A diferencia de los demás
evangelistas y quizá porque su comunidad está formada en gran parte por judíos
convertidos al cristianismo, Mateo presenta a Jesús como Maestro, como Rabí.
Jesús es Maestro por vocación, no por profesión y este leve elemento hace la
diferencia entre Jesús y los maestros de la Ley de su tiempo. En el tiempo de
Jesús había muchos maestros pero pocos pastores.
Los maestros enseñaban
la ley y los profetas pero eran pocos los que compartían su vida y su tiempo
con las personas pobres y enfermas, con las ovejas perdidas de Israel, siendo
Dios el gran buen pastor de Israel (Gen. 48,15; 49, 24; Is. 14, 30; 49, 10; 58, 11;
61,5; Ez. 34, 13-14; Sal. 23,
1-6; 80, 1-20). Dios es pastor de Israel
porque enseña, instruye, corrige, conduce y salva (Is. 49, 11). Los pastores en
Israel son los reyes, los sacerdotes y los profetas, aquellos que han sido
ungidos, escogidos para una misión. Estos ungidos son mesías salvadores, son
Cristos, pero no siempre están al servicio de los y las pobres del país.
Jesús es Maestro- Pastor. Ser
maestro por vocación es tener la enseñanza como un don de Dios, la persona vive
lo que enseña, cree lo que enseña y su
vida es fuente de lo que enseña. Es un pastor que dedica su tiempo, todo su
tempo, a sus ovejas, aquellos y aquellas que se le han dado como
responsabilidad primera. El Maestro Pastor no agrede verbal o físicamente, no
amenaza, no lastima, no se aprovecha, va siempre al frente, defiende, salva,
recupera y se llena de felicidad cuando encuentra lo perdido. El Maestro Pastor
da su vida día a día y en silencio. La persona enseña con su vida.
El Maestro por Profesión es una
persona asalariada, le importa y le mueve su salario, su pago. Para este maestro _mal
pastor_ por profesión, sus ovejas sólo son un número, sólo son un medio para
alcanzar un fin; sólo son un pretexto
para su sobrevivencia; no le importan sus ovejas ni sus circunstancias; es
agresivo, despectivo, arrogante y las abandona con facilidad. Las tira a la
calle, las arrastra fuera del aula, del redil; las deja abandonadas en el
campo, no las busca, no las ama, no las contempla, no hace el mínimo sacrificio
por ellas, es más las ovejas deben buscarlo, llamarlo y darle hasta su propia
piel para que se sienta feliz. La persona enseña por un salario.
Jesús es el Mesías que pastorea,
es el Mesías esperado por los pobres y enfermos, por eso Jesús es adviento para
quienes esperan tener una última oportunidad, no así para los aristócratas, ni
ricos. Jesús como buen pastor es Maestro de la compasión, de la misericordia y
de la solidaridad. Mateo presenta a Jesús caminando por el lago de Galilea subiendo el monte; subir el
monte es caminar hacia la presencia de Dios, es estar en la soledad para escuchar su voz como
la oveja escucha la voz del pastor; estar más cerca de Dios y entrar en
comunión con él es para hacer su voluntad. El discípulo y la discípula deben
saber escuchar las enseñanzas del maestro, apropiárselas y compartirlas con su
vida y en su vida diaria: “Los colocaron a los pies de
Jesús y él los sanó” (Mt. 15, 30b). Jesús no sólo les
cura, sino que restablece las condiciones de vida que les han sido negadas;
hace vida con ellos y ellas; les acoge en su grupo tanto que a los tres días
escasea la comida.
¿Para qué quiere Jesús estar más
cerca de Dios? Para enseñar los caminos hacia Dios, para enseñar la mística de
su vida, su visión y su experiencia a
aquellos y aquellas que quieren seguirle en la tierra hacia el cielo, por eso
constantemente está dirigiendo su palabra y sus enseñanzas a sus discípulos y
discípulas. El discipulado se expresa ubicándose a los pies del Maestro y San
Mateo dice que la gente lleva ante Jesús a personas enfermas y que las colocan
a sus pies y él las cura. Las personas nombradas son personas que sufren alguna
deficiencia, son personas tullidas, ciegas, lisiadas, sordomudas y muchas más.
En Jesús hay una preocupación evidente por las personas enfermas porque si
recuperamos la salud somos personas felices y él quiere nuestra felicidad: “De allí Jesús volvió a la orilla del mar de
Galilea y, subiendo al cerro, se sentó en ese lugar. Un gentío muy numeroso se
acercó a él trayendo mudos, ciegos, cojos, mancos y personas con muchas otras
enfermedades” (Mt. 15, 29-30a).
Jesús es Maestro de la compasión
porque siente el dolor ajeno y hace algo para remediarlo. La compasión es vivir
la pasión, el sufrimiento y el dolor de la otra persona, es preocuparse por las
necesidades ajenas sean internas o externas; sea carencia de salud o carencia
de alimento, de pan: “Jesús llamó a sus
discípulos y les dijo: «Siento compasión de esta gente, pues hace ya tres días
que me siguen y no tienen comida. Y no quiero despedirlos en ayunas, porque
temo que se desmayen en el camino.» (Mt. 15, 32). La sabiduría de Jesús, su sentido común y su capacidad de ubicarse en la situación de
la otra persona lo hace ser Maestro de la compasión. ¡Cuidado! La compasión no
nos da derecho de irrumpir en la vida y las decisiones privadas de las personas
necesitadas (Mateo 9,27-31).
Jesús es Maestro de la
misericordia porque cree en un Dios misericordioso, que hace salir su sol sobre
buenos y malos y caer su lluvia sobre justos e injustos. Dios ama sin hacer
distinciones. El amor- misericordia es un amor que libera por amor, es un amor
liberador, sanador, es un amor que reincorpora, que reestructura y que
reedifica a la persona. El amor hecho misericordia es un amor que se hace
acción, gestos y obras concretas. El amor misericordia es el amor que ama a los
no amados, perdona a los imperdonables, sana al insano etc.: “La gente quedó maravillada al ver que
hablaban los mudos y caminaban los cojos, que los lisiados quedaban sanos y que
los ciegos recuperaban la vista; todos glorificaban al Dios de Israel “(Mt. 15,
31).
Jesús es Maestro de la
solidaridad, toda su vida es una solidaridad con las personas que sufren.
Sufrimos por carencia de salud y por los recursos que necesitamos para
recuperarla, también sufrimos por no tener lo necesario para alimentarnos cada
día por la pobreza que embarga a la
humanidad insolidaria. Jesús hace el milagro de unir a las personas en sus
diferencias y de hacerlas sentar en las mismas condiciones de igualdad. El
mundo es el gran banquete del Reino donde todos y todas podemos alimentarnos
sin arrebatarle a nadie su propio alimento: “En
aquel día, preparará el Señor de los Ejércitos, para todos los pueblos, en este
monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares
enjundiosos, vinos generosos…” (Isaías 25,6-10a) Jesús cree y realiza la utopía de Dios.
Jesús hace sentar a la gente en
grupos para compartir, sin complejos de ningún tipo, porque independientemente de la condición social, racial, de género o religiosa, comparten la misma
necesidad: Les hermana el hambre, la pobreza,
la carencia de alimentos; “lo que no admite duda es que a Jesús le preocupaban
mucho dos cosas: 1º. La salud de los enfermos. 2°. El hambre de los pobres”.
Debemos “hacer lo que esté a nuestro alcance para que la gente sufra menos y
sea más feliz”.