Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

4 de diciembre de 2012

¿Jesús fue católico?


"Nadie ha visto a Dios jamás, pero Dios-Hijo único nos lo dio a conocer". Hace unos días una comunidad que celebraba el once aniversario de su caminar cristiano me pidió un tema de formación para evaluar y profundizar su trayectoria de vida como comunidad. En este contexto una persona me preguntó si Jesús era católico. Le contesté  que no era católico, ni cristiano; que era judío y además nacionalista, pero que él como persona entró en un proceso de conversión hacia el  universalismo. En los sinópticos las instrucciones de Jesús  a sus discípulos son claras: “No vayan a tierras de paganos, ni entren en pueblos de samaritanos. Diríjanse más bien a las ovejas perdidas del pueblo de Israel” (MT. 10, 1-7; MC 3,13; LC 6,12). El mensaje excluye a paganos y samaritanos.

La formación y la instrucción son para ser mejores, para cambiar, para ampliar nuestro horizonte. Jesús entró en un proceso arduo de conversión y eso mismo quiere para sus seguidores y seguidoras, que se abran al universalismo, al catolicismo. El cristianismo en ningún momento es sectario. La salvación viene de Jesús y no de las religiones. También fuera de las religiones hay salvación. Para cambiar de mentalidad hay que formarnos y dejarnos instruir. Recuerdo que Jesús camino a Jerusalén iba formando e instruyendo a aquellos y aquellas que iban a ser sus continuadores y continuadoras después de su martirio y su posterior resurrección. La formación cambia y amplía la mentalidad y el corazón. Jesús como persona humana también tenía sus propias limitaciones y condicionantes: «No he sido enviado sino a las ovejas perdidas del pueblo de Israel.» (Mt. 15, 21-29), aquí todavía no hay universalismo en Jesús, sino privilegio para Israel como pueblo elegido.

La salvación es para los judíos según las tradiciones presentes en el Antiguo Testamento. Israel es la luz del mundo, si entendemos la luz como la fe y como salvación. Recuerdo que la Samaritana de Sicar,  retoma algo del mesianismo judío y su exclusión de otros pueblos: “Nuestros padres siempre vinieron a este cerro para adorar a Dios y ustedes, los judíos, ¿no dicen que Jerusalén es el lugar en que se debe adorar a Dios?» Jesús le dijo: «Créeme, mujer: llega la hora en que ustedes adorarán al Padre, pero ya no será "en este cerro" o "en Jerusalén". Ustedes, los samaritanos, adoran lo que no conocen, mientras que nosotros, los judíos, adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos” (Jn. 4, 7-27). La salvación ha dejado de ser algo particular, unido a un lugar físico- cultual, con Jesús la salvación es universal y sin ataduras de ningún tipo. Jesús es el fundador no sólo del cristianismo, sino también de la universalidad de la salvación.

La transfiguración es el resumen de la vida de Jesús, pero no hay transfiguración sin pasión (Mc. 9, 30-37). La misión de Jesús tiene sus raíces en la tradición veterotestamentaria de los profetas (MT. 15, 7-14). El amor particular de Dios es universal para toda la humanidad: De una mentalidad sectaria y nacionalista judía  se da paso al catolicismo cristiano. Los seres humanos somos por naturaleza desconfiados y miedosos. Entre amigos y amigas el miedo no debe existir, pero estos hombre cercanos a Jesús no entendían y tenían miedo preguntar. En el fondo de nuestros temores están presentes nuestros intereses particulares sobre el bien común y universal.

Jesús no era católico pero fue aprendiendo a descubrir que la salvación que Dios quiere es para todas las personas y para todos los pueblos. Este catolicismo Jesuánico tiene su fundamento en el Antiguo Testamento, especialmente en la alianza que Dios hace con Abraham y que los profetas vislumbran como vocación de Israel, como luz para las naciones: “¡Casa de Jacob, en marcha! Caminemos a la luz del Señor” (Is. 2, 1-5).

Los y las apóstoles experimentaron, con el resucitado, que aquel pequeño grupo tan diverso que formó el Señor en la unidad, se convertía en un verdadero cuerpo misionero universal. Sintieron energías nuevas para cumplir el mandato del Señor: “Jesús se acercó y les habló así: «Me ha sido dada toda autoridad en el Cielo y en la tierra. Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia.» (Mt. 28, 18-20).

Así comenzó la Iglesia de Jesús a realizar su misión universal o católica. La resurrección de Jesús nos abre al universalismo cristiano. Sólo el resucitado envía al mundo derogando todo tipo de barrera separatista, sea nacional, cultural, religiosa, política y racial. El Resucitado nos envía al mundo a toda la creación: «Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación” (Mc. 15, 15); “ellos, por su parte, salieron a predicar en todos los lugares. El Señor actuaba con ellos y confirmaba el mensaje con los milagros que lo acompañaban” (Mc. 16, 20). Ensénenles a vivir lo que ustedes han aprendido. El cristianismo es amor hecho práctica; es vivencia de la fe en el Señor  para un mundo resucitado. La encarnación y la ascensión son el principio y el fin de la salvación querida por Dios para toda la humanidad.  La Iglesia se universaliza con los primeros misioneros y misioneras.     

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