Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

30 de abril de 2012

III- Parte: ¿Cómo puedo ser un buen servidor o servidora del Señor Jesús.


Gracias a Dios todavía habemos seres humano a quienes nos interesan las necesidades de las demás personas.  Todavía la globalización de la indiferencia, el consumismo, el mundo de la egolatría y hasta de la justificación de la injusticia y de la existencia del mal no nos ha absorbido totalmente; el mundo global tiene cosas buenas y otras no tan buenas, de lo bueno podemos sacar mejor provecho por eso seguimos creyendo por convicción cristiana, humana  y especialmente motivados y motivadas por el testimonio de Jesús que amar y servir a los y las demás vale la pena, le da sentido a la existencia. Jesús el buen Pastor tiene un ideal, que todas las ovejas del mundo formen un solo redil. Al servidor o servidora del Señor debe moverlo el amor y no el interés, los puestos, el prestigio etc.

Con sencillez y humildad sirvo al Señor cuando sirvo a mi prójimo y prójima, sin condicionamientos de ningún tipo porque amar y servir me hace ser una persona cristiana y humana. Así como el mundo del consumo nos esclaviza con las marcas, el mundo de los condicionamientos nos esclaviza con los prejuicios, sean de tipo moral, social, económico y hasta de tipo religioso. Los parámetros del mundo no son los de Dios, ni los de Dios los que las personas religiosas inventamos en su nombre.

¿Quién me hace ver las cosas de manera distinta? El Señor y el Maestro, que siendo eso, se quita los ropajes del poder, el control, el dominio, el liderazgo, la autoridad y hasta el prestigio para lavarle los pies a sus amigos y amigas. El Dios de Jesús y el Dios que nos comparte desde sus convicciones más profundas es el Dios que se abaja por amor para servir.

Dios se hace esclavo y servidor de la humanidad por amor. Por eso escandaliza el gesto de Jesús al tomar la toalla y el recipiente para ponerse a lavar los pies. De donde se comprende por qué Pedro se opone y protesta. Jesús hace un gesto de esclavo, un trabajo que sólo hacian los esclavos, aquellas personas que no tenían nada, ni siquiera su libertad. Jesús rompe esquemas de superioridad y dominación. El trato entre ustedes como seguidores y seguidoras debe ser de servicio, de tomar el último lugar, de ser los más pequeños y pequeñas de la comunidad.

El texto del lavatorio de los pies nos deja dos enseñanzas profundamente cuestionantes:
  1. Quien no asume el servicio a los y las demás al estilo de Jesús no tiene nada que ver con él. Seguir a Jesús es servir.
  2. Sírvanse unos a otros, unas a otras. No siempre comprendemos el seguimiento como servicio, sino como poder, y últimamente como privilegio.
El cristianismo es la práctica del amor, del perdón, de la reconciliación y del servicio. El cristianismo es un modo de ser y actuar, es decir,  es un modo de vida y una espiritualidad descentralizada. Jesús no vino a fundar una religión, sino a dar vida y vida plena. El cristianismo es vida, salvación y liberación.

Dios no mandó a su Hijo al mundo porque estuviera ofendido e irritado por nuestros pecados como a veces creemos y cantamos: “No estés eternamente enojado, perdónanos Señor”. Dios nos dio a su Hijo porque nos quiere tanto, tanto, que no quiere que se pierda ninguna persona de las que creen en Jesús. Dios es el Buen Pastor que cuida  a sus ovejas, sin ser racista, a las que la sociedad considera negras. Según Jesús, hay más alegría en el cielo por una persona pecadora que se convierte  que por noventa y nueve personas buenas. Como dice Jesús, también fuera del redil tiene otras ovejas.

¿Significa esto que quienes no creen en Jesús no tienen salvación? Jesús no habla ni de creencias religiosas ni de observancias o prácticas de piedad. Jesús se refiere al comportamiento de cada uno y de cada una. La persona honrada, respetuosa, tolerante, buena persona, de forma que de ella se pueda decir que vive en la luz, ésa está en camino de salvación. Quien se comporta perversamente, está en camino de perdición.

Otro pasaje con el que Jesús nos comparte su concepción de Dios, ante la visión oficial del Judaísmo, que nos presenta a un Dios excluyente, pulcro y de sacrificios, es el del Buen Samaritano, un Dios buen samaritano, que se abaja, se arrodilla ante la víctima social, la víctima de la violencia, la víctima de género y las víctimas de la religion. Porque también la religión, mal entendida, genera víctimas, condenadas y excluidas de la salvación.

En mi modo de entender, para ser cristiano y cristiana, para ser personas seguidoras y servidoras del Señor Jesús es necesario, importante y básico, lo siguiente:

1- Conocer a la persona de Jesús. Y eso se logra en el contacto con la palabra.
2- Amar a la persona de Jesús. reflexionando personal y comunitariamente el Nuevo Testamento, testimonio de vida.
3- Aceptar la invitación que me hace a su seguimiento, como se lo ha hecho a muchas personas, antes que a mí.
4- Anunciar al resucitado como persona resucitada. Persona profundamente humana y valorando lo humano como el resucitado.
5- Servir a Dios y a Jesús en los y las demás, especialmente en las personas pobres, rechazadas, marginadas, enfermas y tenidas de menos, porque lo que hagamos o no hagamos por los y las pequeñas de la sociedad a él se lo hacemos o se lo dejamos de hacer.

Oración final
Sal 24, 4bc-5ab. 6-7bc. 8-9

R. Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad, para los que guardan tu alianza.

Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas,
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.

Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas.
Acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor.

El Señor es bueno, es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes.

25 de abril de 2012

II parte: ¿Cómo puedo ser un buen servidor o buena servidora del Señor Jesús?


Habiendo contestado la primera pregunta en el artículo anterior, ¿CÓMO PUEDO SER BUENA PERSONA? Hoy vamos a tratar de responder a la segunda: ¿CÓMO PUEDO SER UN BUEN SEGUIDOR O SEGUIDORA DEL SEÑOR JESÚS? Esperando dar el ancho en la reflexión del tema principal.

Si leemos con atención y reflexionamos con sencillez algún texto, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, ser buena persona o buena gente no es condición necesaria para el seguimiento del Señor, porque él llama a quien quiere y como quiere. El seguimiento de Jesús debemos comprenderlo como camino y pedagogía de servicio.Nos vamos haciendo buenas personas en el camino.

Lo que sí es cierto es que ante la invitación al seguimiento hay que tener total apertura y total desprendimiento de lo que somos y tenemos. Hay desde el principio un llamado a la conversión. En el seguimiento y conocimiento del Señor, él nos va transformando y nos va haciendo buenos y buenas, va corrigiendo aquello que nos dificulta irnos pareciendo cada vez más a él. Hay una invitación permanente a la conversión y a la fe en el reinado de Dios.

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:
- Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: conviértanse  y crean en el Evangelio.
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.
Jesús les dijo:
- Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres.
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con Él (Marcos 1,14-20)

Jesús tiene cuatro cosas claras, según el texto:
1. El "cumplimiento del plazo". Se había cumplido el plazo, es decir, había llegado al final de una etapa y comenzaba otra.
  1. La "cercanía del Reino'. El centro no es Dios en sí, sino el Reino de Dios, es decir, la forma de vivir en la que Dios se manifiesta y se hace presente. La forma de vida que vivió Jesús. 
  2. La 'conversión. Se exige cambio de mentalidad, de sentimientos y de vida. Tenemos que aprender a ver la vida como la vio Jesús. Y tener sus mismos sentimientos, su  estilo de vida, sus costumbres, sus preferencias y su bondad sin límites.
  3. La 'fe’. Se necesita tener las mismas" convicciones" en las que se expresa la fe de Jesús como persona creyente y la fe en Jesús de sus seguidores y seguidoras.
Desarrollemos entonces esta segunda parte: ¿CÓMO PUEDO SER SEGUIDOR O SEGUIDORA DE JESÚS?

El señor nos llama desde lo que somos y tenemos. Nos llama desde nuestra historia personal y familiar. Nos llama por nuestro nombre y oficio. Nos llama desde nuestra humanidad limitada (Pretextos) y humanidad redimida (seguimiento).

En aquel tiempo, Jesús llamó a la gente y a sus discípulos, y les dijo:
- El que quiera venirse conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Miren, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? ¿O qué podrá dar uno para recobrarla? Quien se avergüence de mí y de mis palabras, en esta generación descreída y malvada, también el Hijo del hombre se avergonzará de él, cuando venga con la gloria de su Padre entre los santos ángeles.
Y añadió:
- Les aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto llegar el reino de Dios en toda su potencia (Marcos 8, 34- 9,1)

Ante el llamado de Jesús, hay muchas  respuestas, pero el texto ya señala dos tipos personas. 
1- Quienes forman parte de la multitud, que lo escuchan y creen en él por las necesidades que padecen.
2- Y quienes le escuchan desde el seguimiento. Comparten su vida, sus enseñanzas, sus sentimientos y acciones. Quieren ser como su Maestro.

En el seguimiento lo primero que endeudamos es el afecto, afecto hacia la persona de Jesús, afecto que se entrega con libertad: “Libres para amar y amar con libertad” El que quiera venirse con migo, es decir el afecto nos une al Señor como sus acompañantes, amigos y amigas, seguidores y seguidoras por amor y en total libertad y determinación.

Segundo paso en el seguimiento es la auto negación de sí mismos y de sí mismas. El yo pasa a segundo o tercer lugar, el yo se descentraliza, deja de ser la prioridad. El yo se hace un "soy para los y las demás". El yo se pone en función de un ustedes para formar un nosotros y nosotras.  Es vaciar el yo personal para llenarlo del "Yo soy" jesuano, es decir, llenarnos de Dios. Dios se autoafirma como el Yo Soy.

Tercero, el seguimiento es una invitación a la responsabilidad y a la corresponsabilidad. No hay cristianismo sin cruz, no hay resurrección sin sepulcro vacío. Seguir a Jesús es seguirlo con la cruz, un Jesús que se hace solidario con los y las pecadoras, por eso seguir a alguien es un proceso. Conocer a una persona es también un proceso y amar es también un proceso.

San Ignacio afirma que  el conocimiento del Señor es algo que debemos pedir con insistencia, para que conociéndolo más le amemos, le sigamos y le sirvamos. Conocerlo para más amarlo y seguirlo.

Conocer a la persona de Jesús en su vida, sus palabras  y sus acciones es el fin de los evangelios. Los evangelios son documentos testimonios donde los cristianos y cristianas de la primera y segunda generación nos comparten sus vivencias. 


Este es el primer anuncio, al igual que a ellos y ellas, Jesús debe convertirse en mi modelo, mi medida. Si Jesús es mi medida soy una persona sin límites, porque “la medida del amor es que no tiene medida”. Si Dios es la fuente y la medida del amor entonces el amor es ilimitado.

A- Sólo se puede seguir a alguien que se conoce (Juan 1,35-42)  

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dijo:
- Éste es el cordero de Dios.
Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó:
- ¿Qué buscáis?
Ellos le contestaron:
- Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?
Él les dijo:
- Venid y lo veréis.
Entonces fueron; vieron dónde vivía, y se quedaron con el aquel día; serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encontró primero a su hermano Simón y le dijo:
- Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).
Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo:
- Tú eres Simón el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que significa Pedro).

Los que se pusieron a seguir a Jesús querían ver dónde vivía. En cuanto vieron eso, se quedaron con él. Y se convencieron de que era el Mesías. El sitio donde uno vive indica la forma de vida que lleva. Jesús dijo que los que viven con lujo viven en los palacios de los reyes (Mt 11, 8).

Y eso, la clase de vida y la forma de vivir, es lo que convence y arrastra. 0, por el contrario, lo que escandaliza y espanta a las personas. El único medio eficaz para transmitir el Evangelio es el que puso en práctica Jesús, que no se fijó ni en la ortodoxia ni en el poder, sino en la "ejemplaridad" de la propia vida.

Vivir de tal manera, que la gente vea en eso una reproducción de la forma de vida que llevó Jesús y así "glorifiquen al Padre de cielo" (Mt 5, 16). El centro del Evangelio no está en la Fe, sino en la Ética; no está en la "religión", sino en la "bondad". Una fe sin obras es una fe muerta.

B- Sólo se puede conocer a alguien con quien deseo hacer una amistad o me ofrece su amistad (Mc 3, 13-14)

"Y los llamó para que estuvieran con Él
y para enviarlos a predicar"

Jesús puso en marcha este asombroso proyecto rodeándose de un reducido grupo de compañeros y compañeras. Eran gente sencilla y   de pueblo; era gente trabajadora. Personas con poca formación, no eran sabios ni entendidos y con muy escasos medios. Pero aquellos hombres y mujeres  tenían algo fundamental: se pusieron a "seguir" a Jesús.

Seguir a alguien comporta dos cosas: "cercanía" y "movimiento". El seguimiento es acompañar a Jesús. Pero no es sólo eso. Es algo más: acompañarlo moviéndose, es decir, no estancados en el pasado, ni siquiera en el presente, sino siempre avanzando hacia un futuro mejor, el futuro del Reino de Dios en el mundo. En el seguimiento de Jesús es importante el amor a su persona y el deseo de ser su amigo o amiga.

C- Sólo se puede amar a alguien que ha logrado invadirme en mi afecto, que me ha cambiado la vida con su cariño (Marcos 2,13-17)

En aquel tiempo, Jesús salió de nuevo a la orilla del lago; la gente acudía a él, y les enseñaba.
Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:
- Sígueme.
Se levantó y lo siguió.
Estando Jesús a la mesa en su casa, de entre los muchos que lo seguían un grupo de publicanos y pecadores se sentaron con Jesús y sus discípulos.
Algunos escribas fariseos, al ver que comía con publicanos y pecadores, les dijeron a los discípulos:
- ¡De modo que come con publicanos y pecadores!
Jesús lo oyó y les dijo:
- No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.

Los publicanos o recaudadores de impuestos eran gente indeseable y odiada por la población. Eran vividores e injustos. En Galilea, los impuestos iban a las arcas de Herodes. Por otra parte, los publicanos no tenían sueldo. Ganaban lo que cobraban de más a la pobre gente. O sea que eran ladrones y colaboracionistas con el poder opresor. Era gente que aunque gozaba de bienestar económico eran marginados y rechazados.Eran personas condenadas por la Ley y excluidos de la salvación religiosa.

A esta clase de individuos pertenecía Leví. Así y todo, Jesús no dudó en llamarlo. Jesús no se fijaba en los "selectos". Ni en los "intachables". Jesús creía de verdad y tomaba en serio a los despreciados y excluidos, incluso cuando la gente tenía razones para despreciarlos y excluirlos. Jesús es más desconcertante de lo que imaginamos.

Pero Jesús fue más lejos. No se limitó a llamar a un "indeseable", sino que además se fue a su casa y allí, con aquel hombre de mala fama y sus compañeros de oficio, a los que se sumaron "muchos pecadores", organizaron una comida. Cosa que fue vista como un verdadero escándalo y una provocación. La gente "intachable" y "selecta" ve con frecuencia escándalos.

Porque, en aquel tiempo, compartir la mesa era solidarizarse con los comensales, es decir, dar a entender que uno estaba junto a ellos y se ponía de su parte. En este caso, se trataba de gentes de mal vivir. La mesa es el signo de la comunión, es además el signo de la opción, Jesús se pone de parte de los pecadores y pecadoras al compartir la misma mesa.

Jesús nos comparte a un Dios que acoge, recibe, valora y defiende a las personas excluidas. Dios hace una opción de amor, un amor que salva y devuelve la dignidad, la libertad, y un amor que reintegra a los y las marginadas en la mesa de la comunión.

Los "letrados fariseos" (los maestros de la Ley que pertenecían al partido de los más observantes de la religión) no soportaron este nuevo escándalo. Y enseguida vino la acusación, una tarea frecuente entre los "piadosos observantes".

La respuesta de Jesús es fuerte. Porque afirma que él no vino al mundo para los que se ven y son vistos como "justos" y "ejemplares", sino para que los que se ven y son vistos como "pecadores" e "indeseables". Jesús vino a salvar, no a condenar.

D- Y sólo se puede servir a quien se ama (Lucas 8,1-3)

En aquel tiempo, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando la Buena Noticia del Reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que lo ayudaban con sus bienes.

Durante bastante tiempo, se pensó que no había que conceder especial interés a este sumario de la actividad de Jesús, especialmente al hecho de que anduviera, por los caminos y pueblos de Galilea, acompañado de "muchas mujeres que le ayudaban con sus bienes". 


Hasta se ha dicho que esta información sobre las mujeres no merece fiabilidad. El grupo es mixto y tanto hombres como mujeres han encontrado en Jesús a un verdadero amigo, a un hombre que les ha amado y que aman con todo su ser. Un hombre humilde que hace trabajos de esclavos y les invita a imitarle

Actualmente, sin embargo, se piensa de otra manera. Y la tendencia mayoritaria entre los especialistas es aceptar, no sólo la verdad, sino sobre todo la importancia que tuvieron las mujeres en la vida y en el ministerio de Jesús. Y, por tanto, en la Iglesia naciente, en la que se conservaron y redactaron estos datos. La mujer, la discípula, la apóstol y la misionera le ha dado riqueza al quehacer de la Iglesia.

El hecho de que mujeres casadas acompañaran establemente a un profeta itinerante, junto a otros hombres, era en aquel tiempo y en aquella cultura un hecho insólito y que justificaba que los maridos de aquellas mujeres las repudiaran y se casaran con otras (J. Jeremías).

Y más teniendo en cuenta que, por lo menos, algunas de aquellas mujeres habían estado enfermas o endemoniadas, como indica el mismo Lucas.  Llamativa particularmente la presencia de María Magdalena en la vida de Jesús (Mc 15, 40.47 par; 16, 1 par; Lc. 8, 2; Jn. 20, 11-18; Ev. Tom. 114.1)

Además hay que recordar también a María y Marta (Lc 10, 38-40; Jn. 11, 1-12, 11),
La mujer que padecía hemorragias (Mc. 5, 21-43 par),
La sirofenicia (Mc. 7, 24-30 par),
La samaritana (Jn. 4, 7-30)
Y la pecadora que le ungió los pies (Lc. 7, 36-50).
La mujer encorvada (Lc. 13, 10-17).
Así como las mujeres que le observaban en la cruz (Mc. 15, 40 par).

Jesús fue un hombre llamativamente libre, profundamente libre. Libre de los prejuicios, libre de la habladurías, libre de los comentarios familiares, libre ante el peso de la Ley, libre para llevar el evangelio de Dios. Jesús fue también profundamente humano. Rompió todos los esquemas sociales y los convencionalismos puritanos de su tiempo y del nuestro. Porque para él lo importante no era quedar bien, sino ser transparente, libre y acogedor con toda clase personas.

23 de abril de 2012

Pentecostés: Inicio de la unidad y universalidad cristiana

El Espíritu Santo fortalece la unidad de los carismas en los y las cristianas. El Espíritu Santo, fuerza y vida de Dios, aliento y creatividad, Ruah de la divinidad, es el eterno siempre eterno, dinámico e inquieto, sabiduría, prudencia e inteligencia, ente creador e inmanente en la creación. La sabiduría de Dios ha estado siempre aleteando sobre el caos de la humanidad, siempre refrescándonos con la esperanza  y siempre creando vida para llegar a la vida plena.

La fuerza de la unidad en la diversidad, la fuerza de  la diversidad en un solo cuerpo, la Iglesia. La Iglesia que somos todos y todas, somos los y las bautizadas, somos la asamblea de los santos y santas, somos los cristianos y cristianas, seguidores y seguidoras del resucitado en la modalidad del Espíritu del resucitado. 

Si Jesús de nazaret, el hijo del carpintero, el hijo de María, reunió y formó en la unidad respetando la diversidad de la primera comunidad de discípulos y discípulas, siendo cada cual según su modo de ser, también trató de moldearles en un mismo espíritu, el espíritu de la unidad como hijos e hijas de un mismo Padre, trató de moldearles en una misma mística, servir a la comunidad y que cada una de ellas como persona trasluciera la vida de Jesús para que sus vidas al igual que la del Señor y Maestro fuera siempre una buena noticia.

El Espíritu Santo anima a la Iglesia porque el fundador de ella es Jesucristo. El Ruah de Dios Padre y el Ruah del Resucitado es uno solo, por eso quien no busca la unidad en la asamblea no tiene el espíritu de Dios, quien no pone al servicio del cuerpo eclesial sus dones y carismas tampoco tiene el Espíritu de Dios porque se deja llevar por el espíritu del mundo, ese espíritu destructor, egoísta, sectario e insolidario y solitario. El pueblo de Dios no lo formamos sólo aquellos y aquellas que asistimos al templo.

El Espíritu de Dios ha estado presente siempre, siempre, en la naturaleza, desde que el mundo es mundo, porque él es la sabiduría, la fuerza, la energía. Es la vida de Dios mismo. La sabiduría de Dios ha estado y sigue estando presente en la creación, en la diversidad de expresiones materiales. Donde hay vida ahí habita el Espíritu de Dios. Ante la creación  de Dios al ser humano no le queda más que agradecer, admirar y regocijar su alma, al contemplar la grandeza del Señor: “Bendice al Señor alma mía” (Sal. 103) La tierra está llena de sus criaturas.

La naturaleza humana es naturaleza viviente, creativa y creada. Es naturaleza divina en forma, color, aroma y sabor. Todavía en el caos, en el desorden, Dios está presente. Está allá abajo en el abismo, en las profundidades de la tierra y del mar. ¿Cómo podré escapar lejos de tu presencia? Si subo a las montañas allá estás, si bajo a las honduras del abismo también allá estás...(Sal. 139).

El espíritu de Dios no sólo está en la naturaleza, en la creación, sino también en la historia. Está presente en esa red de relaciones humanas, en esa red de decisiones y opciones que tomamos todos los días. El azar y el destino no existen. El destino lo hacemos, la historia la hacemos con nuestras opciones o nuestras omisiones.  

El Espíritu está presente en los acontecimientos que hilvanan la historia. Dios no es ahistórico, más bien se historiza desde el misterio, misterio encarnado. Está presente en las diversas épocas. La historia la hace el ser humano, pero también la hace Dios porque tiene un proyecto y lo va concretizando en silencio, respetando nuestra libertad. Con la gracia de la libertad nace la esclavitud del yo, nace la idolatría, la alienación y se sacraliza lo que no es Dios (Sal. 12. Sal. 15).

El Espíritu Santo está presente en los buenos líderes, sean políticos, civiles o religiosos, porque Dios nos ha dado el discernimiento y el libre albedrío. Dios no hace diferencia de condición social o económica. El templo del Espíritu Santo es el ser humano desde Eva y Adán, Dios comparte su Espíritu a los profetas y profetizas como Simeón y Ana. Los y las profetas han sabido escuchar la voz del Señor y lo han descubierto en los signos de los tiempos o en los gestos simbólicos  haciendo presente y cercano a Dios (Sam. 16; Is. 6).

El Espíritu Santo nos llama a una continua conversión, al anuncio y la denuncia. Toda persona ungida es una persona habitada por el Espíritu Santo como  se nos da en el bautismo, la confirmación, el orden y la unción a las personas enfermas. Ungir es consagrar, es pertenecer y estar al servicio de Dios.

Jesús es un hombre ungido, es un hombre consagrado en el bautismo, en el combate contra el tentador, en el anuncio de la palabra en la sinagoga de Nazaret, en la misión y, él, unge a sus amigos y amigas antes de ascender al cielo, es decir, derrama el Espíritu Santo (Mc. 1, 9-11; Lc.4, 16-30; Mt. 28, 16-20; Jn. 21, 15-17). Antes de la resurrección Jesús es ungido por el Padre, después de la resurrección Jesús unge con su espíritu.

Jesús es Hijo de Dios, es Dios, así lo reconoce y confiesa la comunidad cristiana primitiva. La Iglesia le da ese título después que lo experimenta resucitado. El resucitado reúne, une y envía. La Iglesia es un cuerpo para la misión y es en esa misión donde la unidad es fundamental por la dispersión misionera. La unidad es la columna del cuerpo. Las herramientas para la misión son los dones, los carismas y los diversos ministerios o servicios. La Iglesia es servidora como Jesús, ella debe lavarle los pies al mundo.

La Iglesia debe convertirse a Jesús y al Reino de Dios. Ella es un medio, no un fin. La Iglesia sólo es el cuenco donde habita el Espíritu Santo. Conversión es cambio de dirección, es dejar la vida ordinaria y convertirla en una vida extraordinaria, dejar la vida cotidiana y rutinaria por una vida sacrificada y de servicio.

Jesús se revela, se muestra, se aparece como resucitado acentuando su humanidad, miren mis manos, mis pies, tóquenme etc. Un fantasma no tiene un cuerpo material transfigurado. Se manifiesta a sus amigos y amigas, no a todo el mundo. El resucitado que comparte su Espíritu  es el que convoca, llama, anima y envía. Jesús el Resucitado vuelve a enamorar a sus amigos y amigas  (Lc. 24, 35-48).

La comunidad base y de base de Jesús, es la misma comunidad del resucitado, es una comunidad de seguidores y seguidoras, de apóstoles, misioneros y misioneras. En Pentecostés nace la Iglesia misionera, movida por El Espíritu Santo, enviada al mundo por Jesús, la Iglesia es cristocéntrica convertida al Reino de Dios. La comunidad cristiana es rica en dones y carismas porque todos vienen de Dios, fructifican en la comunidad; ella empapa la tierra y los dones y carismas regresan a Dios como una nueva cosecha. La Iglesia es pobre porque se vacía de sí misma, para llenarse de Dios y de su Espíritu.

El Espíritu Santo favorece desde la mismidad de Dios, la unidad de la Iglesia y en el futuro, ¡Ojalá!, de todas las iglesias. Como cristianos y cristianas tenemos la limitación de haber hecho una jerarquización de los carismas, más que una preocupación por el bien común de la comunidad, signo de la presencia de Dios en el mundo. Todos los dones del Espíritu Santo deben estar al servicio del bien común.

16 de abril de 2012

I Parte: ¿Cómo puedo ser un buen servidor o buena servidora del Señor Jesús?


“Que el mayor de entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido” (Mt. 23, 12)

Para encontrar la respuesta a esta pregunta hay que hacernos otras preguntas previas, por su puesto, para poder dar una respuesta real, adecuada y acertada.

La primera pregunta es: ¿ CÓMO PUEDO SER BUENA PERSONA?

Siendo buena persona soy buen o buena cristiana y si soy buena persona soy mejor seguidor o seguidora de Jesús. Seríamos  hombres y mujeres transfigurados y transfiguradas por Dios. Si fuéramos judíos, la perfección y el ser buenas personas, las buscaríamos en la Ley; trataríamos de no quebrantar ningún mandamiento, norma, o decreto. Eso es imposible.  La Ley sólo es pedagogía, Jesús nos allana el camino resumiendo la ley en dos mandamientos complementarios, que en definitiva llega a ser uno solo: el mandamiento del amor.

Por definición la persona buena es la que hace el bien. La persona buena tiene como misión el ministerio de la bondad y la misericordia. La persona buena es un ser humano lleno de Dios porque Dios manifiesta su bondad, tanto en el corazón de la persona como en sus acciones. Dios es bueno.

La persona buena reconoce y desea servir a Dios y quiere amar y servir a los y las demás, sabe que amar a Dios es amar a las personas sin ningún tipo de interés particular y sin condiciones. El amor no tiene límites, por eso debemos pedir el regalo del amor y con humildad elevar esta petición a Dios haciendo nuestra la solicitud de San Agustín: “Dame lo que me pides y pídeme lo que quieras”.

La ley, los profetas y escritos (La Tanaj) se resume en estas dos afirmaciones. El mandamiento principal es el amor a Dios y el amor a los prójimos y prójimas. El amor está antes que las palabras y los credos religiosos, es decir, el amor está antes que la religión, entendida ésta como conjunto de normas jurídicas o litúrgicas;  La religión cristiana se ha  entendido como eso y ha perdido la dimensión de la ley del amor y la alegría de la celebración. Si la religión vuelve a su origen, Jesús de Nazaret, su vida, su palabra y sus obras, entonces el amor se convierte en nuestra religión, en ese lazo que nos religa a la divinidad,  esa fe y esa práctica que nos une a Dios por las buenas obras.

Pero no basta ser buena persona, aunque dicho con honestidad, eso es ya bastante; tampoco basta ser una persona sabia, es bueno y necesario, pero lo determinante y hasta escandaloso es que vivamos de tal manera, procedamos de tal manera y confesemos de tal manera que quien me vea, vea a Jesucristo: Tan humano y tan cercano. Como servidor o servidora del Señor Jesús debo vivir y actuar como persona sabia, buena y transparente.

Jesús va más allá de la Ley, no la deroga, pero no se complica la vida : Une amor a Dios y amor al hermano y a la hermana. Une salvación y humanismo, divinidad y compromiso. El mismo Jesús que pasó toda su vida haciendo el bien es el mismo Jesús resucitado que nos congrega nuevamente a su alrededor, al alrededor de la mesa, alrededor de su palabra y formando comunidad cristiana como servidores y servidoras de la comunidad y de Dios comunidad de amor.

MARCOS 12, 28b-34.

En aquel tiempo, un letrado se acercó a Jesús y le preguntó:
- ¿Qué mandamiento es el primero de todos?
Respondió Jesús:
- El primero es: «Escucha, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser». El segundo es éste: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». No hay mandamiento mayor que éstos.
El letrado replicó:
- Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
- No estás lejos del Reino de Dios.
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Jesús es un hombre sabio y prudente. Es un hombre con mucha paciencia, no sólo con los ignorantes, sino también con los sabios y entendidos. Jesús admite la pregunta del maestro de la ley, de aquel que tiene la tarea, el ministerio de instruir al pueblo,  de enseñar y dar testimonio de lo que enseña. No debemos hacer del ministerio de la enseñanza un privilegio para sobresalir, controlar, dominar y recibir reconociendo y admiración pública. La sabiduría es la primera que sale al encuentro del ser humano para invitarlo a su mesa y quedarse con el ser humano para humanizarlo.

La sabiduría debería servirnos para no permitir ser tratados como jefes, como cabezas de grupos o ministerios, sino como servidores y servidoras.  La grandeza de la persona está en su capacidad de amar y servir. Se es grande siendo pequeño. "Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: - El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado. Marcos 9,30-37.”

La enseñanza de Jesús es seria y escandalosa cuando lo que buscamos los seres humanos ordinarios y comunes es todo lo contrario a lo que él nos enseña como seguidores y seguidoras suyas. Buscamos ser tomados en cuenta, señalados como importantes y sabios. Buscamos los primeros puestos y que todo el mundo hable bien de nosotros o nosotras, que nos valoren, que nos respeten y que tengamos un lugar ganado por el propio esfuerzo, por eso hay gente religiosa que le da más valor a la religión que al amor. Y hay gente que le da más importancia al amor a Dios que al amor al prójimo. Dios es una evasión a la responsabilidad. Este modo de ser y actuar dualista es  un  disparate temible porque justifica actos de extrema violencia. No se ve ni se reconoce a Dios en la persona. 

A Dios no lo ve nadie  dice San Juan (Jn. 1, 18). Al prójimo lo vemos y lo tenemos cerca. A quien vemos y tenemos cerca es a quien se nos hace difícil amar.  El amor a Dios y el amor al prójimo son de tal modo inseparables, que no es posible amar a Dios si no es a través del amor que le tenemos al prójimo y a la prójima. El camino hacia Dios es el prójimo y la prójima. No se puede llegar a Dios volando, sino humanizándonos de tal manera que nuestra humanidad exprese la divinidad a la que estamos llamados y llamadas.

Jesús era un hombre bueno, vivía la religión como un servicio y un amor cercano a las necesidades de las personas; por su modo de proceder y de reflexionar la Tanaj era de una tendencia religiosa más abierta y progresista que mucha gente de su tiempo. Lo progresista de Jesús no está sólo en la interpretación de la ley, sino en el modo de vivirla, la vive desde el amor y la solidaridad, lo vive desde las necesidades materiales del pueblo, no desde una ideología. Jesús es un hombre que convence con sus palabras pero arrastra con su ejemplo.

Jesús nos enseña el camino del cristianismo sin ser cristiano, sin embargo la fundamentación del cristianismo está en la imitación de Jesucristo. El cristianismo nace muchos años más, en tierras paganas, en tierras de misión, en la periferia, y esto es relativo porque Antioquía no era una ciudad de segunda mano. 


El cristianismo nace del movimiento de Jesús. Nace de un movimiento en movimiento. Nace como retoño nuevo del árbol viejo. Nace como red que se lanza valientemente al mar. Nace muchos años más tarde de su ejecución, asesinato y martirio. Pero, Jesús no era sólo un hombre progresista, sino que además daba respuestas acertadas afirmando que el principal mandamiento es el amor a Dios (Dt 6, 4 s). Y añade que el amor al prójimo va unido al amor a Dios. Cosa que el letrado acepta y reafirma. Añadiendo que eso vale más que todos los actos del culto, es decir, que el amor está antes que la religión (Os 6, 6; Is 1, 11). 


Para Jesús, a diferencia del Letrado, el prójimo y hoy también la prójima no se reduce a mi pariente, a mi paisano de raza, o de religión, sino toda persona distinta a mi y que tiene necesidades. La pregunta en la religión no es: ¿Quién en mi prójimo o prójima?, sino, ¿Quién actúa como prójimo o prójima del que ha caído en el camino? El verdadero seguidor o seguidora de Jesús no es elitista, excluyente y sectario, sino, popular, incluyente y comunitario.

Jesús fue un hombre bueno y pasó toda su vida haciendo el bien, según  lo recuerda San Pedro cuando tiene que dar testimonio de Jesucristo el resucitado (Hc. 10, 34.37-43). La bondad en el corazón humano es un regalo de Dios, él es bueno y es la fuente de toda bondad. Una persona buena es una persona llena de Dios.

No siempre lo que sale a nuestro paso es la bondad, sino la maldad, el egoísmo, la pereza, la intolerancia, el oportunismo, el revanchismo. Jesús conociendo el corazón humano sabe que en el fondo del ser humano, en la parte más escondida y desconocida existe la bondad. Por eso afirma: “Si ustedes, a pesar de ser malos saben dar cosas buenas a sus hijos, con cuanta mayor razón el Padre, que está en los cielos, dará cosas buenas a quienes se las pidan”. (Mt. 7,7-12)

Jesús retoma la sabiduría del pueblo, del que ha aprendido mucho y retoma la sabiduría popular haciendo de ella fuente de su enseñanza. Retoma la regla de oro: “Traten a los demás como quieren que ellos los traten a ustedes”. En esto se resume la ley y los profetas, es decir, se resume toda La Tanaj: El Pentateuco, los profetas y los escritos, todo lo que hoy conocemos como el Antiguo Testamento.

Para que el desarrollo de este tema no sea tan largo, esta es la primera parte. La segunda, con el mismo título se va centrar más en el seguimiento como camino y pedagogía de servicio.

Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.

¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis «el Maestro» y «el Señor», y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis (Juan 13,1-15).