Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

3 de agosto de 2013

“Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo”

Jesús siempre tuvo su autoestima alta aunque hubo mucha gente y pasó muchas situaciones en las que recibió burlas, desprecios, críticas, desaprobaciones sociales. En muchas ocasiones Jesús recibió Bullying. Jesús siempre fue un hombre de pueblo, un hombre bueno, honrado, sencillo, trabajador y sabio, que nunca se avergonzó de sus orígenes campesinos _él no trabajó la tierra pero viene de la región más agrícola de Palestina_ de sus orígenes humildes. Él era el hijo del carpintero del pueblo, del artesano, del que se ganaba la vida con el sudor de su frente, de aquel del que dice el canto que “el pan es más pan, cuando ha habido esfuerzo”.

Jesús no sólo fue un hombre de pueblo, no sólo fue el nazareno, como le decían a los de Nazaret, cuando viajaban a la capital o iban a otros pueblos vecinos; también era un hombre que optó por el pueblo, por las personas excluidas, despreciadas, por los y las “nadies”;  optó por las personas ignorantes, humilladas, enfermas, minusvaloradas; sintió compasión por el pueblo pobre, que andaba perdido, enfermo, descarriado, herido y lastimado. Sintió compasión por las ovejas perdidas de Israel.

Por amor Jesús optó por la periferia, se hizo hombre de periferia, se hizo un hombre marginal y se autoexcluyó de los centros de poder y los centros de sabiduría; no fue un ignorante y no hizo del conocimiento una herramienta para someter. Vuelve a su pueblo, a su aldea, no para buscar “reconocimiento social”, sino para hacer la "Voluntad de Dios", y un día sábado, un día sagrado,  un día santo y de descanso, encontró en la Palabra de Dios, en el profeta Isaías, su vocación misionera y mesiánica, encontró el rumbo de su vida: “-Sólo en su tierra y en su casa desprecian a un profeta. Y no hizo allí muchos milagros, porque les faltaba fe”. No tienen fe en Jesús, en su persona ni en su doctrina, y tampoco en sus enseñanzas.

El Evangelio de Mateo, nos señala los orígenes sencillos y humildes de Jesús, poniendo en boca de sus paisanos una serie de interrogantes, porque Jesús para ellos se había convertido en piedra de escándalo: “- ¿De dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso? Y aquello les resultaba escandaloso”. Les escandaliza que un hombre de pueblo, de aldea y de Nazaret, pueda salir un “alguien” como Jesús, sabio y con el don de curar todo tipo de dolencias. Esto que escandaliza a los Nazarenos es porque creen saber quién es Jesús y esto no les permite aceptar a alguien distinto de lo que conocen.

La grandeza del ser humano no está en los títulos, ni en su capacidad de almacenar información leídas, sino  en su humanidad, su humanización, su capacidad de servir, de ser cercano, compasivo y de amar sin exclusivismos y sin exclusiones. Jesús es grande por todo ello y porque se hizo por opción un marginado en una sociedad marginadora; un rechazado en una sociedad elitista y güetista; un pobre por opción en medio de los pobres por exclusión. Quizá, Jesús no tuvo grandes estudios y menos estudios especializados como un escriba, pero logró transmitir su experiencia de Dios a multitudes por el amor que irradiaba, por su humildad y sencillez de vida:”Por eso todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas” (Mt. 13, 52).  En la interpretación que se hace de este versículo, “Jesús habla del discípulo que ha pasado a ser maestro de la Ley, es decir que es capaz de instruir a los demás. Este, al meditar constantemente las parábolas de Jesús, sacará de ellas enseñanzas siempre nuevas y adaptadas a nuevas circunstancias”.

El escándalo que provoca Jesús entre la gente de su pueblo es por su sabiduría y por sus milagros, la duda de esa gente, tanto en la persona como en la enseñanza de “ese” o “éste”, les hace ser personas sin fe, aunque sean muy religiosas y muy conocedoras de la escritura. “Para el pueblo judío la sabiduría y los milagros eran atributos de los letrados-los escribas-, o sacerdotes, o, en cualquier caso, de gente considerada experta, que había dedicado muchos años de su vida a estudiar junto a algún maestro reconocido”. Jesús es un hombre común y corriente; es un hombre extraordinario en un mundo ordinario que no lo reconoce porque conocen sus orígenes humildes, conocen a sus parientes. Para los de Nazaret, Jesús no deja de ser uno de sus iguales: “En aquel tiempo, fue Jesús a su ciudad y se puso a enseñar en la sinagoga”.

Jesús aprendió de la sabiduría popular, aprendió de la experiencia; la vida cotidiana fue su escuela. Se dejó empapar de la realidad de su pueblo, de la geografía, de la naturaleza, de los cultivos, de los distintos tipos de trabajos que realizaban en su tiempo, de la vida cotidiana de las mujeres, de la hipocresía religiosa, del abuso de poder de los grandes; aprendió de los niños y niñas con su espontaneidad, su desapego, su alegría y su capacidad de perdonar siempre. Jesús sabía lo que hacía un pastor, un sembrador, un pescador, un comerciante, un viñador; sabía lo que hacía una mujer en la casa, limpiarla, amasar la harina para el pan diario; aprendió de la cultura galilea, de los profetas de su época; aprendió de las conversaciones, de las discusiones; aprendió de la historia de su pueblo tan llena de heridas y cicatrices; aprendió de los samaritanos, de los cobradores de impuestos, de los pescadores, de los letrados y maestros de la ley etc. Aprendió siempre, porque era un hombre de apertura a lo nuevo y de reflexión de lo viejo; sabía que el vino nuevo no debe echarse en odres viejos porque se echan a perder ambos.


Jesús no escandaliza solamente porque “aprende del pueblo”, sino porque se dedica a la enseñanza de ese pueblo “enfermo e ignorante”, maldecido por Dios porque no conocen ni viven según la Ley de Moisés; escandaliza porque los “pequeños y humildes” lo reconocen como profeta y no los “sabios y entendidos”; es un profeta que ha nacido de las entrañas de su pueblo, su fama, su aceptación es generalizada y arrastra multitudes. Jesús con su vida, su ejemplo y su sabiduría se vuelve un hombre peligroso para los grandes, sabios y poderosos que “tiene la sartén por el mango” y no lo piensan soltar. Leer Jn. 9, 1-41.

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