Habiendo contestado la primera pregunta en el
artículo anterior, ¿CÓMO PUEDO SER BUENA PERSONA? Hoy
vamos a tratar de responder a la segunda: ¿CÓMO PUEDO SER UN BUEN SEGUIDOR O SEGUIDORA DEL SEÑOR JESÚS? Esperando dar el ancho en la reflexión
del tema principal.
Si leemos con atención y reflexionamos
con sencillez algún texto, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, ser
buena persona o buena gente no es condición necesaria para el seguimiento del
Señor, porque él llama a quien quiere y como quiere. El seguimiento de Jesús
debemos comprenderlo como camino y pedagogía de servicio.Nos vamos haciendo buenas personas en el camino.
Lo que sí es cierto es que ante la invitación al seguimiento hay
que tener total apertura y total desprendimiento de lo que somos y tenemos. Hay
desde el principio un llamado a la conversión. En el seguimiento y conocimiento
del Señor, él nos va transformando y nos va haciendo buenos y buenas, va
corrigiendo aquello que nos dificulta irnos pareciendo cada vez más a él. Hay una invitación permanente a la conversión y a la fe en el
reinado de Dios.
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se
marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:
-
Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: conviértanse y crean en el
Evangelio.
Pasando junto al lago de Galilea, vio a
Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en
el lago.
Jesús les dijo:
- Vengan conmigo y los haré pescadores de
hombres.
Inmediatamente dejaron las redes y lo
siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago,
hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las
redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y
se marcharon con Él (Marcos 1,14-20)
Jesús tiene cuatro cosas claras, según el
texto:
1. El "cumplimiento del plazo". Se había
cumplido el plazo, es decir, había llegado al final de una etapa y comenzaba
otra.
- La "cercanía
del Reino'. El centro no es Dios en sí, sino el Reino de Dios, es decir,
la forma de vivir en la que Dios se manifiesta y se hace presente. La
forma de vida que vivió Jesús.
- La 'conversión. Se
exige cambio de mentalidad, de sentimientos y de vida. Tenemos que
aprender a ver la vida como la vio Jesús. Y tener sus mismos sentimientos,
su estilo de vida, sus costumbres,
sus preferencias y su bondad sin límites.
- La 'fe’. Se
necesita tener las mismas" convicciones" en las que se expresa
la fe de Jesús como persona creyente y la fe en Jesús de sus seguidores y
seguidoras.
Desarrollemos
entonces esta segunda parte: ¿CÓMO PUEDO SER SEGUIDOR O SEGUIDORA DE JESÚS?
El
señor nos llama desde lo que somos y tenemos. Nos llama desde nuestra historia
personal y familiar. Nos llama por nuestro nombre y oficio. Nos llama desde
nuestra humanidad limitada (Pretextos) y humanidad redimida (seguimiento).
En aquel tiempo, Jesús llamó a la gente
y a sus discípulos, y les dijo:
- El que quiera venirse conmigo, que se
niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Miren, el que quiera salvar su vida la
perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará. Pues
¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué
podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence de mí y de mis palabras, en
esta generación descreída y malvada, también el Hijo del hombre se avergonzará
de él, cuando venga con la gloria de su Padre entre los santos ángeles.
Y añadió:
- Les aseguro que algunos de los aquí
presentes no morirán sin haber visto llegar el reino de Dios en toda su potencia
(Marcos 8, 34- 9,1)
Ante
el llamado de Jesús, hay muchas
respuestas, pero el texto ya señala dos tipos personas.
1- Quienes forman parte de la multitud, que lo escuchan y creen en él por las necesidades que padecen.
2- Y quienes le escuchan desde el seguimiento. Comparten su vida, sus enseñanzas, sus sentimientos y acciones. Quieren ser como su Maestro.
1- Quienes forman parte de la multitud, que lo escuchan y creen en él por las necesidades que padecen.
2- Y quienes le escuchan desde el seguimiento. Comparten su vida, sus enseñanzas, sus sentimientos y acciones. Quieren ser como su Maestro.
En
el seguimiento lo primero que endeudamos es el afecto, afecto hacia la persona
de Jesús, afecto que se entrega con libertad: “Libres para amar y amar con
libertad” El que quiera venirse con migo, es decir el afecto nos une al Señor
como sus acompañantes, amigos y amigas, seguidores y seguidoras por amor y en total libertad y determinación.
Segundo
paso en el seguimiento es la auto negación de sí mismos y de sí mismas. El yo
pasa a segundo o tercer lugar, el yo se descentraliza, deja de ser la
prioridad. El yo se hace un "soy para los y las demás". El yo se pone en función
de un ustedes para formar un nosotros y nosotras. Es vaciar el yo personal para llenarlo del "Yo
soy" jesuano, es decir, llenarnos de Dios. Dios se autoafirma como el Yo Soy.
Tercero,
el seguimiento es una invitación a la responsabilidad y a la
corresponsabilidad. No hay cristianismo sin cruz, no hay resurrección sin
sepulcro vacío. Seguir a Jesús es seguirlo con la cruz, un Jesús que se hace
solidario con los y las pecadoras, por eso seguir a alguien es un proceso. Conocer
a una persona es también un proceso y amar es también un proceso.
San Ignacio afirma que el conocimiento del Señor es algo que debemos
pedir con insistencia, para que conociéndolo más le amemos, le sigamos y le
sirvamos. Conocerlo para más amarlo y seguirlo.
Conocer
a la persona de Jesús en su vida, sus palabras
y sus acciones es el fin de los evangelios. Los evangelios son
documentos testimonios donde los cristianos y cristianas de la primera y
segunda generación nos comparten sus vivencias.
Este es el primer anuncio, al igual que a ellos y ellas, Jesús debe convertirse en mi modelo, mi medida. Si Jesús es mi medida soy una persona sin límites, porque “la medida del amor es que no tiene medida”. Si Dios es la fuente y la medida del amor entonces el amor es ilimitado.
Este es el primer anuncio, al igual que a ellos y ellas, Jesús debe convertirse en mi modelo, mi medida. Si Jesús es mi medida soy una persona sin límites, porque “la medida del amor es que no tiene medida”. Si Dios es la fuente y la medida del amor entonces el amor es ilimitado.
A- Sólo
se puede seguir a alguien que se conoce (Juan 1,35-42)
En aquel tiempo, estaba Juan con dos de
sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dijo:
- Éste es el cordero de Dios.
Los dos discípulos oyeron sus palabras
y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó:
- ¿Qué buscáis?
Ellos le contestaron:
- Rabí (que significa Maestro), ¿dónde
vives?
Él les dijo:
- Venid y lo veréis.
Entonces fueron; vieron dónde vivía, y
se quedaron con el aquel día; serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno
de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encontró primero a su hermano
Simón y le dijo:
- Hemos encontrado al Mesías (que
significa Cristo).
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó
mirando y le dijo:
- Tú eres Simón el hijo de Juan; tú te
llamarás Cefas (que significa Pedro).
Los
que se pusieron a seguir a Jesús querían ver dónde vivía. En cuanto vieron eso,
se quedaron con él. Y se convencieron de que era el Mesías. El sitio donde uno
vive indica la forma de vida que lleva. Jesús dijo que los que viven con lujo
viven en los palacios de los reyes (Mt 11, 8).
Y
eso, la clase de vida y la forma de vivir, es lo que convence y arrastra. 0,
por el contrario, lo que escandaliza y espanta a las personas. El único medio
eficaz para transmitir el Evangelio es el que puso en práctica Jesús, que no se
fijó ni en la ortodoxia ni en el poder, sino en la "ejemplaridad" de
la propia vida.
Vivir
de tal manera, que la gente vea en eso una reproducción de la forma de vida que
llevó Jesús y así "glorifiquen al Padre de cielo" (Mt 5, 16). El
centro del Evangelio no está en la
Fe , sino en la Ética; no está en la "religión",
sino en la "bondad". Una fe sin obras es una fe muerta.
B- Sólo
se puede conocer a alguien con quien deseo hacer una amistad o me ofrece su amistad
(Mc 3, 13-14)
"Y los llamó para que estuvieran
con Él
y para enviarlos a predicar"
Jesús
puso en marcha este asombroso proyecto rodeándose de un reducido grupo de
compañeros y compañeras. Eran gente sencilla y de pueblo; era gente trabajadora. Personas con poca formación, no eran sabios ni entendidos y con
muy escasos medios. Pero aquellos hombres y mujeres tenían algo fundamental: se pusieron a
"seguir" a Jesús.
Seguir
a alguien comporta dos cosas: "cercanía" y "movimiento". El
seguimiento es acompañar a Jesús. Pero no es sólo eso. Es algo más: acompañarlo
moviéndose, es decir, no estancados en el pasado, ni siquiera en el presente,
sino siempre avanzando hacia un futuro mejor, el futuro del Reino de Dios en el
mundo. En el seguimiento de Jesús es importante el amor a su persona y el deseo
de ser su amigo o amiga.
C- Sólo
se puede amar a alguien que ha logrado invadirme en mi afecto, que me ha
cambiado la vida con su cariño (Marcos 2,13-17)
En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a
la orilla del lago; la gente acudía a él, y les enseñaba.
Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo,
sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
- Sígueme.
Se levantó y lo siguió.
Estando Jesús a la mesa en su casa, de
entre los muchos que lo seguían un grupo de publicanos y pecadores se sentaron
con Jesús y sus discípulos.
Algunos escribas fariseos, al ver que
comía con publicanos y pecadores, les dijeron a los discípulos:
- ¡De modo que come con publicanos y
pecadores!
Jesús lo oyó y les dijo:
- No necesitan médico los sanos, sino
los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.
Los
publicanos o recaudadores de impuestos eran gente indeseable y odiada por la
población. Eran vividores e injustos. En Galilea, los impuestos iban a las
arcas de Herodes. Por otra parte, los publicanos no tenían sueldo. Ganaban lo
que cobraban de más a la pobre gente. O sea que eran ladrones y colaboracionistas
con el poder opresor. Era gente que aunque gozaba de bienestar económico eran marginados y rechazados.Eran personas condenadas por la Ley y excluidos de la salvación religiosa.
A esta clase de individuos
pertenecía Leví. Así y todo, Jesús no dudó en llamarlo. Jesús no se fijaba en
los "selectos". Ni en los "intachables". Jesús creía de
verdad y tomaba en serio a los despreciados y excluidos, incluso cuando la
gente tenía razones para despreciarlos y excluirlos. Jesús es más
desconcertante de lo que imaginamos.
Pero Jesús fue más lejos. No
se limitó a llamar a un "indeseable", sino que además se fue a su
casa y allí, con aquel hombre de mala fama y sus compañeros de oficio, a los
que se sumaron "muchos pecadores", organizaron una comida. Cosa que
fue vista como un verdadero escándalo y una provocación. La gente
"intachable" y "selecta" ve con frecuencia escándalos.
Porque, en aquel tiempo,
compartir la mesa era solidarizarse con los comensales, es decir, dar a
entender que uno estaba junto a ellos y se ponía de su parte. En este caso, se
trataba de gentes de mal vivir. La mesa es el signo de la comunión, es además
el signo de la opción, Jesús se pone de parte de los pecadores y pecadoras al
compartir la misma mesa.
Jesús nos comparte a un Dios
que acoge, recibe, valora y defiende a las personas excluidas. Dios hace una
opción de amor, un amor que salva y devuelve la dignidad, la libertad, y un
amor que reintegra a los y las marginadas en la mesa de la comunión.
Los "letrados
fariseos" (los maestros de la
Ley que pertenecían al partido de los más observantes de la
religión) no soportaron este nuevo escándalo. Y enseguida vino la acusación,
una tarea frecuente entre los "piadosos observantes".
La respuesta de Jesús es
fuerte. Porque afirma que él no vino al mundo para los que se ven y son vistos
como "justos" y "ejemplares", sino para que los que se ven
y son vistos como "pecadores" e "indeseables". Jesús vino a salvar, no a condenar.
D- Y
sólo se puede servir a quien se ama (Lucas 8,1-3)
En aquel tiempo, Jesús iba caminando de
ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando la Buena Noticia del
Reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de
malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena , de la que habían salido siete
demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas
que lo ayudaban con sus bienes.
Durante
bastante tiempo, se pensó que no había que conceder especial interés a este
sumario de la actividad de Jesús, especialmente al hecho de que anduviera, por
los caminos y pueblos de Galilea, acompañado de "muchas mujeres que le
ayudaban con sus bienes".
Hasta se ha dicho que esta información sobre las mujeres no merece fiabilidad. El grupo es mixto y tanto hombres como mujeres han encontrado en Jesús a un verdadero amigo, a un hombre que les ha amado y que aman con todo su ser. Un hombre humilde que hace trabajos de esclavos y les invita a imitarle
Hasta se ha dicho que esta información sobre las mujeres no merece fiabilidad. El grupo es mixto y tanto hombres como mujeres han encontrado en Jesús a un verdadero amigo, a un hombre que les ha amado y que aman con todo su ser. Un hombre humilde que hace trabajos de esclavos y les invita a imitarle
Actualmente,
sin embargo, se piensa de otra manera. Y la tendencia mayoritaria entre los
especialistas es aceptar, no sólo la verdad, sino sobre todo la importancia que
tuvieron las mujeres en la vida y en el ministerio de Jesús. Y, por tanto, en la Iglesia naciente, en la
que se conservaron y redactaron estos datos. La mujer, la discípula, la apóstol y la misionera le ha dado riqueza al quehacer de la Iglesia.
El
hecho de que mujeres casadas acompañaran establemente a un profeta itinerante,
junto a otros hombres, era en aquel tiempo y en aquella cultura un hecho
insólito y que justificaba que los maridos de aquellas mujeres las repudiaran y
se casaran con otras (J. Jeremías).
Y
más teniendo en cuenta que, por lo menos, algunas de aquellas mujeres habían
estado enfermas o endemoniadas, como indica el mismo Lucas. Llamativa particularmente la presencia de
María Magdalena en la vida de Jesús (Mc 15, 40.47 par; 16, 1 par; Lc. 8, 2; Jn.
20, 11-18; Ev. Tom. 114.1)
Además
hay que recordar también a María y Marta (Lc 10, 38-40; Jn. 11, 1-12, 11),
La
mujer que padecía hemorragias (Mc. 5, 21-43 par),
La
sirofenicia (Mc. 7, 24-30 par),
La
samaritana (Jn. 4, 7-30)
Y
la pecadora que le ungió los pies (Lc. 7, 36-50).
La mujer encorvada (Lc. 13, 10-17).
Así
como las mujeres que le observaban en la cruz (Mc. 15, 40 par).
Jesús
fue un hombre llamativamente libre, profundamente libre. Libre de los prejuicios, libre de la habladurías, libre de los comentarios familiares, libre ante el peso de la Ley, libre para llevar el evangelio de Dios. Jesús fue también profundamente humano. Rompió todos los
esquemas sociales y los convencionalismos puritanos de su tiempo y del nuestro.
Porque para él lo importante no era quedar bien, sino ser transparente, libre y
acogedor con toda clase personas.
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