Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

20 de diciembre de 2012

El mundo es la tienda del encuentro.


Tu rostro Señor es como el mío, humano y cercano. Desde antiguo, Dios siempre ha venido a nuestro encuentro. En el relato de la creación Dios toma la iniciativa de hacer la creación y crear al ser humano, dándole todo de sí mismo. 

El Dios creador da todo por amor.  Dios es la fuente inagotable de la entrega y del encuentro, desde siempre.  En el relato  el hagiógrafo pone a Dios caminando en el jardín, paseando y buscando al ser humano para dialogar y compartir. Dios es presentado como un amigo.

Con Abraham  se encuentra cerca de la tienda, en Mambré, ahí nace la promesa y la alianza. Es Dios que desde siempre ha venido a nuestro encuentro (Gn.15; 18,1-8). El Dios que se le revela a Abraham es el Dios de la promesa: una tierra nueva y padre de todos los pueblos de la tierra. Es un Dios que bendice al ser humano dándole la descendencia. Es el Dios de nuestros padres y madres. El Dios de Abraham es el Dios que ama la libertad y es el Dios que ama a los seres humanos dejándoles libres para que escojan sus propios caminos.

También Dios viene al encuentro del ser humano en la vocación de Moisés, en el relato de la zarza. El Dios que se le revela a Moisés es el Dios liberador, el Dios que hace una opción preferencial por los pueblos pobres, que sufren la opresión y la miseria que generan las grandes potencias mundiales. Dios no opta ni negocia con los poderosos, ellos ya tienen sus propios dioses. Dios pone su propia tienda en nuestro campamento para que nos acerquemos a dialogar con él, él es nuestra compañía, nuestro refugio y nuestro sustento (Ex. 33,13)

Estas teofanías o manifestaciones de Dios en el Antiguo Testamento se seguirán multiplicando con los profetas: Jeremías 33, 14-16; Baruc 5, 1-9; Isaías 35, 1-10; Sofonías 3,14-18. Especialmente Sofonías presenta a un Dios que se alegra tanto de habitar entre su pueblo que su alegría contagia  a todo el pueblo y le da fortaleza en medio de las angustias y las aflixiones: "¡Yavé, tu Dios, está en medio de ti el héroe que te salva! El saltará de gozo al verte a ti y te renovará su amor. Por ti danzará y lanzará gritos de alegría como lo haces tú en el día de la Fiesta". 

Las teofanías son manifestaciones de vida y salvación para la humanidad caída, sin esperanza y oprimida. Son un regalo gratuito de un Dios amante del ser humano y preocupado por sus necesidades y sufrimientos. Este Dios que se revela siempre es el que nos va a anunciar Jesús como el rostro humano de Dios, como su palabra personal y como su manifestación definitiva. Jesús es la epifanía del Padre para toda la raza humana representada en los sabios  de oriente.

El misterio de la encarnación y la contemplación que podemos hacer de ella nos revela cómo lo infinito se hace finito, lo eterno-perecedero, lo inalcanzable-tocable, lo “alejado”-cercano, lo inmutable- mutable. San Juan expresa de manera magistral el misterio  de la encarnación, la epifanía de Dios en Jesús: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba ante Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba ante Dios en el principio.  Por Ella se hizo todo, y nada llegó a ser sin Ella. Lo que fue hecho tenía vida en ella, y para los hombres la vida era luz. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la recibieron… Ella era la luz verdadera, la luz que ilumina a todo hombre, y llegaba al mundo. Ya estaba en el mundo, este mundo que se hizo por Ella, o por El, este mundo que no lo recibió.  Vino a su propia casa, y los suyos no lo recibieron” (Jn. 1, 1-5. 9-11).

“Dios, en Jesús, se hizo hombre. ¿No es lo más ejemplar en la vida ser persona cabal?”  Tanto la cercanía de Dios en Jesús como Jesús modelo de persona humana, más cerca de Dios por su misma humanidad y humanización, es la garantía de que el verdadero encuentro con Dios  nos reorienta la vida y las decisiones que tomamos en ella. Jesús es la encarnación de Dios y la humanización de Dios. Jesús es nuestro modelo de encarnación y de humanización. Lo lamentable es que aunque Dios haya puesto su casa en medio de las nuestras preferimos seguir teniendo una vida que margina al Dios de Jesús y le abre las puertas y nuestros altares domésticos a nuestros propios dioses, porque “vino a su propia casa y los suyos no o recibieron”. “La casa de Dios es el mundo, la casa de Dios es mi casa; habita Señor en mí para que de mi corazón sólo nazcan buenos sentimientos y se ejecuten buenas acciones”.

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