Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

25 de abril de 2012

II parte: ¿Cómo puedo ser un buen servidor o buena servidora del Señor Jesús?


Habiendo contestado la primera pregunta en el artículo anterior, ¿CÓMO PUEDO SER BUENA PERSONA? Hoy vamos a tratar de responder a la segunda: ¿CÓMO PUEDO SER UN BUEN SEGUIDOR O SEGUIDORA DEL SEÑOR JESÚS? Esperando dar el ancho en la reflexión del tema principal.

Si leemos con atención y reflexionamos con sencillez algún texto, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, ser buena persona o buena gente no es condición necesaria para el seguimiento del Señor, porque él llama a quien quiere y como quiere. El seguimiento de Jesús debemos comprenderlo como camino y pedagogía de servicio.Nos vamos haciendo buenas personas en el camino.

Lo que sí es cierto es que ante la invitación al seguimiento hay que tener total apertura y total desprendimiento de lo que somos y tenemos. Hay desde el principio un llamado a la conversión. En el seguimiento y conocimiento del Señor, él nos va transformando y nos va haciendo buenos y buenas, va corrigiendo aquello que nos dificulta irnos pareciendo cada vez más a él. Hay una invitación permanente a la conversión y a la fe en el reinado de Dios.

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:
- Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: conviértanse  y crean en el Evangelio.
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús les dijo:
- Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres.
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con Él (Marcos 1,14-20)

Jesús tiene cuatro cosas claras, según el texto:
1. El "cumplimiento del plazo". Se había cumplido el plazo, es decir, había llegado al final de una etapa y comenzaba otra.
  1. La "cercanía del Reino'. El centro no es Dios en sí, sino el Reino de Dios, es decir, la forma de vivir en la que Dios se manifiesta y se hace presente. La forma de vida que vivió Jesús. 
  2. La 'conversión. Se exige cambio de mentalidad, de sentimientos y de vida. Tenemos que aprender a ver la vida como la vio Jesús. Y tener sus mismos sentimientos, su  estilo de vida, sus costumbres, sus preferencias y su bondad sin límites.
  3. La 'fe’. Se necesita tener las mismas" convicciones" en las que se expresa la fe de Jesús como persona creyente y la fe en Jesús de sus seguidores y seguidoras.
Desarrollemos entonces esta segunda parte: ¿CÓMO PUEDO SER SEGUIDOR O SEGUIDORA DE JESÚS?

El señor nos llama desde lo que somos y tenemos. Nos llama desde nuestra historia personal y familiar. Nos llama por nuestro nombre y oficio. Nos llama desde nuestra humanidad limitada (Pretextos) y humanidad redimida (seguimiento).

En aquel tiempo, Jesús llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo:
- El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Miren, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence de mí y de mis palabras, en esta generación descreída y malvada, también el Hijo del hombre se avergonzará de él, cuando venga con la gloria de su Padre entre los santos ángeles.
Y añadió:
- Les aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto llegar el reino de Dios en toda su potencia (Marcos 8, 34- 9,1)

Ante el llamado de Jesús, hay muchas  respuestas, pero el texto ya señala dos tipos personas. 
1- Quienes forman parte de la multitud, que lo escuchan y creen en él por las necesidades que padecen.
2- Y quienes le escuchan desde el seguimiento. Comparten su vida, sus enseñanzas, sus sentimientos y acciones. Quieren ser como su Maestro.

En el seguimiento lo primero que endeudamos es el afecto, afecto hacia la persona de Jesús, afecto que se entrega con libertad: “Libres para amar y amar con libertad” El que quiera venirse con migo, es decir el afecto nos une al Señor como sus acompañantes, amigos y amigas, seguidores y seguidoras por amor y en total libertad y determinación.

Segundo paso en el seguimiento es la auto negación de sí mismos y de sí mismas. El yo pasa a segundo o tercer lugar, el yo se descentraliza, deja de ser la prioridad. El yo se hace un "soy para los y las demás". El yo se pone en función de un ustedes para formar un nosotros y nosotras.  Es vaciar el yo personal para llenarlo del "Yo soy" jesuano, es decir, llenarnos de Dios. Dios se autoafirma como el Yo Soy.

Tercero, el seguimiento es una invitación a la responsabilidad y a la corresponsabilidad. No hay cristianismo sin cruz, no hay resurrección sin sepulcro vacío. Seguir a Jesús es seguirlo con la cruz, un Jesús que se hace solidario con los y las pecadoras, por eso seguir a alguien es un proceso. Conocer a una persona es también un proceso y amar es también un proceso.

San Ignacio afirma que  el conocimiento del Señor es algo que debemos pedir con insistencia, para que conociéndolo más le amemos, le sigamos y le sirvamos. Conocerlo para más amarlo y seguirlo.

Conocer a la persona de Jesús en su vida, sus palabras  y sus acciones es el fin de los evangelios. Los evangelios son documentos testimonios donde los cristianos y cristianas de la primera y segunda generación nos comparten sus vivencias. 


Este es el primer anuncio, al igual que a ellos y ellas, Jesús debe convertirse en mi modelo, mi medida. Si Jesús es mi medida soy una persona sin límites, porque “la medida del amor es que no tiene medida”. Si Dios es la fuente y la medida del amor entonces el amor es ilimitado.

A- Sólo se puede seguir a alguien que se conoce (Juan 1,35-42)  

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dijo:
- Éste es el cordero de Dios.
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó:
- ¿Qué buscáis?
Ellos le contestaron:
- Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?
Él les dijo:
- Venid y lo veréis.
Entonces fueron; vieron dónde vivía, y se quedaron con el aquel día; serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encontró primero a su hermano Simón y le dijo:
- Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:
- Tú eres Simón el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Pedro).

Los que se pusieron a seguir a Jesús querían ver dónde vivía. En cuanto vieron eso, se quedaron con él. Y se convencieron de que era el Mesías. El sitio donde uno vive indica la forma de vida que lleva. Jesús dijo que los que viven con lujo viven en los palacios de los reyes (Mt 11, 8).

Y eso, la clase de vida y la forma de vivir, es lo que convence y arrastra. 0, por el contrario, lo que escandaliza y espanta a las personas. El único medio eficaz para transmitir el Evangelio es el que puso en práctica Jesús, que no se fijó ni en la ortodoxia ni en el poder, sino en la "ejemplaridad" de la propia vida.

Vivir de tal manera, que la gente vea en eso una reproducción de la forma de vida que llevó Jesús y así "glorifiquen al Padre de cielo" (Mt 5, 16). El centro del Evangelio no está en la Fe, sino en la Ética; no está en la "religión", sino en la "bondad". Una fe sin obras es una fe muerta.

B- Sólo se puede conocer a alguien con quien deseo hacer una amistad o me ofrece su amistad (Mc 3, 13-14)

"Y los llamó para que estuvieran con Él
y para enviarlos a predicar"

Jesús puso en marcha este asombroso proyecto rodeándose de un reducido grupo de compañeros y compañeras. Eran gente sencilla y   de pueblo; era gente trabajadora. Personas con poca formación, no eran sabios ni entendidos y con muy escasos medios. Pero aquellos hombres y mujeres  tenían algo fundamental: se pusieron a "seguir" a Jesús.

Seguir a alguien comporta dos cosas: "cercanía" y "movimiento". El seguimiento es acompañar a Jesús. Pero no es sólo eso. Es algo más: acompañarlo moviéndose, es decir, no estancados en el pasado, ni siquiera en el presente, sino siempre avanzando hacia un futuro mejor, el futuro del Reino de Dios en el mundo. En el seguimiento de Jesús es importante el amor a su persona y el deseo de ser su amigo o amiga.

C- Sólo se puede amar a alguien que ha logrado invadirme en mi afecto, que me ha cambiado la vida con su cariño (Marcos 2,13-17)

En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del lago; la gente acudía a él, y les enseñaba.
Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
- Sígueme.
Se levantó y lo siguió.
Estando Jesús a la mesa en su casa, de entre los muchos que lo seguían un grupo de publicanos y pecadores se sentaron con Jesús y sus discípulos.
Algunos escribas fariseos, al ver que comía con publicanos y pecadores, les dijeron a los discípulos:
- ¡De modo que come con publicanos y pecadores!
Jesús lo oyó y les dijo:
- No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.

Los publicanos o recaudadores de impuestos eran gente indeseable y odiada por la población. Eran vividores e injustos. En Galilea, los impuestos iban a las arcas de Herodes. Por otra parte, los publicanos no tenían sueldo. Ganaban lo que cobraban de más a la pobre gente. O sea que eran ladrones y colaboracionistas con el poder opresor. Era gente que aunque gozaba de bienestar económico eran marginados y rechazados.Eran personas condenadas por la Ley y excluidos de la salvación religiosa.

A esta clase de individuos pertenecía Leví. Así y todo, Jesús no dudó en llamarlo. Jesús no se fijaba en los "selectos". Ni en los "intachables". Jesús creía de verdad y tomaba en serio a los despreciados y excluidos, incluso cuando la gente tenía razones para despreciarlos y excluirlos. Jesús es más desconcertante de lo que imaginamos.

Pero Jesús fue más lejos. No se limitó a llamar a un "indeseable", sino que además se fue a su casa y allí, con aquel hombre de mala fama y sus compañeros de oficio, a los que se sumaron "muchos pecadores", organizaron una comida. Cosa que fue vista como un verdadero escándalo y una provocación. La gente "intachable" y "selecta" ve con frecuencia escándalos.

Porque, en aquel tiempo, compartir la mesa era solidarizarse con los comensales, es decir, dar a entender que uno estaba junto a ellos y se ponía de su parte. En este caso, se trataba de gentes de mal vivir. La mesa es el signo de la comunión, es además el signo de la opción, Jesús se pone de parte de los pecadores y pecadoras al compartir la misma mesa.

Jesús nos comparte a un Dios que acoge, recibe, valora y defiende a las personas excluidas. Dios hace una opción de amor, un amor que salva y devuelve la dignidad, la libertad, y un amor que reintegra a los y las marginadas en la mesa de la comunión.

Los "letrados fariseos" (los maestros de la Ley que pertenecían al partido de los más observantes de la religión) no soportaron este nuevo escándalo. Y enseguida vino la acusación, una tarea frecuente entre los "piadosos observantes".

La respuesta de Jesús es fuerte. Porque afirma que él no vino al mundo para los que se ven y son vistos como "justos" y "ejemplares", sino para que los que se ven y son vistos como "pecadores" e "indeseables". Jesús vino a salvar, no a condenar.

D- Y sólo se puede servir a quien se ama (Lucas 8,1-3)

En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando la Buena Noticia del Reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que lo ayudaban con sus bienes.

Durante bastante tiempo, se pensó que no había que conceder especial interés a este sumario de la actividad de Jesús, especialmente al hecho de que anduviera, por los caminos y pueblos de Galilea, acompañado de "muchas mujeres que le ayudaban con sus bienes". 


Hasta se ha dicho que esta información sobre las mujeres no merece fiabilidad. El grupo es mixto y tanto hombres como mujeres han encontrado en Jesús a un verdadero amigo, a un hombre que les ha amado y que aman con todo su ser. Un hombre humilde que hace trabajos de esclavos y les invita a imitarle

Actualmente, sin embargo, se piensa de otra manera. Y la tendencia mayoritaria entre los especialistas es aceptar, no sólo la verdad, sino sobre todo la importancia que tuvieron las mujeres en la vida y en el ministerio de Jesús. Y, por tanto, en la Iglesia naciente, en la que se conservaron y redactaron estos datos. La mujer, la discípula, la apóstol y la misionera le ha dado riqueza al quehacer de la Iglesia.

El hecho de que mujeres casadas acompañaran establemente a un profeta itinerante, junto a otros hombres, era en aquel tiempo y en aquella cultura un hecho insólito y que justificaba que los maridos de aquellas mujeres las repudiaran y se casaran con otras (J. Jeremías).

Y más teniendo en cuenta que, por lo menos, algunas de aquellas mujeres habían estado enfermas o endemoniadas, como indica el mismo Lucas.  Llamativa particularmente la presencia de María Magdalena en la vida de Jesús (Mc 15, 40.47 par; 16, 1 par; Lc. 8, 2; Jn. 20, 11-18; Ev. Tom. 114.1)

Además hay que recordar también a María y Marta (Lc 10, 38-40; Jn. 11, 1-12, 11),
La mujer que padecía hemorragias (Mc. 5, 21-43 par),
La sirofenicia (Mc. 7, 24-30 par),
La samaritana (Jn. 4, 7-30)
Y la pecadora que le ungió los pies (Lc. 7, 36-50).
La mujer encorvada (Lc. 13, 10-17).
Así como las mujeres que le observaban en la cruz (Mc. 15, 40 par).

Jesús fue un hombre llamativamente libre, profundamente libre. Libre de los prejuicios, libre de la habladurías, libre de los comentarios familiares, libre ante el peso de la Ley, libre para llevar el evangelio de Dios. Jesús fue también profundamente humano. Rompió todos los esquemas sociales y los convencionalismos puritanos de su tiempo y del nuestro. Porque para él lo importante no era quedar bien, sino ser transparente, libre y acogedor con toda clase personas.

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