Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

18 de enero de 2012

Pared inventada en mi memoria.


Secos comenzaron mis ojos al amanecer. Apenas había despertado. La claridad, allá afuera, me esperaba sin paciencia, sin palabras, sin sentimientos; es claro que  lo único que la detenía era el muro, la pared de mi cuarto y de mi inconsciencia, la pared de mi sueño tranquilo y silencioso. Esa pared invisible que edificamos los seres humanos en nombre de nuestra privacidad, de nuestro espacio íntimo y particular. Pared inventada en mi memoria y en la literatura. Pared que me diferencia de la claridad, de la frescura y del amanecer de este nuevo éxodo de algunas horas. 

Esa claridad del día, claridad refrescante, claridad llena de luz y de estrellas, claridad antesala de un nuevo día. Mis ojos medios despiertos se abren a lo nuevo, lo nuevo lleno de rutina. A saber: Despertar, levantarme a tientas en la tenue oscuridad mañanera, caminar en la dirección acostumbrada, abrir la puerta de vidrio donde me he dado algunos golpes involuntarios que terminan de despertarme y me han hecho reír  a carcajadas de mi mismo. Yo estrellado en lo que era invisible. Encender la luz del comedor, buscar el agua purificada para el café, poner  el café y esperar. Esperar  el sube y baja del agua que seduce al café para unirse en una bebida inseparable. Esperar que el café se termine de cocer para beber su sabor y aroma en una taza con líquido negro.

¡Qué sabrosa la mañana con olor y sabor a café! ¡Ah! Tomar café en la frescura y libertad del campo viendo las estrellas del amanecer y escuchar a lo lejos ladridos de perros callejeros, desvelados y trasnochados. Escuchar los últimos chillidos de los grillos opacados en la oscuridad. Escuchar el grito alarmante de los gallos anunciando a todo pulmón: “Cristo nació”, “Cristo nació”. Escuchar  en lo oculto de los follajes el canto de los pájaros que duermen en comunidad. Es verdad, no es lo mismo tomar y saborear  una taza con café en la ciudad que en el campo.

Con los ojos abiertos, ya despiertos, ventanas de un nuevo día, enciendo la computadora portátil, ojos del mundo cibernético, ojos que no duermen en el mundo porque siempre hay personas conectadas en el ciberespacio. Descubro que mi página ha sido visitada en El Salvador, en Rusia, Guatemala, Alemania, México, España,  Indonesia, Italia, Colombia, Venezuela, Chile, Argentina, Ecuador, Perú, Estados Unidos, Canadá, Panamá, Australia, Francia, Puerto Rico, Costa de Marfil etc. En todos esos lugares donde el amanecer y el día son disparejos, mis ojos soñolientos se encuentran con los ojos de otras personas, que me  permiten  entrar en su mirada para compartirles mis opiniones, reflexiones y sentimientos. Puedo darles mi propio ser y sentir, sin permitirme el derecho de  la vergüenza, el temor de la timidez, la aventura a lo desconocido. En todas esas tierras de América, Europa, Asia y Africa nos hermana la mirada universal del conocimiento, del saber compartido, de los sentimientos humanos puestos en textos que viajan libremente como aves sin ataduras, vuelan por el mundo, por el ciberespacio. Mensajes que no sienten ni el sol, ni la lluvia, el frío o el calor, no saben si es de noche o de día. Sólo viajan conectados a la red, a la net, al Internet. Mensajes que se posan suavemente en el árbol del conocimiento interior de cada persona, se posan con respeto en las ramas extendidas de aquellos y aquellas  que abren sus corazones al mensaje que se esparce como semilla para dar frutos nuevos en personas nuevas.

Cuando mis ojos se abren a la novedad del nuevo día, cuando besan el alba, abrazan la vida y suspiran por los amores regalados, ellos, mis ojos, se van inundando de asombro y satisfacción y aquellos ojos secos como el desierto se comienzan a convertir en  ojos llenos de vida, alegría, asombro y admiración. Las palabras se encadenan para dar un mensaje, se unen para definir un concepto o una idea y vuelan hacia ustedes llenas de vida, de esperanza y fe en un mundo mejor, en un mundo fraterno, en un mundo sin exclusiones. Con el amanecer y el nuevo día estos ojos dormidos y enajenados vuelven a tener el brillo y la ternura que me dejó Dios en la mirada y en el alma.

Ese Dios que me ve con cariño cada mañana, que me acompaña a cada paso. Yo, hablando y él en silencio. Yo, manejando y él a mi lado. Yo, trabajando y él riéndose de lo que hago. Yo, en silencio y él platicando. Yo, pensando y él hablándome al oído. Yo, riendo y él sonriendo. Yo, sentado y él pegadito a mis espaldas. Ahí está como mi papá, siempre cerca, siempre preocupándose, desviviéndose, desvelándose, siempre inundándome con su ternura, con su amor; con ese amor que florece en cada obra buena.

Ese Dios, que es el Dios y Padre de Jesús, es el que me cuida sin darme cuenta, es el que me levanta cuando me tropiezo, el que me purifica con su amor salvador y me cura con sus abrazos cariñosos de Padre bueno. Ese Dios que apuesta por los seres humanos, haciéndose humano, totalmente humano, sencillamente humano, definitiva e infinitamente humano. Gracias, Dios, por todo lo que recibo sin pedirlo y sin merecerlo. Para ustedes que leen mis escritos, gracias también por darme su tiempo. En la escritura están mis sentimientos, mis pensamientos y mi forma de ver la vida, la realidad, la historia y hasta el modo de vivenciar la presencia silenciosa y el amor incondicional de Dios. Ahora mis ojos ya no están secos, sino llenos de ustedes. Hasta pronto.

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