Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

8 de junio de 2013

El Levirato (Dt. 25, 5-10).

El Antiguo Testamento antes de ser considerado antiguo en complementariedad con el Nuevo, _es decir, con los escritos que a partir de la experiencia de vida de Jesús de Nazaret, el resucitado, formaron la Biblia Cristina,_era  y sigue siendo la Biblia hebrea o Tanaj judía. 

Biblia es una palabra de origen griego y significa literalmente «los Libros», o biblioteca. Del griego, ese término pasó al latín, y a través de él a las lenguas occidentales, no  como nombre plural “los libros”, sino como singular femenino: la Biblia, es decir, el Libro por excelencia. Con este término se designa ahora a la colección de escritos reconocidos como sagrados por el pueblo judío y por la Iglesia Cristiana.

La Biblia es el conjunto de los libros sagrados del cristianismo y el judaísmo: la Biblia judía sólo contiene los textos que en la Biblia cristiana forman el Antiguo Testamento. Hay que considerar que antes del surgimiento del Cristianismo, movimiento iniciado por Jesús en la Palestina del Siglo I, ya existían dos cánones del que los cristianos y cristianas llamamos Antiguo Testamento  y los hebreos  Antigua Alianza: “La vinculación de la palabra latina “testamentum” con el hebreo “berit” (lazo de unión), «pacto» o «alianza» aunque es distinta adquiere un significado homogéneo.

El término hebreo berit se tradujo al griego con la palabra diatheke, que significa «disposición», «arreglo», y de ahí «última disposición» o «última voluntad», es decir, «testamento». La palabra griega diatheke fue luego traducida al latín por testamentum, y de allí pasó a las lenguas modernas. Por eso se habla corrientemente del Antiguo y del Nuevo Testamento. Antes de Cristo hay dos Antiguos Testamentos: El Canon corto o Palestinense ( s. VI a de C.) y el Canon largo o Alejandrino, llamado también canon de los setenta (s. II a de C). Ya desde el comienzo y por muchos siglos los judíos que regresaron del destierro y los que se quedaron en la diáspora, sobre todo en la ciudad de Alejandrina, fua asimilado como propio por Jesús y los cristianos y cristinas del primer siglo y que posteriormente la Iglesia aceptó como inspirados, estas colecciones del Antiguo Testamento tuvieron grandes diferencias en cuanto a la canonicidad de algunos escrito.

El canon corto o palestinense contiene 39 libros y el canon alejandrino 46. Del canon palestinense surge el canon de Yammia (por la ciudad Palestina donde se elaboró a finales del s. I d de C ) y posteriormente el Canon Protestante elaborado por Lutero en el siglo XVI (1534). El canon alejandrino le dio vida a la Vulgata, la primera traducción del Antiguo y Nuevo Testamento del griego al latín.  “El latín era para ese entonces el idioma común en el mundo Mediterráneo.  Así, la primera traducción de la Biblia del griego al latín fue hecha por San Jerónimo y se llamó la "Vulgata"  en el año 383 d. de Cristo. El Concilio de de Roma (382), Hipona (393) y el Concilio de Cartago, en el año 397 y 419 d. de C., confirmaron el canon Alejandrino o de los Setenta, con 46 libros para el Antiguo Testamento.  Además fijaron el canon del Nuevo Testamento con 27 libros. El Cristianismo define su canon y se distancia del Judaísmo. En este siglo todavía no existe el protestantismo, solo el catolicismo cristiano.

La Biblia fue escrita en muchos siglos, en una mentalidad y en una cultura distinta de la nuestra, por eso hay cosas  que violentan nuestro modo de pensar, sentir y actuar cuando la leemos; este es el caso de la “Ley del levirato”. El levirato “ tiene como  finalidad perpetuar la descendencia masculina de la familia y mantener el patrimonio de la misma” (Gn. 38 y Rut 2, 20; 3,7.12). El matrimonio no está en función del amor y de la procreación de los hijos e hijas que Dios les dé, sino en función de intereses económicos y de honor familiar. Levirato viene del latín Levir = cuñado.

La ley del levirato la encontramos básicamente en el Pentateuco o cinco primeros libros, llamada Ley o Torá: “Si dos hermanos viven juntos y uno de ellos muere sin tener hijos, la mujer del difunto no irá a casa de un extraño, sino que la tomará su cuñado para cumplir el "deber del cuñado". El primer hijo que de ella tenga retomará el lugar y el nombre del muerto, y así su nombre no se borrará de Israel. En el caso de que el hombre se niegue a cumplir su deber de cuñado, ella se presentará a la puerta de la ciudad y dirá a los ancianos: «Mi cuñado se niega a perpetuar el nombre de su hermano en Israel, no quiere ejercer en mi favor su deber de cuñado.» Entonces los ancianos lo llamarán y le hablarán. Si él porfía en decir: «No quiero tomarla por mujer», su cuñada se acercará a él y en presencia de los jueces le sacará la sandalia de su pie, le escupirá a la cara y le dirá estas palabras: «Así se trata al hombre que no hace revivir el nombre de su hermano». Su casa será llamada en Israel «la casa del descalzo» (Dt. 25, 5-10).

El levirato prolonga la vida del difunto en el hijo, el honor y el nombre por un lado;  y la posesión de los bienes familiares de la familia, que no pasen a otras manos, que se rescaten. La tierra es del Señor y de aquellos a los que él se las ha dado. El patrimonio familiar garantiza la vida de la prole. Todo el capítulo 38 del Génesis retoma la Ley del levirato, como una promesa, como una obligación familiar que debe cumplirse y que es un derecho inalienable de la viuda. El capítulo cuenta la historia del patriarca Judá y su nuera Tamar, esposa de su primogénito Er. Tamar obliga a Judá a cumplir su obligación familiar: “Bastante tiempo después, murió la esposa de Judá. Terminado el luto, Judá subió con su amigo Jirá de Adulam a Timna, donde estaban esquilando sus ovejas. Alguien informó a Tamar de que su suegro iba camino de Timna, para la esquila de su rebaño. Ella entonces se sacó sus ropas de viuda, se cubrió con un velo, y con el velo puesto fue a sentarse a la entrada de Enaín, que está en el camino a Timna, pues veía que Sela era ya mayor, y todavía no la había hecho su mujer. Al pasar Judá por dicho lugar, pensó que era una prostituta, pues tenía la cara tapada. Se acercó a ella y le dijo: «Déjame que me acueste contigo»; pues no sabía que era su nuera. Ella le dijo: «¿Y qué me vas a dar para esto?»  El le dijo: «Te enviaré un cabrito de mi rebaño.» Mas ella respondió: «Bien, pero me vas a dejar algo en prenda hasta que lo envíes.» Judá preguntó: «¿Qué prenda quieres que te dé?» Ella contestó: «El sello que llevas colgado de tu cuello, con su cordón, y el bastón que llevas en la mano.» El se los dio y se acostó con ella, y la dejó embarazada. Ella después se marchó a su casa y, quitándose el velo, se puso sus ropas de viuda…Como tres meses después, le contaron a Judá: «Tu nuera Tamar se ha prostituido, y ahora está esperando un hijo.» Entonces dijo Judá: «Llévenla afuera y que sea quemada viva.» Pero cuando ya la llevaban, ella mandó a decir a su suegro: «Me ha dejado embarazada el hombre a quien pertenecen estas cosas. Averigua, pues, quién es el dueño de este anillo, este cordón y este bastón.» Judá reconoció que eran suyos y dijo: «Soy yo el culpable, y no Tamar, porque no le he dado a mi hijo Sela.» Y no tuvo más relaciones con ella”.


“La muerte no tiene la última palabra sino la vida”. La Biblia es el testimonio del Dios de la vida y no de los muertos, Dios siempre ha sido y seguirá siendo autor y amigo de la vida. Donde hay vida ahí está Dios, donde se lucha por la vida ahí está luchando también Dios. “Creer en la vida eterna es creer primero en la vida presente”.