Yo, hombre de barro y esperanza.
Creado, no creado e
inconcluso,
imagen sin rostro definido,
semejante a humano escondido.
Yo, hombre de barro y esperanzas.
Vacío, sin aliento propio y dormido.
Me fue dada la vida, el encanto y la calidez,
la soledad y la esperanza como injertos abrazados.
Rostro por hacer con los años en los años,
Yo, vacío, sin aliento propio y dormido.
Yo, hombre de barro humanizado.
Aliento perdido de Dios.
Fui concebido en el tiempo,
amor y pobreza me amasaron.
Yo, hombre de barro humanizado.
“Supliqué y se me concedió.”
Suplicaron y fui concebido.
Se me concedió la prudencia,
“invoqué y vino sobre mí
el Espíritu de Sabiduría”.
Hoy, hombre sabio y prudente.
No tuve cetros, tronos, ni riquezas.
Mi cetro es el amor, mi trono la paciencia,
rico en libertad, esclavo para servir.
Hoy, hombre sabio y prudente.
¿A qué me compararé, Señor?
A penas inferior a la grandeza,
a penas sabio ignorante,
a penas desprovisto de pobreza,
menos arena, menos lodo, más humano.
¿A quién me compararé, Señor?
Mi espejo, mi sombra, mi todo.
Camino libre por hacer en la vereda.
Viéndote solo y sólo viéndote,
aún perdiéndome, sé quien soy.
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