Fue un día de contrastes, ayer en mi día libre. Como el día y la noche
en sus matices; el sol y la sombra en el día y, la luna y la noche en la noche.
Amaneció a penas con luz de día, más bien, parecía noche con un poco de luz
tenue, porque el cielo oscuro humedecía la tierra con su llanto.
El clima ya no era agresivamente caluroso, sino fresco, húmedo y con brisa. Voy por la carretera de madrugada hacia el Zonte, un amigo me hizo el favor de conducirme. Contemplo con alegría todo lo que Dios me va revelando a su paso: “Los cielos cuentan la gloria del Señor, proclama el firmamento la obra de sus manos. Un día al siguiente le pasa el mensaje y una noche a la otra se lo hace saber. No hay discursos ni palabras ni voces que se escuchen, mas por todo el orbe se capta su ritmo, y el mensaje llega hasta el fin del mundo" (Sal. 19 (18), 1 – 8)
El clima ya no era agresivamente caluroso, sino fresco, húmedo y con brisa. Voy por la carretera de madrugada hacia el Zonte, un amigo me hizo el favor de conducirme. Contemplo con alegría todo lo que Dios me va revelando a su paso: “Los cielos cuentan la gloria del Señor, proclama el firmamento la obra de sus manos. Un día al siguiente le pasa el mensaje y una noche a la otra se lo hace saber. No hay discursos ni palabras ni voces que se escuchen, mas por todo el orbe se capta su ritmo, y el mensaje llega hasta el fin del mundo" (Sal. 19 (18), 1 – 8)
El Zonte está ahí_ a la vuelta de la curva_ solo, fresco y húmedo. Nacen
en el día las nuevas palabras, palabras de saludo y educación, las personas se
encuentran y se saludan con un “buenos días”. Esta práctica en las urbes casi
se ha perdido. El Zonte me espera sin saberlo porque no se mueve, es un lugar
fijo. En el Zonte comienza mi día de descanso. La espera es el principio del
encuentro y la felicidad; veo las montañas al fondo del horizonte y comprendo que: “ Antes que fueran engendradas las montañas, antes
que nacieran la tierra y el mundo, desde siempre y para siempre, tú eres Dios”
(Sal 89, 2-4).
Mi amigo aparece por el camino aprisa y con una gran sonrisa, parece que
así se describe un encuentro. Nos saludamos y abrazamos, caminamos a la par en
dirección al pick up que nos espera. La alegría es tanta que no dejamos de
expresarnos. El Pick up es rojo enlodado, parece que el invierno ha llegado. Es
increíble voy de descanso al campo, los pulmones se me llenan de felicidad y
aire fresco mañanero. El rocío de la mañana es una acción de gracias al Creador
por todas sus bondades:“¡Oh Señor, nuestro Dios, qué grande es tu nombre en toda la tierra! Y tu gloria por encima de los cielos… Al ver tu cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has fijado, ¿qué es el ser humano, para que te acuerdes de él? ¿Qué es el hijo de Adán para que cuides de él? Un poco inferior a un dios lo hiciste, lo coronaste de gloria y esplendor”. (Sal.8, 1-8).
Comienza la ruta, el amanecer me va descubriendo la novedad en la
diversidad de situaciones y de paisajes: La calle enlodada y resbaladiza, los
piñales enfilados a la orilla de la calle haciendo guardia, las piedras por
todos lados invadiendo la mirada y no digamos las quebradas que aparecen de
repente, anunciando barro atascado. Seguimos la ruta, los perros laten y mueven
sus colas de alegría, las gallinas cacarean por el patio, los cerdos “secos” y
mal olientes en los lodazales refrescantes se dan la gran vida; el río sigue su ruta, caminante inagotable
siempre hacia abajo, nunca hacia arriba.
En las casas campesinas ya despertó la vida, el humo de las cocinas
anuncia el olor a comida recién hecha y calientita, el olor a la tortilla de comal
es imperdible y el aroma de ese negrito madrugador con olor a café. Las vacas
en el corral o cerca de las casa esperando ser ordeñadas, los niños descalzos y
sin ropa aparen viendo hacia la calle donde va a pasar el pick up que nos
traslada, sin detenerse. La realidad de la tierra, de nuestra tierra es que en
todo está presente somos de ella y no podemos vivir sin ella: “Enséñanos lo que valen nuestros días, para que adquiramos un corazón sensato...Que la dulzura del Señor nos cubra y que él confirme la obra de nuestras manos” (Sal. 90 (89))
El camino avanza en dirección contraria al río, el río va hacia el mar y
nosotros vamos hacia la montaña. Siberia en las alturas de la montaña, cantón
de Chiltuipán, municipio de La Libertad. La noche sin ruido va llegando a los
hogares, invade el campo como sábana de silencio. La noche tan bella como todas
las noches, aparecen las luciérnagas jugando “escondelero”, se apagan y
encienden en otro sitio, los grillos no dejan de gritar, chillar, llorar y
relajear. La noche oculta las cosas, oculta los amores, la noche desarrolla el
sentido del tacto, el roce de los cuerpos. La noche nos invita al descanso, a
recuperar fuerzas e ilusiones.
Amanece en Siberia, el agua fresca de Siberia termina de despertarme, el
olor de la naturaleza mojada por la lluvia se parece al aroma que deja Dios
cuando camina por el campo, visitando los amores sencillos, humildes y
acogedores de sus predilectos los pobres del Campo. La humildad no se compra,
se vive y hay que revestirnos de ella continuamente: “Revístanse de humildad unos para con los otros, porque Dios resiste a
los orgullosos, pero da su gracia a los humildes. Humíllense, pues, bajo la
poderosa mano de Dios, para que, llegado el momento, él los levante. Depositen
en él todas sus preocupaciones, pues él cuida de ustedes.” (1 Pedro 5,
5b-7).
Amanece en Siberia, vamos camino abajo iluminando con lámpara el camino
abajo; Siberia se queda atrás en silencio, a penas visible. El Regadío nos pone
en dirección al Zonte, puerta hacia la Libertad. Aparece el silencioso que no
duerme, el mar. El mar se mueve y sus oleajes hechos espumas cambian el
horizonte. La montaña con olor a naturaleza silvestre se ha quedado atrás, el
olor y la humedad del mar abren los poros de todo el cuerpo. La costa es la
costa, los restaurantes a la orilla de la litoral, las veraneras multicolores,
las entradas a las playas El Zonte, El
Palmar, El Zunzal, El Tunco, El Majahual, San Blas, Conchalío y finalmente
nuestro puerto al que todos y todas queremos llegar: La Libertad. La libertad es ésta: “La voluntad de Dios respecto de ustedes es que, obrando el bien,
acallen la ignorancia de los imbéciles. Sean libres, pero no hagan de la
libertad un pretexto para hacer el mal. Sean libres como servidores de Dios”
(1Pedro 2, 15-16).
Finalizó mi día de descanso, mi espíritu retirado vuelve al trabajo
cotidiano, mi espíritu vuela, desde la costa a la montaña donde Siberia Sur me
espera siempre con los brazos abiertos y con su rostro sonriente. Gracias Señor
por la acogida y la atención que he recibido entre los y las pobres. Todo me
salió como “anillo al dedo”, pero desde hoy_ escuchando con respeto la
conversación que no es conmigo, cuando todo sale bien_ incorporo la versión
campesina de este dicho urbano: Todo me salió como anillo en trompa de chancho”,
como lo escuché bajando de Siberia.