Antioquía no era una ciudad de segunda mano.
El cristianismo nace del movimiento de Jesús. Nace de un movimiento en movimiento. Nace como retoño nuevo del árbol viejo. Nace como red que se lanza valientemente al mar. Nace muchos años más tarde de su ejecución, asesinato y martirio. Pero, Jesús no era sólo un hombre progresista, sino que además daba respuestas acertadas afirmando que el principal mandamiento es el amor a Dios (Dt 6, 4 s). Y añade que el amor al prójimo va unido al amor a Dios. Cosa que el letrado acepta y reafirma. Añadiendo que eso vale más que todos los actos del culto, es decir, que el amor está antes que la religión (Os 6, 6; Is 1, 11).
Para Jesús, a diferencia del Letrado, el prójimo y hoy también la prójima no se reduce a mi pariente, a mi paisano de raza, o de religión, sino toda persona distinta a mi y que tiene necesidades. La pregunta en la religión no es: ¿Quién en mi prójimo o prójima?, sino, ¿Quién actúa como prójimo o prójima del que ha caído en el camino? El verdadero seguidor o seguidora de Jesús no es elitista, excluyente y sectario, sino, popular, incluyente y comunitario.
El cristianismo nace del movimiento de Jesús. Nace de un movimiento en movimiento. Nace como retoño nuevo del árbol viejo. Nace como red que se lanza valientemente al mar. Nace muchos años más tarde de su ejecución, asesinato y martirio. Pero, Jesús no era sólo un hombre progresista, sino que además daba respuestas acertadas afirmando que el principal mandamiento es el amor a Dios (Dt 6, 4 s). Y añade que el amor al prójimo va unido al amor a Dios. Cosa que el letrado acepta y reafirma. Añadiendo que eso vale más que todos los actos del culto, es decir, que el amor está antes que la religión (Os 6, 6; Is 1, 11).
Para Jesús, a diferencia del Letrado, el prójimo y hoy también la prójima no se reduce a mi pariente, a mi paisano de raza, o de religión, sino toda persona distinta a mi y que tiene necesidades. La pregunta en la religión no es: ¿Quién en mi prójimo o prójima?, sino, ¿Quién actúa como prójimo o prójima del que ha caído en el camino? El verdadero seguidor o seguidora de Jesús no es elitista, excluyente y sectario, sino, popular, incluyente y comunitario.
Jesús
fue un hombre bueno y pasó toda su vida haciendo el bien, según lo recuerda San Pedro cuando tiene que dar
testimonio de Jesucristo el resucitado (Hc. 10, 34.37-43). La bondad en el
corazón humano es un regalo de Dios, él es bueno y es la fuente de toda bondad.
Una persona buena es una persona llena de Dios.
No
siempre lo que sale a nuestro paso es la bondad, sino la maldad, el egoísmo, la
pereza, la intolerancia, el oportunismo, el revanchismo. Jesús conociendo el
corazón humano sabe que en el fondo del ser humano, en la parte más escondida y
desconocida existe la bondad. Por eso afirma: “Si ustedes, a pesar de ser malos saben dar cosas buenas a sus hijos,
con cuanta mayor razón el Padre, que está en los cielos, dará cosas buenas a
quienes se las pidan”. (Mt. 7,7-12)
Jesús
retoma la sabiduría del pueblo, del que ha aprendido mucho y retoma la
sabiduría popular haciendo de ella fuente de su enseñanza. Retoma la regla de
oro: “Traten a los demás como quieren que
ellos los traten a ustedes”. En esto se resume la ley y los profetas, es
decir, se resume toda La Tanaj : El
Pentateuco, los profetas y los escritos, todo lo que hoy conocemos como el
Antiguo Testamento.
Para
que el desarrollo de este tema no sea tan largo, esta es la primera parte. La
segunda, con el mismo título se va centrar más en el seguimiento como camino y
pedagogía de servicio.
Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía
de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando
una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los
pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis «el
Maestro» y «el Señor», y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el
Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a
otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros
también lo hagáis (Juan 13,1-15).
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