Difícilmente encontramos en los
seguidores y seguidoras del Señor Jesús hombres y mujeres que estén llenos de
vida, alegría y sentimientos positivos para dar, compartir, dignificar, liberar
y que sean también portadores y portadoras de buenas noticias. Jesús experimenta y
comparte a un Dios de vida, compasión, alegría y dignificación del Ser humano,
como lo experimentaron y anunciaron algunos profetas en el Antiguo Testamento.
Jesús es heredero de esta experiencia, de esta tradición de anuncio,
misericordia y reconciliación (Mateo 9,18-26). Por Jesús, el cristianismo es humano céntrico.
Dios nos enamora, nos habla al
corazón, nos seduce con su ternura. Dios se casa con la humanidad en derecho y
en justicia. Ama a su pueblo como un hombre enamorado ama a su esposa, como un
padre tierno ama a sus hijos e hijas, como un amigo ama a sus amigos y amigas.
El vínculo entre Dios y la humanidad es un vínculo de amor, no de terror. La relación que Dios quiere con todos y todas
es de “cercanía confiada”, no de “distancia temerosa”. La cercanía confiada es
una relación sana con Dios. La distancia temerosa es una relación terrorífica
con un ídolo y Dios no es un ídolo (Oseas 2,16.17b-18.21-22)
Esta "cercanía confiada" tiene sus
cimientos en el amor, el derecho, la justicia, la misericordia, la compasión y la
fidelidad, porque Dios es un Dios clemente y misericordioso. Dios es así, pero
no siempre lo experimentamos así, por lo tanto tampoco lo presentaremos así.
Dios no es buena Noticia para quienes nos escuchan, no por su naturaleza, sino
por nuestras distorsiones doctrinales. “El Señor es clemente y misericordioso,
lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso
con todas sus criaturas” (Sal. 144, 8-9). El Señor Jesús no quiere que andemos
por la vida llenos o llenas de vergüenza. Él es fuente de vida, salud y dignidad.
Es asombroso Jesús cuando con la
suavidad de la verdad nos envuelve con sus palabras. Esa verdad no lastima, no
hiere, no descalifica. La verdad es suavidad en la palabra y aceptación cariñosa de cómo somos, porque así nos anima
Jesús: "ánimo tu fe te ha curado". Los milagros fortalecen mi fe, pero no son
condición para ella, pero mi fe me hace descubrir los milagros cotidianos del
amor incondicional de Dios como en el caso de la mujer con flujo vaginal. Quizá
sea más llevadero el rechazo social, aunque no es humano ni cristiano, que la condena religiosa, la condena ritual,
la exclusión de la salvación, que algunas religiones pregonan a los cuatro vientos. “El mayor sufrimiento de esta mujer con pérdidas
de sangre no era su enfermedad, sino el hecho de tener que vivir en estado de
impureza ritual. No podía convivir con los suyos como una mujer sana. Se sentía
humillada, más alejada del Dios santo que los demás” (J. A. Pagola).
Jesús es un hombre de mística.
Entendiendo como mística no una evasión de la realidad humana, no un vivir lo
espiritual como algo separado de lo material, no como enajenación, sino como el
marco de la realidad que no se agota en ella misma, sino que va más allá de sus
limitaciones; es el más de la realidad. Es ver con los ojos de Dios la realidad
humana y del mundo.“El Evangelio nos presenta a Jesús
dando vida, felicidad, motivos de gozo, alegría y sentimientos positivos a
quienes se ven privados de todo eso. Así
entendió Jesús la vida. Así presentó sus convicciones, su ética, su
espiritualidad y su mística” (J. A. Pagola).
Jesús le sonríe a la vida, sonríe
con todos aquellos y aquellas que después de conocerlo encuentran en sus vidas
motivos positivos para seguir sonriendo con los y las demás, extendiendo la
buena noticia a personas y circunstancias poco gratas y poco acogedoras. Jesús
haznos ser personas llenas de vida, alegría y sentimientos positivos. Como
dice el canta autor Víctor Lidio Jara en su "plegaria a un labrador": “Levántate y mira la
montaña, de donde vienen el viento, el sol y el agua; tú que manejas el curso
de los ríos, tú que sembraste el fuego en mi alma…” Seamos personas sonrientes, alegres y que dignifican a otros y otras en el trato cotidiano, como Jesús de Nazaret.
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