Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

31 de octubre de 2013

El séptimo día.

Después de haber concluido su obra creadora Dios descansó en el séptimo día: “Así estuvieron terminados el cielo, la tierra y todo lo que hay en ellos. El día séptimo Dios tuvo terminado su trabajo, y descansó en ese día de todo lo que había hecho.  Bendijo Dios el Séptimo día y lo hizo santo, porque ese día descansó de sus trabajos después de toda esta creación que había hecho (Gén. 2, 1-3). Además del Sabbat como creatura obra de Dios, que obliga al ser humano a descansar como derecho humano y como derecho divino, el sábado es la conclusión de la obra creadora en siete días. Siete es el número de la perfección, la creación es perfecta. El himno cúltico de la Creación es estructurada en siete días, es una creación perfecta. Trabajo y descanso van juntos.

Sabbat significa descanso. Sábado era el día de descanso mandado por Dios: “Acuérdate del día del Sábado, para santificarlo” (Éxodo. 20, 8), “Pues en seis días Yavé hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en ellos, y el séptimo día descansó (Éxodo. 20, 11). Por eso bendijo el Sábado y lo hizo sagrado”. Violar el sábado, no guardarlo era motivo de muerte: “Yavé dijo a Moisés: «Habla a los hijos de Israel y diles: No dejen de guardar mis sábados; guarden el sábado porque es sagrado para ustedes. El que lo profane morirá; el que trabaje en ese día será borrado de en medio de su pueblo. Seis días se trabajará, pero el día séptimo será un Gran sábado consagrado a Yavé. El que trabaje el día sábado morirá. Los hijos de Israel observarán el sábado de generación en generación y lo celebrarán: éste ha de ser un compromiso perpetuo conmigo. El sábado será entre yo y los hijos de Israel una señal perpetua, pues Yavé hizo los cielos y la tierra en seis días, y el séptimo descansó y respiró. (Éxodo 31, 12-17)

El Sabbat es una institución, es una norma imborrable y se podía morir a causa de violarla, pero no todo el mundo lo practicaba, unos lo guardaban para hacer el bien y otros por compromiso pues alteraba sus ganancias y sus negocios. ¿Qué se hará en día sábado? No trabajar, no encender fuego en las casas, ayunar, respetar al padre y a la madre, asistir a la asamblea, hacer penitencia, no comerciar, ni vender ni comprar; perdonar las deudas, no hacer ninguna actividad en tiempos de guerra o de paz, entre otras: “Después del sábado distribuyeron una parte del botín a los que habían sufrido la persecución, a las viudas y a los huérfanos; el resto se lo repartieron entre ellos y sus hijos. (2 Macabeos 8, 28).

“Jesús acudía a las sinagogas o escuelas de de la Palabra que había en cada pueblo judío, para enseñar a la gente que cada sábado se reunía a escuchar y leer la escritura”. Pero también en sábado Jesús libera a los seres humanos oprimidos como la mujer encorvada que tenía dieciocho años de padecimiento. Un espíritu la encorvaba cada día más (Lc. 13, 10-17). Lo que mueve a Jesús es la compasión hacia esa víctima del mal y de la sociedad. La enfermedad que padece la va encorvando  y la va sometiendo: “En aquel tiempo las mujeres se quedaban en la entrada de la Sinagoga o en un lugar aparte, separadas por una reja. Ellas eran seres humanos de segunda clase y se contaban entre las posesiones del varón. Estaban atadas a una sociedad que las ponía en último lugar y doblegadas por un sistema que no les daba alternativas para valorarse a sí mismas”.

Jesús se proclama Señor del Sábado (Mt. 12,1-12), según esta afirmación, Jesús es Dios, no está sometido a la norma del sábado, como hijo de Dios retoma el designio de Dios Padre en el Antiguo Testamento cuando es creado todo cuanto existe y Dios descansa el séptimo día. Como ciudadano judío le da el sentido profundo que tiene el descanso en la Ley de Moisés: “El sábado está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado” (Mc. 2, 23-28). “Pero para los judíos esta era una razón más para matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre”.

La ley debe liberar, no oprimir y sobre todo con un mandato que viene de Dios que ama al ser humano y respeta su libertad. EL sábado fue hecho para hacer el bien, no para hacer el mal: “Después les preguntó: « ¿Qué nos permite la Ley hacer en día sábado? ¿Hacer el bien o hacer daño? ¿Salvar una vida o matar?» Pero ellos se quedaron callados” (Mc. 3 ,2-4); se quedan callados porque Jesús tiene la razón y no está violando un mandato sagrado, en cambio en el corazón de sus adversarios hay maldad, malos sentimientos y malas acciones.

Antes de la resurrección de Jesucristo y antes de la conversión de los judíos al cristianismo el sábado era el día de descanso pero  con el resucitado se pasa del “día de descanso” al “día del Señor”, que es lo que significa domingo. Celebrar la resurrección de Jesucristo es mucho más importante que celebrar el día de descanso. Los cristianos y cristianas no somos sabáticos, pero sí es un derecho de toda persona descansar un día a la semana. El descanso y la recreación es un derecho humano. Las sanaciones en sábado parecen acentuar la postura de Jesús y de las primeras comunidades cristianas sobre la observancia sabática. Jesús no menosprecia la Ley sabática, pero la vuelve al sentido original y es que el sábado debe estar al servicio de la liberación de la persona.


En los evangelios, especialmente en los sinópticos, Jesús está al servicio de la liberación y no de la opresión; al servicio de la vida y no de la muerte, de la gracia y no del pecado. Jesús sana en sábado, en el día dedicado al Señor Dios de la vida, creador del universo, Dios liberador y Dios que hace un pacto con su pueblo. Jesús sana dentro y fuera de la sinagoga en sábado. Según en la versión del Evangelio de San Lucas  Jesús cura en la sinagoga de Cafarnaún a un poseso (Lc. 4, 31-37),  a un hombre  hidrópico, es decir, un hombre que acumula agua en los tejidos celulares (Lc. 14, 5)  y un hombre paralítico (Lc. 6, 6). Ante la Ley y ante las interpretaciones que los maestros hacen de ella, Jesús es un hombre de convicciones religiosas, valiente ante sus detractores y libre de espíritu. “Las personas enfermas encarnan la situación de la sociedad judía, oprimidas por los legistas, Jesús libera de ese yugo insoportable. “Hacer el bien al prójimo o a la prójima no puede violar ninguna Ley de Dios”. 

10 de octubre de 2013

¿Quién es mi Madre, mis hermanos y hermanas? Lc. 8,19-21.

Por el deterioro ambiental hoy nos hemos acostumbrado a beber agua purificada y nos enferma el solo pensar beber agua común, porque decimos que está contaminada y es verdad; de igual forma hemos idealizado el evangelio, a Jesús y a María, les hemos purificado tanto que se nos olvida que, el evangelio es testimonio de vida de Jesús, de María, de los parientes, de sus amigos y amigas y de sus adversarios; es también testimonio de la comunidad de creyentes en su persona, que le escucharon, que le siguieron, le sirvieron y dieron su vida por él. El evangelio es agua viva, natural, fresca, dinámica e inagotable que no necesita pasar por los filtros de la purificación que hemos inventado.

Hemos purificado el evangelio de tal manera  y se nos olvida que tanto Jesús como María fueron personas humanas; nacidos y formados en una cultura, en una geografía, en una religión y que además son personas rodeadas de incomprensiones y rechazos, de increencia y desconfianzas, de calumnias y equivocaciones, por eso la Palabra de Dios nos hace regresar a esa agua natural, normal y sin purificación que nace de la montaña santa y sagrada que es la Revelación de Dios; se alimenta de la fuente inagotable de la tradición  en el cauce de de la Iglesia. La revelación, la tradición y el magisterio nos hace volver a las fuentes escritas y eso nos puede resultar escandaloso.  “Por la información que nos dan los evangelios, está claro que las relaciones de Jesús con su familia no fueron fáciles, sino más bien, lo contrario. “Sus parientes no creían en él”, es decir, no se fiaban de Jesús” (Jn. 7, 5).

Un dato que nos da el Evangelio es que tanto María como los parientes de Jesús no forman parte del grupo o del círculo que está  a su alrededor escuchando su palabra, su doctrina, su predicación. Es más su estilo de vida y su doctrina les resulta escandalosa. Según los evangelios alguna vez Jesús volvió a su tierra, con sus parientes en Nazaret, pero, en ambos casos, la visita terminó mal. Hasta el extremo de que, según Marcos, los vecinos del pueblo «se escandalizaron» de lo que decía y hacía (Mc. 6, 1-6; Lc. 4, 14-30). Es claro que entre Jesús y sus parientes, a nivel general hay una ruptura, Jesús toma distancia de sus seres queridos y esta distancia se convierte en libertad para su entrega como misionero itinerante: “…cuando sus familiares supieron el plan de vida que llevaba, fueron por él, porque decían «que no estaba en sus cabales». O sea, que lo tenían por un perturbado mental” (Mc. 3, 21)

De María, en los evangelios de la infancia, es decir Mateo y Lucas, se dice que no lo comprendía todo, y lo meditaba en su corazón. No siempre tuvo claridad: María, por su parte, guardaba todos estos acontecimientos y los volvía a meditar en su interior” (Lc. 2, 19; 2, 51). Era una mujer de fe, “su fe estaba más allá de cualquier vacilación, pero también a ella le correspondía descubrir lenta y penosamente los caminos de la salvación. Los volvía a meditar en su interior, hasta que llegaron los días de la resurrección y de Pentecostés en que se aclararon todos los gestos y dichos de Jesús”. Su fe la había comprometido en el Plan de Dios, pero su fe se acrecentaba cada vez  que discernía la voluntad de Dios y se dejaba conducir por la confianza en él. La fe de María fue como un granito de mostaza que desde la pequeñez emprendió grandes cosas.”Practicar la fe es acrecentarla”, la fe se hace obras y el seguimiento es poner la fe en obras. La fe es práctica y cambio de actitud, porque la fe por muy pequeña que sea cambia a la persona y su entorno.

A partir del Bautismo, en Jesús se da un cambio de vida. El bautismo y el encarcelamiento de Juan el Bautista motivan a Jesús para dar inicio a su misión: “Un día fue bautizado también Jesús entre el pueblo que venía a recibir el bautismo. Y mientras estaba en oración, se abrieron los cielos: el Espíritu Santo bajó sobre él y se manifestó exteriormente en forma de paloma, y del cielo vino una voz: «Tú eres mi Hijo, hoy te he dado a la vida.” (Lc. 3, 21-22).  Jesús es un hombre bueno y trabajador, vive según la Ley de Moisés y las costumbres de su pueblo. “Cuando comenzó su ministerio, Jesús tenía unos treinta años y se lo consideraba hijo de José” (Lc. 3, 23). José muere antes que Jesús comience su misión. En el Evangelio de San Juan se dice que «sus parientes no creían en él», es decir, no se fiaban de Jesús, disentían y hasta se burlaban (Jn. 7, 5). A nadie se le oculta que el propio Jesús tuvo que sufrir por la no aceptación de sus familiares. Y él lo reconoció en público: «Solo en su tierra, entre sus parientes y en su casa desprecian a un profeta» (Mc 6, 4).

“Mientras Jesús hablaba a la gente, se presentaron su Madre y sus parientes próximos, sus hermanos que querían hablar con él”. No lo acompañan en su vida de predicador itinerante y taumaturgo, es decir, no creen que Jesús sea capaz de hacer milagros o hechos prodigiosos. Como están fuera del círculo, alguien le da la noticia: “Tu madre y tus hermanos están allá afuera y quieren verte”. Sus parientes no creen en él, no sólo sus paisanos, aquel sábado, cuando se presentó en Nazaret y participó de la reunión de la comunidad en la Sinagoga donde lo quisieron despeñar. La familia de Jesús está fuera y lejos, han llegado a buscarlo porque él no goza de buena reputación y dudan de su estabilidad emocional: “Se comprende que Jesús, aceptando y respetando profundamente la institución familiar, concede una importancia mayor a la comunidad de fe”. Jesús le da un giro distinto al significado de familia y de prójimo que le daban sus contemporáneos y desde entonces para los cristianos y cristianas eso ha cambiado, somos universales.

La familia ya no es sólo el grupo de sangre, sino la familia de fe, la comunidad cristiana, que es superior a los lazos familiares y de parentesco. No en pocas ocasiones la familia y los parientes son obstáculo para el seguimiento, aunque también hay casos donde la familia juega un papel determinante en el compromiso cristiano, son pocos y contados y todavía me sobran dedos en las manos, dice el dicho popular. Leamos Lc. 14, 25-33 para considerar si podemos construir la casa que pensamos o nos vamos a quedar a medio palo. ¡Somos ya de la familia de Jesús o nos vamos a quedar fuera del círculo de esa multitud que lo rodea: " Y señalando con la mano a sus discípulos, dijo: Esos son mi madre y mis hermanos. El que cumple la voluntad de mi Padre del cielo, ese es mi hermano, mi hermana y mi madre"(Mt. 12, 46-50).