Jesús siempre tuvo su
autoestima alta aunque hubo mucha gente y pasó muchas situaciones en las que
recibió burlas, desprecios, críticas, desaprobaciones sociales. En muchas
ocasiones Jesús recibió Bullying. Jesús siempre fue un hombre de pueblo, un
hombre bueno, honrado, sencillo, trabajador y sabio, que nunca se avergonzó de
sus orígenes campesinos _él no trabajó la tierra pero viene de la región más
agrícola de Palestina_ de sus orígenes humildes. Él era el hijo del carpintero
del pueblo, del artesano, del que se ganaba la vida con el sudor de su frente,
de aquel del que dice el canto que “el pan es más pan, cuando ha habido
esfuerzo”.
Jesús no sólo fue un hombre de
pueblo, no sólo fue el nazareno, como le decían a los de Nazaret, cuando
viajaban a la capital o iban a otros pueblos vecinos; también era un hombre que
optó por el pueblo, por las personas excluidas, despreciadas, por los y las
“nadies”; optó por las personas
ignorantes, humilladas, enfermas, minusvaloradas; sintió compasión por el
pueblo pobre, que andaba perdido, enfermo, descarriado, herido y lastimado.
Sintió compasión por las ovejas perdidas de Israel.
Por amor Jesús optó por la
periferia, se hizo hombre de periferia, se hizo un hombre marginal y se
autoexcluyó de los centros de poder y los centros de sabiduría; no fue un
ignorante y no hizo del conocimiento una herramienta para someter. Vuelve a su
pueblo, a su aldea, no para buscar “reconocimiento social”, sino para hacer la
"Voluntad de Dios", y un día sábado, un día sagrado, un día santo y de descanso, encontró en la
Palabra de Dios, en el profeta Isaías, su vocación misionera y mesiánica,
encontró el rumbo de su vida: “-Sólo en
su tierra y en su casa desprecian a un profeta. Y no hizo allí muchos milagros,
porque les faltaba fe”. No tienen fe en Jesús, en su persona ni en su
doctrina, y tampoco en sus enseñanzas.
El Evangelio de Mateo, nos
señala los orígenes sencillos y humildes de Jesús, poniendo en boca de sus
paisanos una serie de interrogantes, porque Jesús para ellos se había
convertido en piedra de escándalo: “- ¿De
dónde saca éste esa sabiduría y esos milagros? ¿No es el hijo del carpintero?
¿No es su madre María, y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? ¿No viven
aquí todas sus hermanas? Entonces, ¿de dónde saca todo eso? Y aquello les
resultaba escandaloso”. Les escandaliza que un hombre de pueblo, de aldea y
de Nazaret, pueda salir un “alguien” como Jesús, sabio y con el don de curar
todo tipo de dolencias. Esto que escandaliza a los Nazarenos es porque creen
saber quién es Jesús y esto no les permite aceptar a alguien distinto de lo que
conocen.
La grandeza del ser humano no
está en los títulos, ni en su capacidad de almacenar información leídas, sino en su humanidad, su humanización, su capacidad
de servir, de ser cercano, compasivo y de amar sin exclusivismos y sin
exclusiones. Jesús es grande por todo ello y porque se hizo por opción un
marginado en una sociedad marginadora; un rechazado en una sociedad elitista y
güetista; un pobre por opción en medio de los pobres por exclusión. Quizá,
Jesús no tuvo grandes estudios y menos estudios especializados como un escriba,
pero logró transmitir su experiencia de Dios a multitudes por el amor que
irradiaba, por su humildad y sencillez de vida:”Por eso todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos
es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y
cosas antiguas” (Mt. 13, 52). En la
interpretación que se hace de este versículo, “Jesús habla del discípulo que ha pasado a ser maestro de la Ley, es
decir que es capaz de instruir a los demás. Este, al meditar constantemente las
parábolas de Jesús, sacará de ellas enseñanzas siempre nuevas y adaptadas a
nuevas circunstancias”.
El escándalo que provoca Jesús
entre la gente de su pueblo es por su sabiduría y por sus milagros, la duda de
esa gente, tanto en la persona como en la enseñanza de “ese” o “éste”, les hace
ser personas sin fe, aunque sean muy religiosas y muy conocedoras de la
escritura. “Para el pueblo judío la
sabiduría y los milagros eran atributos de los letrados-los escribas-, o
sacerdotes, o, en cualquier caso, de gente considerada experta, que había
dedicado muchos años de su vida a estudiar junto a algún maestro reconocido”.
Jesús es un hombre común y corriente; es un hombre extraordinario en un mundo
ordinario que no lo reconoce porque conocen sus orígenes humildes, conocen a sus
parientes. Para los de Nazaret, Jesús no deja de ser uno de sus iguales: “En aquel tiempo, fue Jesús a su ciudad y se
puso a enseñar en la sinagoga”.
Jesús aprendió de la sabiduría
popular, aprendió de la experiencia; la vida cotidiana fue su escuela. Se dejó
empapar de la realidad de su pueblo, de la geografía, de la naturaleza, de los
cultivos, de los distintos tipos de trabajos que realizaban en su tiempo, de la
vida cotidiana de las mujeres, de la hipocresía religiosa, del abuso de poder
de los grandes; aprendió de los niños y niñas con su espontaneidad, su
desapego, su alegría y su capacidad de perdonar siempre. Jesús sabía lo que
hacía un pastor, un sembrador, un pescador, un comerciante, un viñador; sabía
lo que hacía una mujer en la casa, limpiarla, amasar la harina para el pan
diario; aprendió de la cultura galilea, de los profetas de su época; aprendió
de las conversaciones, de las discusiones; aprendió de la historia de su pueblo
tan llena de heridas y cicatrices; aprendió de los samaritanos, de los
cobradores de impuestos, de los pescadores, de los letrados y maestros de la
ley etc. Aprendió siempre, porque era un hombre de apertura a lo nuevo y de
reflexión de lo viejo; sabía que el vino nuevo no debe echarse en odres viejos
porque se echan a perder ambos.
Jesús no escandaliza solamente
porque “aprende del pueblo”, sino porque se dedica a la enseñanza de ese pueblo
“enfermo e ignorante”, maldecido por Dios porque no conocen ni viven según la
Ley de Moisés; escandaliza porque los “pequeños y humildes” lo reconocen como
profeta y no los “sabios y entendidos”; es un profeta que ha nacido de las
entrañas de su pueblo, su fama, su aceptación es generalizada y arrastra
multitudes. Jesús con su vida, su ejemplo y su sabiduría se vuelve un hombre
peligroso para los grandes, sabios y poderosos que “tiene la sartén por el
mango” y no lo piensan soltar. Leer Jn. 9, 1-41.