Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

9 de agosto de 2012

Asunción y martirio cristiano.


No debo ocultar que cuando leí el nombre del artículo que me pedían para la Revista Parroquial, el "nombre" rompió mi lógica intelectual. Mi primera reacción fue de enfado, molestia interior porque los términos: Asunción y martirio son excluyentes por su misma naturaleza. Uno es dogma de fe, (Papa Pío XII, en 1950), el segundo es realidad objetiva de fe; uno es subido en cuerpo y alma y el otro es asesinato violento de quienes desde su fe y su seguimiento a Jesús dan testimonio con su vida; uno es realidad supra-terrena y el otro es realidad intra-terrena. Este tema es un rompecabezas y voy a tratar de unir las piezas en un mismo paisaje de amor, seguimiento, entrega, testimonio y ofrenda. Este será el camino que procuraré abarcar en el desarrollo de la temática propuesta.

Aclarando términos: Asunción: Es el dogma cristiano, tanto de la iglesia ortodoxa (S.VI) como de la iglesia romana (S.VII) de que María después de haber cumplido su misión en la tierra y haber muerto como persona humana, Madre de Jesús y Madre de Dios, fue subida en cuerpo y alma al cielo, liberada de las garras de la muerte. Martirio: Muerte o sufrimiento que se padece por defender una religión o una creencia. Cualquier cosa o dolor que produzca sufrimiento.  Aclarados los términos hay que buscar el hilo conductor para “salvar la proposición del prójimo”.

Lo único que se me ocurre, después de haber reflexionado por largo rato la orientación o enfoque del presente escrito, es retomar el uso cotidiano, singular y popular de los términos uniéndoles en una sola experiencia humana: La del sufrimiento por amor, no el sufrimiento en sí mismo. Retomo la segunda acepción del significado de martirio: “Cualquier cosa o dolor que produzca sufrimiento”.  María vivió esta experiencia humana  de dolor, desde el momento mismo de la anunciación hasta la experiencia de ver a su hijo crucificado.

En un primer momento el dolor es desapego a  lo planeado, renuncia de los propios planes cuando Dios nos convoca y nos involucra en sus propio proyecto de salvación porque “uno propone y Dios dispone”.   En segundo lugar, el dolor en la vida cotidiana se vive y se soporta por amor en la crianza del hijo, su crecimiento y desarrollo, su libertad y madurez; el Evangelio sintetiza esta experiencia cotidiana de incomprensión en que  María “todo lo guardaba en su corazón”. La experiencia cotidiana de vida y de fe, nos hace ser y actuar como personas creyentes. Y tercero, ser testiga de ese amor crucificado, viendo a su hijo en el martirio. El amor crucificado que ella misma le había enseñado y que le había hecho ser una mujer fuerte en su fragilidad ahora lo contempla en su hijo fuerte en la fragilidad. 

Este amor, seguimiento, entrega, testimonio y ofrenda, es ella y su hijo martirizado; es ella martirizada en el dolor y la impotencia ante la injusticia; es ella y su hijo en la impunidad de los poderosos ante sus abusos de poder y autoridad, por eso Jesús nos forma en el “que no sea así entre ustedes” (Mt 20,17-28). Que el más grande entre ustedes sea el servidor…y el que quiera ser el primero que sea su esclavo”. Pero esta recomendación de Jesús para sus seguidores y seguidoras la echamos al olvido, la echamos en el baúl de los recuerdos olvidados, la echamos en "cebaderas" rotas para que no nos pesen en nuestra vida cotidiana ni en nuestro compromiso cristiano diario.

Qué lástima que olvidemos al crucificado y su amor crucificado y busquemos día a día, momento a momento sólo la asunción, es decir, ser elevados o elevadas en cuerpo y alma sobre las demás personas, en cargos de prestigio, autoridad y renombre; petición que sigue haciendo la madre de los zebedeos y zebedeas: «Manda que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y otro a tu izquierda, en tu Reino». Jesús corrige, rápidamente esta desviación en el modo de proceder de sus seguidores y seguidoras: «Saben que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre ustedes…” Pero lo que natura da, divino no lo quita” Puede más la desviación que la corrección hecha por Jesús, lastimosamente.

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