La primera inculturación del
Evangelio en la historia es el anuncio, encarnación y nacimiento de Jesús, el ungido, el Mesías, el
Cristo o lo que conocemos como el evangelio de la infancia. En la realidad del
siglo I, bajo el dominio romano, Palestina sometida y convulsionada, Nazaret,
Belén, Galilea, Judea, censo, estructura social y religiosa, Cafarnaún etc.
Buena noticia para la gente pobre como los pastores, motivo de gozo y
esperanza. Una sociedad politizada y
polarizada en todos los aspectos de la
vida humana. La Iglesia
se ha enriquecido con las culturas y en ellas también se ha empobrecido cuando
piensa, actúa y se viste anacrónicamente.
Si Jesús es la piedra que
desecharon los constructores y es ahora la piedra angular (Sal.117; Hc. 4, 1-12
); si Pedro, el pescador de Cafarnaún (Mc 1, 29-34 ) es “piedra”, Cefas y sobre
esa piedra se edifica la
Iglesia de Jesús , según San Mateo, que también vivía en
Cafarnaún al igual que Jesús, (Mateo 16:13-20); si María Magdalena “la Galilea de Magdala” es la
primera misionera apóstol del resucitado (Mt. 28,1-5; Mc. 16,1-5; Lc. 24:,1-1; Jn. 20, 1-20
) y María la Madre de Jesús es la Madre de Dios hecho hombre
es porque Dios en su bondad y por amor ha decidido salvar la historia del género
humano haciendo suya la historia para desde ella salvar y no condenar. La
kénosis del Dios Creador, Liberador, Salvador y que está en comunión con la
humanidad, se historiza en la kénosis del hijo, el vaciamiento de su condición
divina para asumir totalmente la condición humana en su fragilidad y
transitoriedad (Jn 1,14; Gál 4,4-7; Jn 17, 5; 2 Cor 8, 9).
Jesús sus seguidores y seguidoras
desde el misterio de la encarnación inculturaron el Evangelio para todas las
gentes cuando iban evangelizando y dejando comunidades cristianas a su paso
huyendo de la persecución: “Vayan
por todo el mundo y prediquen el Evangelio a todas las criaturas” (Mc 16,15). El cristianismo desde
sus orígenes es “encarnación kenótica” (Fil. 2, 6), Jesús se encarna y se
incultura al mismo tiempo en la historia para trascenderla. Jesús hizo realidad
la Buena Nueva
de Dios en él y en lo que anunciaba con palabras y obras. El vaciamiento
forzado de los y las pobres es riqueza para el evangelio. Jesús dio respuesta a
las necesidades básicas de las gentes pero no se redujo a ellas, porque anunció
a un Dios que les llenaba y les cambiaba la existencia. La Iglesia debe meterse en la
realidad del ser humano que se llama historia, hacerse cargo desde el anuncio y
cargar con ella en sus limitaciones. El Evangelio debe historizarse. Es difícil
que “las Iglesias” asuman esta kénosis de Jesús porque supondría un vaciamiento
permanente de sí mismas para llenarse del Espíritu de Dios, el mismo Espíritu
que se encarna con el Hijo de Dios, Jesús de nazaret. La Kénosis es
encarnación como opción de Dios y es
opción de Jesús de inculturación: “La kénosis del Hijo no consiste en la
encarnación en sí misma, sino en su encarnación en la debilidad, en el dolor,
en su entrega diaria y permanente (Fil. 2, 5) Y fue esta kénosis la que el
Padre sucesivamente en una situación de existencia humana gloriosa, premió su
obediencia hasta la cruz. (Fil. 2,8-11).
Inculturación es igual a
encarnación e historia es igual a realidad humana salvada por amor. Desde su
génesis la Iglesia
ha reflexionado y llevado a la práctica la inculturación en la historia, a partir de Jesús. La Iglesia en su riqueza
cultural ha asimilado influencias del judaísmo y helenismo; del imperio romano
y de muchas otras culturas. Una Iglesia abierta a los signos de los tiempos es
una Iglesia con mística universal, de renovación permanente y abierta a los
nuevos retos: La globalización, la informática, la genética, la ecología y la
extrema pobreza de millones de seres humanos.
Desde la perspectiva de la
encarnación como inculturación, toda reflexión que se haga de Dios, de Jesús,
de María, José y de la Iglesia ,
entre otras, se debe hacer desde esa
historia tan llena de personas, de lugares y acontecimientos de muerte y
esperanza. Consecuentemente tanto la Teología , la Cristología , la Eclesiología y la Mariología etc., tienen
un mismo principio: La encarnación de la Palabra de Dios que se llama Jesús y la
inculturación de esa buena noticia se
llama evangelizar a los pueblos de toda la tierra como mandato recibido de
Jesús a los fundamentos de la naciente Iglesia: “Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos
sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir
todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los
días hasta el fin de la historia” (Mt. 28, 19-20). “Desde su mismo origen, la misión de la Iglesia ha tomado la forma
de un encuentro mutuamente enriquecedor entre los evangelizadores y las
culturas más diversas” de los pueblos.
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