Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

16 de abril de 2012

I Parte: ¿Cómo puedo ser un buen servidor o buena servidora del Señor Jesús?


“Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido” (Mt. 23, 12)

Para encontrar la respuesta a esta pregunta hay que hacernos otras preguntas previas, por su puesto, para poder dar una respuesta real, adecuada y acertada.

La primera pregunta es: ¿ CÓMO PUEDO SER BUENA PERSONA?

Siendo buena persona soy buen o buena cristiana y si soy buena persona soy mejor seguidor o seguidora de Jesús. Seríamos  hombres y mujeres transfigurados y transfiguradas por Dios. Si fuéramos judíos, la perfección y el ser buenas personas, las buscaríamos en la Ley; trataríamos de no quebrantar ningún mandamiento, norma, o decreto. Eso es imposible.  La Ley sólo es pedagogía, Jesús nos allana el camino resumiendo la ley en dos mandamientos complementarios, que en definitiva llega a ser uno solo: el mandamiento del amor.

Por definición la persona buena es la que hace el bien. La persona buena tiene como misión el ministerio de la bondad y la misericordia. La persona buena es un ser humano lleno de Dios porque Dios manifiesta su bondad, tanto en el corazón de la persona como en sus acciones. Dios es bueno.

La persona buena reconoce y desea servir a Dios y quiere amar y servir a los y las demás, sabe que amar a Dios es amar a las personas sin ningún tipo de interés particular y sin condiciones. El amor no tiene límites, por eso debemos pedir el regalo del amor y con humildad elevar esta petición a Dios haciendo nuestra la solicitud de San Agustín: “Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras”.

La ley, los profetas y escritos (La Tanaj) se resume en estas dos afirmaciones. El mandamiento principal es el amor a Dios y el amor a los prójimos y prójimas. El amor está antes que las palabras y los credos religiosos, es decir, el amor está antes que la religión, entendida ésta como conjunto de normas jurídicas o litúrgicas;  La religión cristiana se ha  entendido como eso y ha perdido la dimensión de la ley del amor y la alegría de la celebración. Si la religión vuelve a su origen, Jesús de Nazaret, su vida, su palabra y sus obras, entonces el amor se convierte en nuestra religión, en ese lazo que nos religa a la divinidad,  esa fe y esa práctica que nos une a Dios por las buenas obras.

Pero no basta ser buena persona, aunque dicho con honestidad, eso es ya bastante; tampoco basta ser una persona sabia, es bueno y necesario, pero lo determinante y hasta escandaloso es que vivamos de tal manera, procedamos de tal manera y confesemos de tal manera que quien me vea, vea a Jesucristo: Tan humano y tan cercano. Como servidor o servidora del Señor Jesús debo vivir y actuar como persona sabia, buena y transparente.

Jesús va más allá de la Ley, no la deroga, pero no se complica la vida : Une amor a Dios y amor al hermano y a la hermana. Une salvación y humanismo, divinidad y compromiso. El mismo Jesús que pasó toda su vida haciendo el bien es el mismo Jesús resucitado que nos congrega nuevamente a su alrededor, al alrededor de la mesa, alrededor de su palabra y formando comunidad cristiana como servidores y servidoras de la comunidad y de Dios comunidad de amor.

MARCOS 12, 28b-34.

En aquel tiempo, un letrado se acercó a Jesús y le preguntó:
- ¿Qué mandamiento es el primero de todos?
Respondió Jesús:
- El primero es: «Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser». El segundo es éste: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». No hay mandamiento mayor que éstos.
El letrado replicó:
- Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
- No estás lejos del Reino de Dios.
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Jesús es un hombre sabio y prudente. Es un hombre con mucha paciencia, no sólo con los ignorantes, sino también con los sabios y entendidos. Jesús admite la pregunta del maestro de la ley, de aquel que tiene la tarea, el ministerio de instruir al pueblo,  de enseñar y dar testimonio de lo que enseña. No debemos hacer del ministerio de la enseñanza un privilegio para sobresalir, controlar, dominar y recibir reconociendo y admiración pública. La sabiduría es la primera que sale al encuentro del ser humano para invitarlo a su mesa y quedarse con el ser humano para humanizarlo.

La sabiduría debería servirnos para no permitir ser tratados como jefes, como cabezas de grupos o ministerios, sino como servidores y servidoras.  La grandeza de la persona está en su capacidad de amar y servir. Se es grande siendo pequeño. "Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: - El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado. Marcos 9,30-37.”

La enseñanza de Jesús es seria y escandalosa cuando lo que buscamos los seres humanos ordinarios y comunes es todo lo contrario a lo que él nos enseña como seguidores y seguidoras suyas. Buscamos ser tomados en cuenta, señalados como importantes y sabios. Buscamos los primeros puestos y que todo el mundo hable bien de nosotros o nosotras, que nos valoren, que nos respeten y que tengamos un lugar ganado por el propio esfuerzo, por eso hay gente religiosa que le da más valor a la religión que al amor. Y hay gente que le da más importancia al amor a Dios que al amor al prójimo. Dios es una evasión a la responsabilidad. Este modo de ser y actuar dualista es  un  disparate temible porque justifica actos de extrema violencia. No se ve ni se reconoce a Dios en la persona. 

A Dios no lo ve nadie  dice San Juan (Jn. 1, 18). Al prójimo lo vemos y lo tenemos cerca. A quien vemos y tenemos cerca es a quien se nos hace difícil amar.  El amor a Dios y el amor al prójimo son de tal modo inseparables, que no es posible amar a Dios si no es a través del amor que le tenemos al prójimo y a la prójima. El camino hacia Dios es el prójimo y la prójima. No se puede llegar a Dios volando, sino humanizándonos de tal manera que nuestra humanidad exprese la divinidad a la que estamos llamados y llamadas.

Jesús era un hombre bueno, vivía la religión como un servicio y un amor cercano a las necesidades de las personas; por su modo de proceder y de reflexionar la Tanaj era de una tendencia religiosa más abierta y progresista que mucha gente de su tiempo. Lo progresista de Jesús no está sólo en la interpretación de la ley, sino en el modo de vivirla, la vive desde el amor y la solidaridad, lo vive desde las necesidades materiales del pueblo, no desde una ideología. Jesús es un hombre que convence con sus palabras pero arrastra con su ejemplo.

Jesús nos enseña el camino del cristianismo sin ser cristiano, sin embargo la fundamentación del cristianismo está en la imitación de Jesucristo. El cristianismo nace muchos años más, en tierras paganas, en tierras de misión, en la periferia, y esto es relativo porque Antioquía no era una ciudad de segunda mano. 


El cristianismo nace del movimiento de Jesús. Nace de un movimiento en movimiento. Nace como retoño nuevo del árbol viejo. Nace como red que se lanza valientemente al mar. Nace muchos años más tarde de su ejecución, asesinato y martirio. Pero, Jesús no era sólo un hombre progresista, sino que además daba respuestas acertadas afirmando que el principal mandamiento es el amor a Dios (Dt 6, 4 s). Y añade que el amor al prójimo va unido al amor a Dios. Cosa que el letrado acepta y reafirma. Añadiendo que eso vale más que todos los actos del culto, es decir, que el amor está antes que la religión (Os 6, 6; Is 1, 11). 


Para Jesús, a diferencia del Letrado, el prójimo y hoy también la prójima no se reduce a mi pariente, a mi paisano de raza, o de religión, sino toda persona distinta a mi y que tiene necesidades. La pregunta en la religión no es: ¿Quién en mi prójimo o prójima?, sino, ¿Quién actúa como prójimo o prójima del que ha caído en el camino? El verdadero seguidor o seguidora de Jesús no es elitista, excluyente y sectario, sino, popular, incluyente y comunitario.

Jesús fue un hombre bueno y pasó toda su vida haciendo el bien, según  lo recuerda San Pedro cuando tiene que dar testimonio de Jesucristo el resucitado (Hc. 10, 34.37-43). La bondad en el corazón humano es un regalo de Dios, él es bueno y es la fuente de toda bondad. Una persona buena es una persona llena de Dios.

No siempre lo que sale a nuestro paso es la bondad, sino la maldad, el egoísmo, la pereza, la intolerancia, el oportunismo, el revanchismo. Jesús conociendo el corazón humano sabe que en el fondo del ser humano, en la parte más escondida y desconocida existe la bondad. Por eso afirma: “Si ustedes, a pesar de ser malos saben dar cosas buenas a sus hijos, con cuanta mayor razón el Padre, que está en los cielos, dará cosas buenas a quienes se las pidan”. (Mt. 7,7-12)

Jesús retoma la sabiduría del pueblo, del que ha aprendido mucho y retoma la sabiduría popular haciendo de ella fuente de su enseñanza. Retoma la regla de oro: “Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes”. En esto se resume la ley y los profetas, es decir, se resume toda La Tanaj: El Pentateuco, los profetas y los escritos, todo lo que hoy conocemos como el Antiguo Testamento.

Para que el desarrollo de este tema no sea tan largo, esta es la primera parte. La segunda, con el mismo título se va centrar más en el seguimiento como camino y pedagogía de servicio.

Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.

¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis «el Maestro» y «el Señor», y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis (Juan 13,1-15).


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