"Nadie ha visto a Dios jamás, pero Dios-Hijo único nos lo dio a conocer". Hace unos días una
comunidad que celebraba el once aniversario de su caminar cristiano me pidió un
tema de formación para evaluar y profundizar su trayectoria de vida como
comunidad. En este contexto una persona me preguntó si Jesús era católico. Le
contesté que no era católico, ni
cristiano; que era judío y además nacionalista, pero que él como persona entró
en un proceso de conversión hacia el universalismo.
En los sinópticos las instrucciones de Jesús a sus discípulos son claras: “No vayan a tierras de paganos, ni entren en
pueblos de samaritanos. Diríjanse más bien a las ovejas perdidas del pueblo de
Israel” (MT. 10, 1-7; MC 3,13; LC 6,12). El mensaje excluye a paganos y
samaritanos.
La formación y la
instrucción son para ser mejores, para cambiar, para ampliar nuestro horizonte.
Jesús entró en un proceso arduo de conversión y eso mismo quiere para sus
seguidores y seguidoras, que se abran al universalismo, al catolicismo. El cristianismo
en ningún momento es sectario. La salvación viene de Jesús y no de las
religiones. También fuera de las religiones hay salvación. Para cambiar de
mentalidad hay que formarnos y dejarnos instruir. Recuerdo que Jesús camino a
Jerusalén iba formando e instruyendo a aquellos y aquellas que iban a ser sus
continuadores y continuadoras después de su martirio y su posterior
resurrección. La formación cambia y amplía la mentalidad y el corazón. Jesús
como persona humana también tenía sus propias limitaciones y condicionantes: «No he sido enviado sino a las ovejas
perdidas del pueblo de Israel.» (Mt. 15, 21-29), aquí todavía no hay
universalismo en Jesús, sino privilegio para Israel como pueblo elegido.
La salvación es
para los judíos según las tradiciones presentes en el Antiguo Testamento.
Israel es la luz del mundo, si entendemos la luz como la fe y como salvación.
Recuerdo que la Samaritana de Sicar, retoma algo del mesianismo judío y su
exclusión de otros pueblos: “Nuestros
padres siempre vinieron a este cerro para adorar a Dios y ustedes, los judíos,
¿no dicen que Jerusalén es el lugar en que se debe adorar a Dios?» Jesús le
dijo: «Créeme, mujer: llega la hora en que ustedes adorarán al Padre, pero ya
no será "en este cerro" o "en Jerusalén". Ustedes, los
samaritanos, adoran lo que no conocen, mientras que nosotros, los judíos,
adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos” (Jn. 4,
7-27). La salvación ha dejado de ser algo particular, unido a un lugar
físico- cultual, con Jesús la salvación es universal y sin ataduras de ningún
tipo. Jesús es el fundador no sólo del cristianismo, sino también de la
universalidad de la salvación.
La transfiguración
es el resumen de la vida de Jesús, pero no hay transfiguración sin pasión (Mc.
9, 30-37). La misión de Jesús tiene sus raíces en la tradición
veterotestamentaria de los profetas (MT.
15, 7-14). El amor particular de Dios es universal para toda la humanidad: De
una mentalidad sectaria y nacionalista judía se da paso al catolicismo cristiano. Los seres
humanos somos por naturaleza desconfiados y miedosos. Entre amigos y amigas el
miedo no debe existir, pero estos hombre cercanos a Jesús no entendían y tenían
miedo preguntar. En el fondo de nuestros temores están presentes nuestros
intereses particulares sobre el bien común y universal.
Jesús no era
católico pero fue aprendiendo a descubrir que la salvación que Dios quiere es
para todas las personas y para todos los pueblos. Este catolicismo Jesuánico
tiene su fundamento en el Antiguo Testamento, especialmente en la alianza que
Dios hace con Abraham y que los profetas vislumbran como vocación de Israel,
como luz para las naciones: “¡Casa de Jacob, en marcha! Caminemos a la luz del
Señor” (Is. 2, 1-5).
Los y las apóstoles
experimentaron, con el resucitado, que aquel pequeño grupo tan diverso que
formó el Señor en la unidad, se convertía en un verdadero cuerpo misionero
universal. Sintieron energías nuevas para cumplir el mandato del Señor: “Jesús
se acercó y les habló así: «Me ha sido dada toda autoridad en el Cielo y en la
tierra. Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos.
Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y
enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con
ustedes todos los días hasta el fin de la historia.» (Mt. 28, 18-20).
Así comenzó la
Iglesia de Jesús a realizar su misión universal o católica. La resurrección de
Jesús nos abre al universalismo cristiano. Sólo el resucitado envía al mundo
derogando todo tipo de barrera separatista, sea nacional, cultural, religiosa,
política y racial. El Resucitado nos envía al mundo a toda la creación: «Vayan
por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación” (Mc. 15, 15); “ellos,
por su parte, salieron a predicar en todos los lugares. El Señor actuaba con
ellos y confirmaba el mensaje con los milagros que lo acompañaban” (Mc. 16,
20). Ensénenles a vivir lo que ustedes han aprendido. El cristianismo es amor
hecho práctica; es vivencia de la fe en el Señor para un mundo resucitado. La encarnación y la ascensión
son el principio y el fin de la salvación querida por Dios para toda la
humanidad. La Iglesia se universaliza
con los primeros misioneros y misioneras.
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