Después de haber concluido su
obra creadora Dios descansó en el séptimo día: “Así estuvieron terminados el cielo, la tierra y todo lo que hay en
ellos. El día séptimo Dios tuvo terminado su trabajo, y descansó en ese día de
todo lo que había hecho. Bendijo Dios el
Séptimo día y lo hizo santo, porque ese día descansó de sus trabajos después de
toda esta creación que había hecho (Gén. 2, 1-3). Además del Sabbat como
creatura obra de Dios, que obliga al ser humano a descansar como derecho humano
y como derecho divino, el sábado es la conclusión de la obra creadora en siete
días. Siete es el número de la perfección, la creación es perfecta. El himno cúltico
de la Creación es estructurada en siete días, es una creación perfecta. Trabajo
y descanso van juntos.
Sabbat significa descanso.
Sábado era el día de descanso mandado por Dios: “Acuérdate del día del Sábado, para santificarlo” (Éxodo. 20, 8), “Pues
en seis días Yavé hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en ellos, y el
séptimo día descansó (Éxodo. 20, 11). Por eso bendijo el Sábado y lo hizo
sagrado”. Violar el sábado, no guardarlo era motivo de muerte: “Yavé dijo a Moisés: «Habla a los hijos de
Israel y diles: No dejen de guardar mis sábados; guarden el sábado porque es
sagrado para ustedes. El que lo profane morirá; el que trabaje en ese día será
borrado de en medio de su pueblo. Seis días se trabajará, pero el día séptimo
será un Gran sábado consagrado a Yavé. El que trabaje el día sábado morirá. Los
hijos de Israel observarán el sábado de generación en generación y lo
celebrarán: éste ha de ser un compromiso perpetuo conmigo. El sábado será entre
yo y los hijos de Israel una señal perpetua, pues Yavé hizo los cielos y la
tierra en seis días, y el séptimo descansó y respiró. (Éxodo 31, 12-17)
El Sabbat es una institución,
es una norma imborrable y se podía morir a causa de violarla, pero no todo el
mundo lo practicaba, unos lo guardaban para hacer el bien y otros por
compromiso pues alteraba sus ganancias y sus negocios. ¿Qué se hará en día
sábado? No trabajar, no encender fuego en las casas, ayunar, respetar al
padre y a la madre, asistir a la asamblea, hacer penitencia, no comerciar, ni
vender ni comprar; perdonar las deudas, no hacer ninguna actividad en tiempos
de guerra o de paz, entre otras: “Después
del sábado distribuyeron una parte del botín a los que habían sufrido la
persecución, a las viudas y a los huérfanos; el resto se lo repartieron entre
ellos y sus hijos. (2 Macabeos 8, 28).
“Jesús acudía a las sinagogas
o escuelas de de la Palabra que había en cada pueblo judío, para enseñar a la
gente que cada sábado se reunía a escuchar y leer la escritura”. Pero también
en sábado Jesús libera a los seres humanos oprimidos como la mujer encorvada
que tenía dieciocho años de padecimiento. Un espíritu la encorvaba cada día más
(Lc. 13, 10-17). Lo que mueve a Jesús es la compasión hacia esa víctima del mal
y de la sociedad. La enfermedad que padece la va encorvando y la va sometiendo: “En aquel tiempo las
mujeres se quedaban en la entrada de la Sinagoga o en un lugar aparte,
separadas por una reja. Ellas eran seres humanos de segunda clase y se contaban
entre las posesiones del varón. Estaban atadas a una sociedad que las ponía en
último lugar y doblegadas por un sistema que no les daba alternativas para valorarse a sí
mismas”.
Jesús se proclama Señor del Sábado (Mt. 12,1-12), según
esta afirmación, Jesús es Dios, no está sometido a la norma del sábado, como hijo
de Dios retoma el designio de Dios Padre en el Antiguo Testamento cuando es
creado todo cuanto existe y Dios descansa el séptimo día. Como ciudadano judío le
da el sentido profundo que tiene el descanso en la Ley de Moisés: “El sábado está hecho para el hombre y no el
hombre para el sábado” (Mc. 2, 23-28). “Pero para los judíos esta era una
razón más para matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía
igual a Dios, llamándolo su propio Padre”.
La ley debe liberar, no
oprimir y sobre todo con un mandato que viene de Dios que ama al ser humano y
respeta su libertad. EL sábado fue hecho para hacer el bien, no para hacer el
mal: “Después les preguntó: « ¿Qué nos
permite la Ley hacer en día sábado? ¿Hacer el bien o hacer daño? ¿Salvar una
vida o matar?» Pero ellos se quedaron callados” (Mc. 3 ,2-4); se quedan
callados porque Jesús tiene la razón y no está violando un mandato sagrado, en
cambio en el corazón de sus adversarios hay maldad, malos sentimientos y malas
acciones.
Antes de la resurrección de
Jesucristo y antes de la conversión de los judíos al cristianismo el sábado era
el día de descanso pero con el
resucitado se pasa del “día de descanso” al “día del Señor”, que es lo que
significa domingo. Celebrar la resurrección de Jesucristo es mucho más
importante que celebrar el día de descanso. Los cristianos y cristianas no
somos sabáticos, pero sí es un derecho de toda persona descansar un día a la
semana. El descanso y la recreación es un derecho humano. Las sanaciones en
sábado parecen acentuar la postura de Jesús y de las primeras comunidades
cristianas sobre la observancia sabática. Jesús no menosprecia la Ley sabática,
pero la vuelve al sentido original y es que el sábado debe estar al servicio de
la liberación de la persona.
En los evangelios,
especialmente en los sinópticos, Jesús está al servicio de la liberación y no
de la opresión; al servicio de la vida y no de la muerte, de la gracia y no del
pecado. Jesús sana en sábado, en el día dedicado al Señor Dios de la vida, creador
del universo, Dios liberador y Dios que hace un pacto con su pueblo. Jesús sana
dentro y fuera de la sinagoga en sábado. Según en la versión del Evangelio de
San Lucas Jesús cura en la sinagoga de
Cafarnaún a un poseso (Lc. 4, 31-37), a
un hombre hidrópico, es decir, un hombre
que acumula agua en los tejidos celulares (Lc. 14, 5) y un hombre paralítico (Lc. 6, 6). Ante la Ley
y ante las interpretaciones que los maestros hacen de ella, Jesús es un hombre
de convicciones religiosas, valiente ante sus detractores y libre de espíritu. “Las
personas enfermas encarnan la situación de la sociedad judía, oprimidas por los
legistas, Jesús libera de ese yugo insoportable. “Hacer el bien al prójimo o a
la prójima no puede violar ninguna Ley de Dios”.