Cuando yo era semilla,
cuando era sueño eterno,
cuando yo no existía,
cuando el amor del universo
bajó como luz de día
tu vientre Madre mía
fue mi casa, mi alimento,
fue mi refugio, mi manantial
fue la satisfacción
el calor, la fuerza,
la dicha cálida
de sentirme tuyo
tuyo siempre,
tuyo fruto
tu hijo tuyo
tuyo siempre.
En el verdor de la vida,
siempre hay alguien
que se viste de amor
para alegrarnos el día,
una flor sencilla y tierna,
una flor que el Creador
nos ha regalado
para toda la vida:
UNA MADRE.
Gracias mamá
por ser mi flor,
por ser mi amor,
por ser árbol,
mi sombra,
mi descanso
y mi alegría.
Hoy soy hombre,
tejido con amor
pintado de color.
Soy hombre,
amasado con amor
teñido con sudor.
Hombre
de tierra,
hombre
de amor.
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