Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

23 de abril de 2012

Pentecostés: Inicio de la unidad y universalidad cristiana

El Espíritu Santo fortalece la unidad de los carismas en los y las cristianas. El Espíritu Santo, fuerza y vida de Dios, aliento y creatividad, Ruah de la divinidad, es el eterno siempre eterno, dinámico e inquieto, sabiduría, prudencia e inteligencia, ente creador e inmanente en la creación. La sabiduría de Dios ha estado siempre aleteando sobre el caos de la humanidad, siempre refrescándonos con la esperanza  y siempre creando vida para llegar a la vida plena.

La fuerza de la unidad en la diversidad, la fuerza de  la diversidad en un solo cuerpo, la Iglesia. La Iglesia que somos todos y todas, somos los y las bautizadas, somos la asamblea de los santos y santas, somos los cristianos y cristianas, seguidores y seguidoras del resucitado en la modalidad del Espíritu del resucitado. 

Si Jesús de nazaret, el hijo del carpintero, el hijo de María, reunió y formó en la unidad respetando la diversidad de la primera comunidad de discípulos y discípulas, siendo cada cual según su modo de ser, también trató de moldearles en un mismo espíritu, el espíritu de la unidad como hijos e hijas de un mismo Padre, trató de moldearles en una misma mística, servir a la comunidad y que cada una de ellas como persona trasluciera la vida de Jesús para que sus vidas al igual que la del Señor y Maestro fuera siempre una buena noticia.

El Espíritu Santo anima a la Iglesia porque el fundador de ella es Jesucristo. El Ruah de Dios Padre y el Ruah del Resucitado es uno solo, por eso quien no busca la unidad en la asamblea no tiene el espíritu de Dios, quien no pone al servicio del cuerpo eclesial sus dones y carismas tampoco tiene el Espíritu de Dios porque se deja llevar por el espíritu del mundo, ese espíritu destructor, egoísta, sectario e insolidario y solitario. El pueblo de Dios no lo formamos sólo aquellos y aquellas que asistimos al templo.

El Espíritu de Dios ha estado presente siempre, siempre, en la naturaleza, desde que el mundo es mundo, porque él es la sabiduría, la fuerza, la energía. Es la vida de Dios mismo. La sabiduría de Dios ha estado y sigue estando presente en la creación, en la diversidad de expresiones materiales. Donde hay vida ahí habita el Espíritu de Dios. Ante la creación  de Dios al ser humano no le queda más que agradecer, admirar y regocijar su alma, al contemplar la grandeza del Señor: “Bendice al Señor alma mía” (Sal. 103) La tierra está llena de sus criaturas.

La naturaleza humana es naturaleza viviente, creativa y creada. Es naturaleza divina en forma, color, aroma y sabor. Todavía en el caos, en el desorden, Dios está presente. Está allá abajo en el abismo, en las profundidades de la tierra y del mar. ¿Cómo podré escapar lejos de tu presencia? Si subo a las montañas allá estás, si bajo a las honduras del abismo también allá estás...(Sal. 139).

El espíritu de Dios no sólo está en la naturaleza, en la creación, sino también en la historia. Está presente en esa red de relaciones humanas, en esa red de decisiones y opciones que tomamos todos los días. El azar y el destino no existen. El destino lo hacemos, la historia la hacemos con nuestras opciones o nuestras omisiones.  

El Espíritu está presente en los acontecimientos que hilvanan la historia. Dios no es ahistórico, más bien se historiza desde el misterio, misterio encarnado. Está presente en las diversas épocas. La historia la hace el ser humano, pero también la hace Dios porque tiene un proyecto y lo va concretizando en silencio, respetando nuestra libertad. Con la gracia de la libertad nace la esclavitud del yo, nace la idolatría, la alienación y se sacraliza lo que no es Dios (Sal. 12. Sal. 15).

El Espíritu Santo está presente en los buenos líderes, sean políticos, civiles o religiosos, porque Dios nos ha dado el discernimiento y el libre albedrío. Dios no hace diferencia de condición social o económica. El templo del Espíritu Santo es el ser humano desde Eva y Adán, Dios comparte su Espíritu a los profetas y profetizas como Simeón y Ana. Los y las profetas han sabido escuchar la voz del Señor y lo han descubierto en los signos de los tiempos o en los gestos simbólicos  haciendo presente y cercano a Dios (Sam. 16; Is. 6).

El Espíritu Santo nos llama a una continua conversión, al anuncio y la denuncia. Toda persona ungida es una persona habitada por el Espíritu Santo como  se nos da en el bautismo, la confirmación, el orden y la unción a las personas enfermas. Ungir es consagrar, es pertenecer y estar al servicio de Dios.

Jesús es un hombre ungido, es un hombre consagrado en el bautismo, en el combate contra el tentador, en el anuncio de la palabra en la sinagoga de Nazaret, en la misión y, él, unge a sus amigos y amigas antes de ascender al cielo, es decir, derrama el Espíritu Santo (Mc. 1, 9-11; Lc.4, 16-30; Mt. 28, 16-20; Jn. 21, 15-17). Antes de la resurrección Jesús es ungido por el Padre, después de la resurrección Jesús unge con su espíritu.

Jesús es Hijo de Dios, es Dios, así lo reconoce y confiesa la comunidad cristiana primitiva. La Iglesia le da ese título después que lo experimenta resucitado. El resucitado reúne, une y envía. La Iglesia es un cuerpo para la misión y es en esa misión donde la unidad es fundamental por la dispersión misionera. La unidad es la columna del cuerpo. Las herramientas para la misión son los dones, los carismas y los diversos ministerios o servicios. La Iglesia es servidora como Jesús, ella debe lavarle los pies al mundo.

La Iglesia debe convertirse a Jesús y al Reino de Dios. Ella es un medio, no un fin. La Iglesia sólo es el cuenco donde habita el Espíritu Santo. Conversión es cambio de dirección, es dejar la vida ordinaria y convertirla en una vida extraordinaria, dejar la vida cotidiana y rutinaria por una vida sacrificada y de servicio.

Jesús se revela, se muestra, se aparece como resucitado acentuando su humanidad, miren mis manos, mis pies, tóquenme etc. Un fantasma no tiene un cuerpo material transfigurado. Se manifiesta a sus amigos y amigas, no a todo el mundo. El resucitado que comparte su Espíritu  es el que convoca, llama, anima y envía. Jesús el Resucitado vuelve a enamorar a sus amigos y amigas  (Lc. 24, 35-48).

La comunidad base y de base de Jesús, es la misma comunidad del resucitado, es una comunidad de seguidores y seguidoras, de apóstoles, misioneros y misioneras. En Pentecostés nace la Iglesia misionera, movida por El Espíritu Santo, enviada al mundo por Jesús, la Iglesia es cristocéntrica convertida al Reino de Dios. La comunidad cristiana es rica en dones y carismas porque todos vienen de Dios, fructifican en la comunidad; ella empapa la tierra y los dones y carismas regresan a Dios como una nueva cosecha. La Iglesia es pobre porque se vacía de sí misma, para llenarse de Dios y de su Espíritu.

El Espíritu Santo favorece desde la mismidad de Dios, la unidad de la Iglesia y en el futuro, ¡Ojalá!, de todas las iglesias. Como cristianos y cristianas tenemos la limitación de haber hecho una jerarquización de los carismas, más que una preocupación por el bien común de la comunidad, signo de la presencia de Dios en el mundo. Todos los dones del Espíritu Santo deben estar al servicio del bien común.

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