Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

14 de junio de 2012

Río de guaces: Señal eterna de fecundación, cosecha y recolección.


Hace "gran poco de tiempo" como decimos en El Salvador para recalcar un tiempo largo, un tiempo sin memoria, he venido cargando en silencio y llevado muy escondido, el deseo, la inquietud y la curiosidad de conocer el ave, el halcón de donde se deriva el nombre de mi ciudad: Guazapa.

Como he dicho en otra ocasión Guazapa es una palabra Náhuatl que significa "Río de los guaces".  Hoy  completando mi identidad cultural comprendo muchas cosas de él y de mi mismo: Su hábitat, la montaña del cerro;  su naturaleza cazadora, se mantiene en los árboles más altos y en cielo despejado observando los movimientos;  es ave de  caza, caza para sobrevivir; su canto  es de alegría y victoria; su canto le da su nombre guacooo, guacooo, o halcón reidor, ja, ja, ja, ja. Como en toda cultura milenaria los animales, la fauna, está estrechamente unida a la vida de la población nativa. En algunas mitologías como la egipcia, la mesopotámica, la griega, la romana y la prehispánica en América, el halcón o el águila se han identificado con el poder, el dominio, la fuerza y la sabiduría. Guazapa no es la excepción.

Quiero resaltar en esta ocasión la leyenda  del Guaz, que está unida a su presencia en las montañas del Guazapa. Aunque el Guaz o Guaco se desplaza poco, es señal en el cielo para el inicio o el fin del verano o del invierno. Señal para sembrar la nueva cosecha cuando caen las primeras lluvias y señal para “tapiscar” la cosecha al comenzar el verano. Para la población nativa “el paso de los guaces” era un signo de los tiempos. Esa señal no podía pasar inadvertida dado el bullicio de su paso, surcando invisiblemente las entrañas del cielo. Esta experiencia del “Paso de los guaces” me la compartía mi abuelo Bernardino Merino al que conocí y con quien compartí su sabiduría. Mi abuelo era un genio para la narrativa. Era un especialista en la tradición oral que hoy pongo por escrito. Mi otro abuelo, Aquilino Torres, no lo conocí porque murió cuando yo apenas era semilla, ilusión esperanzada, sueño eterno.

Guazapa es un asentamiento precolombino pipil. Perteneció al Partido de San Salvador, y en la época republicana al distrito homónimo entre 1824 y 1835. Posteriormente pasó al distrito de Suchitoto. Para 1890 apareció como pueblo del distrito de Apopa, y después lo fue de Tonacatepeque. En 1918 obtuvo el título de ciudad. A través de los años ha sido conocido como Gualcapa (1570), San Miguel de Guazapa (1740), y Guazapa (1807). El topónimo Guazapa podría tener varios significados: "Río del halcón reidor", Río de los guaces", "Río que seca", "Peñón de los pitos", "Peña sonora", "Río que pita", o "Río de los pitos".

La sabiduría de nuestros antepasados nacía de la contemplación, la observación, el análisis y la experiencia.  La diversidad de significados que tiene la palabra Guazapa, la enriquecen como fuente inagotable. Mi papá me contaba que en el río hay una gran peña que hace o hacía ruidos raros, la población del lugar la conoce como “La Peña bruja”. Este nombre popular puede ser el sobre nombre de esa “peña sonora” de antaño. Todos los años en la época de verano el río Guazapa casi desaparece, parece un río invisible,  parece un río que se muere; es realmente un “río que se seca”. La sabiduría que recibió mi papá de su papá y mis abuelos de mis bisabuelos es la que hoy les comparto con gusto. Esta cultura sabia que mantenía la comunión entre ser humano, naturaleza y divinidad hay que recuperarla.

Guaz ave señal del cielo, agazapado en la montaña siempre en silencio, quieto por muchas horas, horas de espera para la caza, horas que terminan con alegría, celebración y  carcajada; su canto que parece una risa burlona no se confunde en el corazón del bosque ni en la periferia de la montaña. Con su carcajada nada tímida, pierde  el silencio, el camuflaje, el anonimato; se descubre a sí mismo, se muestra, se da a conocer. Vuelve a la altura, vuelve a la observación, vuelve a la cacería, vuelve a ser el halcón reidor.

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