Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

22 de diciembre de 2011

Epifanía: Manifestación inclusiva y universal de Dios.


 En el plan de redención del género humano por parte de Dios hay afirmaciones que quizá contradigan nuestras creencias, nuestras convicciones y especialmente nuestras prácticas, sobre todo en las actitudes cotidianas que delatan lo que llevamos en el corazón y almacenamos en nuestro cerebro: “Todo ser humano ha sido creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor… ofrecer lo mejor de sí mismo… y mediante esto salvar su alma” (Mt. 2,1-12).

Digo lo que llevamos en el corazón porque “de lo que está lleno el corazón habla la boca” y digo lo que almacenamos en el cerebro porque del cerebro, como el gran silo o granero donde almacenamos nuestras semillas, nuestras ideas, es de donde salen las intenciones, acciones y operaciones que generalmente no están ordenadas para alcanzar el fin para el que hemos sido creados y creadas; por lo tanto en mi vida, en mis relaciones interpersonales, en mi religiosidad o en mi pertenencia a un grupo, sea de trabajo, de estudio, de iglesia, de afinidad, distracción o satisfacción, salen como malas semillas, como cizaña sembrada junto al trigo, la exclusión, la marginación, la desigualdad, el rechazo, el denigrar la dignidad de la otra persona por lo que digo de ella a los y las demás.

En este ambiente parecido al nuestro vive José, el que sueña y espera un mundo distinto, un mundo donde Dios reine a través de su Mesías salvador. En esta realidad parecida a la nuestra padece en carne propia María en su condición de mujer excluida en la sociedad judía y en esta socieda polarizada y politizada nace Jesús, fermento de Dios en la masa del mundo. El nacimiento de Jesús pasa desapercibido e inadvertido en una sociedad clasista, idólatra del poder y la riqueza, en una sociedad religiosa que venera y da culto a un dios de sacrificios y penitencias. Afuera, en el mundo hay fiesta sin él. Dios se encarna en una sociedad excluyente, injusta, opresora y violenta, dividida por el dinero y por las ideologías partidistas. Así lo siente, lo reflexiona, lo piensa y lo canta María, la madre de Jesús (Lc. 1, 46-55).

La historia humana leída desde la fe nos muestra a un Dios que siempre se ha manifestado en la historia y ha hecho de ésta historia, hecha, elaborada, moldeada por manos y decisiones humanas, el medio para hacer creíble y eficaz la salvación de la historia (Hebreos 1,16). De esta gran teofanía de siglos de paciencia, amor, purificación y perdón pasamos a la gran manifestación, revelación definitiva de Dios hecho ser humano, revelado a las naciones en la epifanía de su hijo: Jesús (Rom. 16,25-27). ¿Cuál es el anuncio? ¿Cuál es la Buena Noticia? ¿Cuál es la revelación? (Lc. 1,26-38). ¿A quiénes se les comunica el mensaje y quiénes se llenan de gozo en su presencia? Los pastores, los sabios de oriente, y la gente sencilla del pueblo. Dios se hace buena noticia para los y las marginadas de la sociedad y de la economía; se hace buena noticia para los excluidos y excluidas de la religión y de la salvación; se hace buena noticia para los desheredados y desheredadas raciales por no haber nacido ni pertenecer al “gran pueblo elegido” (Lc. 2, 1-14).

La epifanía de Dios en Jesús nos invita a modificar nuestro corazón, nuestro cerebro y nuestras vísceras; a modificar todo nuestro ser, creer, hacer y parecer. La epifanía nos aporta humanidad, comunión, pertenencia, humildad, valentía, sagacidad, inclusión y sobre todo aceptación de aquellos y aquellas a las que Dios se ha manifestado en su hijo amado: Un hijo que nace entre los excluidos y excluidas; nace en pobreza en medio de los pobres;  nace como persona vulnerable en condiciones inhumanas; nace arropado por la sencillez y la humildad de una mujer; acariciado por el amor y por la protección de un soñador. Ese es Dios, un Dios cercano, tan cercano, que no se diferencia en nada de lo humano, pero que se acerca tanto, tanto, para redimir desde abajo, desde la raíz al género humano caído, aplastado, anonadado. Un Dios que nos ama tanto que deja de ser un “Dios con nosotros” para ser un Dios entre nosotros y nosotras. En Jesús Dios revela la salvación universal.

El amor preferencial de Dios hacia los y las pobres, no es un amor exclusivo, sino inclusivo, porque ama a quienes no son amados y amadas por la sociedad; no es un amor particular, sino universal porque integra a las personas de la periferia y no se queda, ni se casa con los centros de poder y dominio; este amor inconforme de Dios es la levadura para trabajar y amasar la fraternidad, la comunión y la igualdad como pan nuevo calentito y oloroso o como vino nuevo en odres nuevos servido en la mesa del gran banquete universal del reinado de Dios (Is. 25,6-10).

16 de diciembre de 2011

Jesús nos acepta en su Compañía.



Los Ejercicios Espirituales, legado de San Ignacio a la Compañía de Jesús y especialmente a toda la Iglesia, son un camino hacia el Hijo de Dios: Jesús de Nazaret. Ignacio que cuando comienza esa aventura de dejarse seducir por la vida de los santos y por la vida de Cristo es un laico, es un creyente como todos los de su época, es un hombre de mundo, pero todavía no en el corazón de la Iglesia. "Dios habla recto con líneas torcidas". Ignacio un hombre joven, con criterios y definiciones fundamentales es “tocado por Dios”, antes de su formación humanística, filosófica y teológica. En su interior, en sus sentimientos Dios se comunica. Dios habla a través de los sentimientos o del mundo interior del ser humano, pero hay que tener oídos para oírlo (Jn.7, 16).

En los Ejercicios espirituales, desde las primeras páginas hasta las últimas,  se hace una sola petición, aunque la materia a meditar o a contemplar se distinta: “Que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza de su divina majestad”. El camino, los Ejercicios Espirituales, tienen una columna vertebral, esa columna vertebral es el discernimiento de espíritus. Hay que darnos cuenta que siempre estamos optando y lo hacemos desde nuestros deseos más profundos. El hombre Ignacio como toda persona creyente hoy, pide en el ambiente de los ejercicios ser puramente ordenado en servicio y alabanza de su divina majestad, lo que Jesús en los evangelios va a decir: Preocúpense por el Reino de Dios y su justicia y lo demás vendrá por añadidura (Lc. 12, 31).

San Ignacio pide que el ser humano, la persona, el “subjecto” en su totalidad se ponga al servicio de su Creador y Señor, de manera ordenada, sin afecciones que lo separen del fin para el que ha sido creado, es decir, para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y mediante esta entrega a las demás personas salvar su alma. Pide, además, tener conocimiento interno del Señor para que más lo ame y le siga. Amar es salir de uno mismo o de una misma y optar por los y las demás, el centro de gravedad no es el ego, sino Dios. Sabemos que el más bello de los sentimientos es el amor (Mc. 12,30).

Fruto de los Ejercicios Espirituales es darnos cuenta que la persona, sea yo o la otra, es más que el marco preconcebido en el que quiero enmarcarla. Todo marco queda pequeño para la riqueza que posee la persona en todas sus dimensiones. Finalmente hay que señalar la petición que con insistencia pedía San Ignacio a nuestro Padre Dios: Que le concediera la gracia de “ponerlo con su Hijo” y cómo en la Capilla de la Storta, camino a Roma, tiene esa visión de cómo el Padre le pide al Hijo que acepte a ese peregrino en su compañía y éste lo acepta como compañero suyo. Ese Jesús que nos acepta en su compañía es el mismo Jesús cargando la cruz, camino al Gólgota. Ojo, no todo lo que somos y hacemos tiene sabor a Evangelio. Pidamos lucidez ante el engaño, libertad antes de decidir y amor que me lleve y me asemeje más a Jesús, porque esta espiritualidad, la ignaciana es una espiritualidad abierta al mundo, a la realidad y al más. Encontrar a Dios en todas las cosas es la mística del discernimiento (Mt. 5, 15).

Conocerle para más amarle y seguirle


Ya regresamos a clases. Bienvenidos y bienvenidas. Los pasillos, las aulas y las canchas del Colegio se vuelven a llenar de vida, energía, sonidos, colorido y felicidad. Es el primer día de clases  para secundaria, aunque Bachillerato y pre-escolar se nos han adelantado con algunos días de anticipación. Vienen de sus casas, liberados y liberadas de toda preocupación académica, livianitos y livianitas de responsabilidades, vienen de descansar, de estar con sus seres queridos, pero su vida es más que eso y hoy retoman su primera responsabilidad: Prepararse para el futuro, enraizarse en la realidad del país para conocerlo, amarlo  y transformarlo. Vienen con la alegría que nos caracteriza como salvadoreños y salvadoreñas porque somos “el país de la sonrisa”. Sonreír no cuesta nada y con un a sonrisa expresamos nuestra felicidad, nuestra alegría, nuestra amistad, nuestra salud y sobre todo el amor que hemos recibido de Dios porque él también sonríe.

Nos hemos preparado  para recibirles. El Colegio se ha renovado en sus jardines, en la pintura de sus instalaciones, en la limpieza de aulas y pasillos, en los pupitres que les van a brindar la comodidad. Nos hemos preparado los maestros y maestras, preparando clases, cargas académicas, definiendo objetivos, estrenando uniformes. Tenemos la buena voluntad, el ánimo, la dedicación y el deseo de amarles y servirles porque el colegio aunque es un colegio privado, cristiano católico, no es un negocio, es un servicio a ustedes, a las familias y sobre todo un servicio a este pequeño país con un corazón que rompe fronteras.

Todos los trabajadores y trabajadoras de esta institución les recibimos con los brazos abiertos, y aunque el amor, el verdadero amor, no espera ser correspondido, esperamos de ustedes, de cada uno y de cada una, lo mejor de sí: siendo buenas personas, respetuosas, estudiosas, disciplinadas, responsables, aseados y aseadas,  solidarios y solidarias y, sobre todo, personas que procuran vivir cada día como si fuera el último. Cada día es una puerta que se abre para que entremos, caminemos y construyamos el futuro, mi futuro, nuestro futuro. Cada día es una luz de bendición, una confirmación de la confianza que Dios nos tiene, para que nos alistemos en su Proyecto: Su Reino.

Nuestro deseo es formar hombres y mujeres para los y las demás, que sepan unir fe y vida, estudios y actitudes cristianas. Que el saber, el conocer, se complemente con el ser y con el quehacer, porque no hay peor persona ciega que la que no quiere ver. “Quién con una luz se pierde” y sin embargo muchas veces caminamos en tinieblas, a empujones, a ciegas, lejos de la luz y de su ausencia. Como cristianos y cristinas que reciben formación en este Colegio estamos llamados y llamadas a Evangelizar, pero no hay tal acción sin Evangelio, por eso debemos conocer, empaparnos, vivir y transmitir la vida de Jesús, el evangelio de Dios. Debemos ser evangelio, es decir buena noticia, al servicio del Evangelio, la Buena Nueva de Dios, Jesús de Nazaret. Debemos ser, Cristo céntricos y Cristo centrífugos. Como dice San Ignacio en los Ejercicios Espirituales, pedir la gracia a Dios, de “conocer a Jesús para más amarle y seguirle”.

Sólo mueren si se les olvida


El martirio es una gracia y una consecuencia del compromiso con el Evangelio y con aquellos y aquellas que son las destinatarias de esa Buena Noticia. La concepción antigua del martirio lo define como la “muerte o el sufrimiento que se padece por defender una religión o una creencia”. A esta concepción le agrego que el martirio es la corona de un modo de sentir,  vivir, ser, actuar y servir. El martirio  no se busca, viene de fuera, viene de la sociedad, de la realidad anti evangélica del mundo. Entre el Evangelio y el mundo hay una exclusión radical (Ez. 33, 7- 9).  Los y las portadoras de la Buena Noticia de Jesús son arrancados y arrancadas con violencia, salvajismo y odio.  Los esbirros a sueldo y marionetas de una ideología  alienante, asesinan creyendo que con esa acción “heroica”, están haciendo un bien a la sociedad y a la humanidad. El colmo es creer que están haciendo una obra buena. Toda acción humana es expresión “ideológica” de una doctrina interiorizada, asimilada. Una ideología que hace ver a los buenos como malos y a los malos les hace “parecer” buenos. ¿Cómo entender, y asimilar, que quienes juzgaron y  ejecutaron a los sacerdotes jesuitas, a Elba y Celina, se protegían en la guerra con la cruz cristiana, los escapularios o las camándulas en sus cuellos? así vestían quienes nos bajaban en los retenes. Más que expresiones o símbolos de fe eran usadas como amuletos de buena suerte, de bendición y protección mágica.

Les conocí personalmente. Les conocí en su compromiso cristiano entre las personas pobres;  les conocí en su interior al escuchar sus homilías, sus clases, sus entrevistas en los medios de comunicación; les conocí en el deporte compartiendo la liberación de energías, de tensiones en el frontón; les conocí en su producción literaria, en sus aportes intelectuales y en sus debates públicos, siempre propositivos en una coyuntura estancada, atrincherada, polarizada, sin salida bélica pero sí negociada. Estaban endeudados, sí, pero su única deuda era con el Evangelio, con el amor fraterno y mutuo en la sociedad. Estaban convencidos, como cristianos de una sola pieza, que quien ama al prójimo y a la prójima ha cumplido toda la Ley (Rom. 13, 8-10). Quien ama a sus prójimos y prójimas no roba, no mata, no levanta falsos testimonios, no codicia etc. Quien ama no le hace daño a nadie. Cumplir perfectamente la Ley y los profetas es amar. Ellos, mis compañeros, procuraron siempre y en todo, amar y servir a este pueblo que hicieron suyo, tan suyo que cayeron como granos de trigo transformado en maíz  para dar una buena y duradera cosecha. Hoy fraccionamos, saboreamos y compartimos el pan, ellos y ellas hechos pan, hechos vino, hechos banquete. Sus vidas y su muerte martirial han hecho posible la democracia real en El Salvador porque “cuando la noche es más oscura, es cuando mejor se ven las estrellas”.  Agrego, uno no es de donde nace, sino de donde quiere ser... Por opción.

Los mártires de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas de El Salvador cosecharon odio por amar, rechazo por haber optado por los y las pobres del país y muerte por exigir vida y respeto para las víctimas en el conflicto armado. Su fe se hizo obras y sus obras expresaban su fe en el Dios de la vida, en el Dios de Jesús. Jesús que también fue rechazado, juzgado y condenado,  dio su vida por amar, nos enseñó  el amor amando, amando siempre (Rom. 8, 31-35.37-39).  Si Jesús no se hubiera atrevido a desenmascarar públicamente a “quienes tenían en aquella época el poder religioso y político", hubiera muerto de edad avanzada, pero su anuncio y su denuncia eran parte de su lucha por el Reino de Dios (Mt. 23, 1-12).  Jesús murió porque luchó. Nuestros mártires murieron porque lucharon. El martirio de nuestros hermanos y hermanas no debe contemplarse al margen de sus vidas. El martirio fue la respuesta insoslayable de una estructura política y militar en decadencia. El asesinato del adversario es la reacción ante  su vida incuestionable, su compromiso con la justicia y su fe en un Dios y su reinado, libre de idolatrías. Nuestros mártires salvadoreños y salvadoreñas, no únicamente los "Compañeros de Jesús" sólo mueren si se les olvida. Según Rahner, el mártir “provoca con su testimonio activo y con su vida la situación en que no podrá librarse de la muerte sin renegar de su fe”. Leamos Tes.2, 7-9. 13.

El corazón de Jesús es el corazón del Buen Pastor.


En la primera misa que concelebré con el P. Luís Carlos Toro, en la capilla del Colegio Externado de San José, en ocasión del día dedicado al  Sagrado Corazón de Jesús, que por cierto lo encuentro en todas partes como dice el salmo 139: “¿A dónde iré lejos de tu espíritu, a dónde huiré lejos de tu rostro?.. Si le pido alas a la aurora  para irme a la otra orilla del mar, también allá tu mano me conduce y me tiene tomado tu derecha… Mas para ti ni son obscuras las tinieblas y la noche es luminosa como el día… Examíname, oh Dios, mira mi corazón, ponme a prueba y conoce mi inquietud; fíjate si es que voy por mal camino y condúceme por la antigua senda. 

Además de encontrar su devoción en muchos lugares, encuentro personas adultas y jóvenes que se consagran a él, esperando algún día tener un corazón parecido, no igual porque es difícil, con los mismos sentimientos de Cristo, “Sensus Christi”, para vivir de manera sencilla pero profunda al estilo de Jesús.

Jesús opta por las personas vulnerables, no por las seguras en sí mismas porque” tienen agarrado el sartén por el mango” El control de las personas y la mala aplicación de las leyes y normas es inseguridad en quien ejerce un cargo de autoridad (Lc. 14. 7-). 

Me quedé sorprendido cuando reflexionando sobre algunos símbolos como: El corazón, la Flor de Izote o la Monja Blanca, el Quetzal o el Torogoz, El Maquilishuat o Ceibo etc. Le preguntaba a los alumnos y alumnas del Colegio por un símbolo salvadoreño y en lugar de mencionar al Divino Salvador del Mundo me citaron el monumento a la Constitución: El monumento a la Constitución está representado por una mujer desnuda, sin ropajes partidarios, erguida,  con dignidad, sin ataduras que la esclavicen, con una balanza de equidad y una espada para hacer justicia. Los valores de este símbolo pagano son también cristianos y esos valores son en los que creyó Jesús: La justicia, la igualdad, la dignidad, el ser más que el poseer, el respeto, etc. Jesús no sólo es el rostro humano de Dios sino también el corazón libre y bondadoso de Dios. En el corazón de Jesús todos y todas tenemos un lugar propio y especial.

El Dios de Jesús, el Dios en el que cree Jesús, es un Dios bueno, misericordioso, Padre, Buen Pastor. Yahvé es el Buen Pastor del pueblo, según el profeta Ezequiel: “Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y velaré por ellas. Así como un buen pastor vela por su rebaño cuando las ovejas se encuentran dispersas, así velaré yo por mis ovejas e iré por ellas a todos los lugares por donde se dispersaron un día de niebla y de oscuridad…”(Ez. 34, 11-16). 

Jesús aprende de Dios, se deja instruir por Dios y por las mediaciones  humanas también lo forman, como la familia, el padre y la madre, la comunidad, los vecinos y vecinas, la escuela, los maestros y maestras, la iglesia, laicos, laicas, sacerdotes, religiosos y religiosas etc. Seamos buenos pastores como Jesús y como Jesús nos muestra a Dios:”Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría  por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve  justos, que no necesitan arrepentirse” (Lc. 15, 3-7).  

Ese es Jesús y su corazón, ese es el corazón de Jesús, él le apuesta a la oveja perdida, descarriada, lastimada, mal alimentada, herida, embarrancada, aislada y excluida del rebaño. Tomen mi yugo sobre ustedes, dice el señor, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón. A esto nos consagramos, esto es lo que ofrecemos; vernos en su espejo todos los días. El corazón de Jesús es el corazón del Buen Pastor.

Letras hechas sentimientos.


Estoy entrando en un nuevo espacio, puerta ancha y estrecha al mismo tiempo: el ámbito del lenguaje y la literatura; y aunque en mis venas corren las letras hechas sentimientos, las palabras que expresan pensamientos y  construcciones literarias, figuras, estilos, géneros y hasta  reflexiones sobre la lengua castellana, se me vuelve novedad conocer no sólo la piel, el aroma y el vestido colorido del lenguaje, sino también su estructura ósea y nerviosa, su sistema sanguíneo y respiratorio y, especialmente, su sistema digestivo para digerir los bocados que me alimenten y me den la salud para mantenerme de pie y laxitud en el aula de clases, donde muchos y muchas esperan el pan de la palabra, la ensalada de géneros, la sopa de letras, los espaguetis de las oraciones, la tortilla tostada “quiebra dientes” de las conjugaciones verbales y el postre de saber y escribir con felicidad, dulzura con  “sabor a quiero más” y al final del banquete de este año lectivo saborear en el paladar y en el corazón la belleza y exquisitez  de nuestro idioma.

Me basta y no es poco, que los alumnos y alumnas amen su idioma y no lo degraden,  que sepan pensar, que sepan hablar y que sepan escribir porque con estas herramientas podemos transformar el mundo, la realidad y la historia, si cultivamos el hábito de la lectura, del análisis, la crítica y las nuevas propuestas.

La soledad nos hace ver las cosas de distinta manera, el silencio oxigena el pensamiento  y la creatividad sale a correr todos los días. Caminaba a los baños por los pasillos llenos de frescura y libertad; veía las plantas ornamentales en fila con disciplina, uniformadas de verde; pisoteaba los ladrillos que recuerdan otras épocas, otros ires y venires, otro edificio, el de antaño, la fortaleza, el monumento de lo que fue en aquella época el Externado de San José en su época de oro, dicen algunos anacrónicos.

Caminaba sobre esos ladrillos que guardan silencio porque nadie les pregunta nada, ni escuchan sus voces las sordas paredes nuevas que sostiene el  techo del saber. Esos pasillos que son la continuación de otros hacia atrás y hacia delante porque el tiempo en estos ámbitos institucionales se bambolea de generación a generación. De hecho la tradición se enraíza en el tiempo.

El tiempo en estos pasillos se hace eterno y se queda en dosis de eco en cada orificio, en cada poro de los ladrillos, en cada hoja, en cada árbol, en cada espacio que une la grama, en cada respiro del viento, en cada brazo de la noche y en cada cabello rubio oxigenado del sol radiante de cada día, cuando los pájaros se van y toman sus lugares los pájaros y pájaras del futuro, esas aves pasajeras que hacen del Colegio, de este Colegio, de su Colegio su propio nido. La esperanza es que estas aves que aman la libertad y vuelan en sus alas, sean verdes como la esperanza. Que estas aves verdes donde quiera sean verdes.

En esta realidad externa e interna los dichos cobran vida y tienen contenido: “Ojos que no ven, corazón que no siente”;  “a palabras necias, oídos sordos”; “dime de qué presumes y te diré de qué careces”; “amor, tos y humo no se pueden esconder”. Estos y otros dichos están referidos al cuerpo y especialmente a los sentidos, por eso viene a mi memoria el cuerpo docente y especialmente su sentido. 

La docencia del Colegio es la mano amiga, el corazón compasivo y solidario, la mirada que protege y desconfía, los pasos firmes y disciplinarios, los pensamientos e ideas que se comparten y el amar en todo momento son, finalmente, la cajita de sorpresa en cada período mensual de exámenes, donde se verifica que “guerra avisada no mata soldado”; “genio y figura hasta la sepultura”; “muerto el capital acabado el interés”; “es mejor deber plata que favores”;  “cachetada en cuero ajeno no duele”; y para terminar, “los años no vienen solos”. Este cuerpo tiene una misión y es para la misión. Espero no molestar, sino compartir mis primeras impresiones, en este nuevo trabajo. Gracias.

13 de diciembre de 2011

La educación es un derecho, un deber y un acto de amor.

Un Pueblo que se forma e informa es un pueblo que tiene futuro. La sabiduría como don de Dios es una de las mejores riquezas que hemos recibido de la divinidad y de nuestros antepasados: "Yo soy como una vid de fragantes hojas y mis flores son producto de gloria y de riqueza. Yo soy la madre del amor, del temor, del conocimiento y de la santa esperanza. En mí está toda la grandeza del camino y de la verdad, toda esperanza de vida y de virtud. Vengan a mí, ustedes, los que me aman y aliméntense de mis frutos. Porque mis palabras son más dulces que la miel y mi heredad, mejor que los panales. Los que me coman seguirán teniendo hambre de mí, los que me beban seguirán teniendo sed de mí; los que me escuchen no tendrán de qué avergonzarse y los que se dejan guiar por mí no pecarán. Los que me honran tendrán una vida eterna"(Sirácide 24, 23-31).

Ser una persona sabia no es lo mismo que ser una persona instruida. La sabiduría es un regalo recibido que debemos ofrecer a quienes carecen de ella; en cambio la instrucción es algo propio, es una opción, es el esfuerzo individual y  es el logro de mi propia lucha (Jn. 16,12-15).

Quien se niega a formarse e informarse, es como un río que se niega a recorrer la tierra para fertilizarla. La persona sabia hace de la experiencia su mejor fuente de alimentación. La persona sabia se niega a estancarse, a encharcarse, porque pasado el tiempo el agua encharcada pierde su libertad, su oxigenación, su transparencia y hasta la riqueza para fertilizar su entorno. 

La educación, como río de agua fresca redime, dignifica, libera y hasta nos hace ser personas críticas y agentes de cambio. La mejor herencia que un padre o una madre  le puede dejar a su hijo  o hija es una sólida educación, porque ella es la posibilidad para un futuro digno. 

La persona sabia, instruida y educada debe ser como un río de aguas transparentes, donde contempla su propio rostro, calma la sed a toda persona sedienta y fertiliza la tierra para que se dé una mejor cosecha. La persona sabia es un terreno de tierra fértil, siempre da frutos de sabiduría (Eclesiástico 15,16-21).

El desarrollo de los pueblos, en parte, se encuentra en la educación por eso hay que apoyar todo aquello que posibilite una mejor formación para nuestros hijos e hijas, semilleros del futuro. La educación es la luz en un presente poco esperanzador. Busquemos desde nuestra fe, alternativas que  cambien el desierto en un oasis. Tenemos sed de justicia, hermandad, perdón, diálogo y cambio social. Cambiemos las armas de la guerra por instrumentos de trabajo. “Dame, pues, la sabiduría y el entendimiento para que pueda conducir a este pueblo, porque ¿quién podrá gobernar a este gran pueblo” (2 Re. 1, 10).

Amar es darse  sirviendo a las demás personas como Jesús de Nazaret; amar es luchar por cambiar aquellas cosas que no hacen creíble nuestro amor al Crucificado en los y las crucificadas.  Jesús nos muestra con sus palabras y sus obras a un Dios que es bueno, bondadoso, misericordioso y que expresa su amor en su Hijo amado. Por el Hijo,  que es la palabra comprometida de Dios, Dios se da a sí mismo como fuente de amor y sabiduría.

La educación es un acto de amor: Uno, el amor debe ponerse más en obras que en palabras. Dos, el amor consiste en la comunicación de las dos partes, en dar y comunicar el amante al amado o la amada de lo que tiene y puede, es decir, que si uno tiene ciencia dé al que no la tiene, si tiene honores y riqueza, lo mismo; y así la otra persona recíprocamente. (EE. 230-231). Quien ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él (1 Jn. 4, 7-16).

Finalmente pidamos “conocimiento interno de tanto bien recibido, para que conociéndolo yo enteramente, pueda en todo amar y servir a su divina majestad” como fuente de este sentimiento que nos humaniza y nos obliga a construir una sociedad que se base en el amor y el respeto mutuo, en la defensa de los derechos de los y las pobres como el derecho a la vida, la educación, la tierra, el trabajo, la salud etc.

Actuemos con sabiduría. “…Yo estaba junto a él, como aprendiz; yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia: Jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres” (Prov. 8, 22-31).

6 de diciembre de 2011

Jesús es mi roca


El cansancio es una carga inaguantable, pesa, agota, desespera, desanima y nos pone de mal humor. El cansancio nos quita el sueño, nos roba la paz y nos hace personas inestables. El cansancio lleva en su espíritu el dolor de la frustración cuando las cosas, a pesar de nuestro esfuerzo, entrega, dedicación y  deseo de hacer bien las cosas se van por la borda, se van de nuestras manos, se van como que si nada hemos hecho o pensado y nos deja internamente el sabor del desconsuelo, la apetencia de seguir luchando y la amargura de ser personas incompetentes.

El cansancio es arrogante porque creemos que todo depende de nuestro esfuerzo, de nuestra capacidad, de nuestras aptitudes y nos hace olvidar que somos personas limitadas y necesitadas. El cansancio nos hace olvidar que necesitamos con urgencia ser personas humildes, no humilladas; humildes porque no siempre nos salen bien las cosas. Humildes porque debemos mantener la apertura a la corrección y al consejo de otros y otras. Humildes porque no nacemos aprendidos.

La humildad no es compatible con la humillación, porque la humillación viene de fuera, es agresión a la integridad física aunque no nos toquen; es agresión porque lastima la dignidad y la autoestima; es agresión que se expresa en palabras vulgares. La persona que humilla es vulgar, tosca, carente de modales y formas humanas y civilizadas de  expresar su desacuerdo. La humillación es inhumana porque quien humilla es arrogante, autosuficiente, déspota y carente de sensibilidad. La persona que humilla demuestra su poco humanismo, su cristianismo en decadencia y se aparta del camino que Jesús nos ha enseñado.

Jesús fue un hombre sencillo, afable, cercano, compasivo, tierno, valiente, realista y siempre se puso al lado de las personas vulnerables. Jesús no soportó la humillación hecha a otros u otras,  defendió a los pequeños y pequeñas, no sólo de estatura, sino de la sociedad, es decir a las personas ignorantes, apocadas y siempre tuvo palabras de ánimo y aliento para quienes se sentían menospreciados por el poder, por la riqueza y la salvación. Él siendo Dios se humilló pero protestó ante la humillación  infligida a su persona. Cuando le dieron en la mejilla, no puso la otra, sino que preguntó: ¿Por qué me golpeas? (Jn. 18, 19-23).

Este sabor amargo, este dolor interno y este peso insoportable fatigan nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestro corazón y todo nuestro ser. La desolación recorre inadvertida todo nuestro torrente vital, contamina todo el cuerpo y le roba la salud, la oxigenación tan necesaria para purificarnos y seguir adelante. La desolación nos hace creer que hemos perdido la guerra negándonos la alegría de la victoria, cuando lo único que hemos perdido es una batalla de la que debemos levantarnos, caminar y respirar profundamente para llenar nuestros pulmones de fuerza y esperanza.

La agresión, la desolación, la violencia verbal y física son elementos que cuestionan nuestro ser personas sociales, personas racionales, personas civilizadas, personas humanas, personas cristianas. El cansancio pesa tanto, nos agota tanto  que al final del túnel, lo único que deseamos es tirar la carga, tirar la toalla, colgar los tenis, tirar el compromiso, tirar todo aquello que ha hecho de nuestra vida una vida llena de ilusiones,  una vida plena, llena de emociones y repleta buenos momentos, momentos compartidos donde el rostro de las personas amadas y sus sonrisas pasan al olvido. El cansancio es irracional.


En los momentos de desolación nunca hacer mudanzas, cambios de los que podamos arrepentirnos. El aguante y la esperanza de mejores momentos es lo que sostiene la casa que está construida sobre roca, roca sólida y firme;  sin olvidar que esa roca, también tiene un corazón tierno y solidario. Jesús es la roca.

Tenue suspiro valiente











Azul como el cielo
es el amor iluminado
por un lucero escondido
invisible en mis manos.

Fija la mirada
como centinela eterno,
fija la mirada
reluciente llena de fuego.

Lucero del atardecer
inamovible acompañante,
suspendido por un amor
de titileo intermitente.

En tu sonrisa  de felicidad
ancha como  el cielo,
florece el amor
maduro del universo.

Lucero callado, inadvertido
destello de Luz hecho suspiro
suspiro de sol enamorado
aliento de fugaz espiro.

El silencio celeste del cielo
manto de oxigeno tejido,
proclama tu amor hecho hilos,
hebras de luz adormecidas.

Mañana, espacio sin retorno
es el tiempo hecho vida.
Mañana, libertad sin retorno
es la verdad de mi vida.

Tenue luz, cálida, aromada
de noches relucientes.
Tenue enredadera valiente,
timidez con flores coloridas.

En la oscuridad de tus ojos
brilla un lucero invisible.
Desprendidos destellos a lo lejos
de amaneceres increíbles.


 

1 de diciembre de 2011

Hagamos redención del género humano.


Hay varias ideas que suscita en sí mismo el nombre de este artículo. Uno, el protagonista de este acto es una persona plural, es decir, Dios como unidad trinitaria, como cuerpo salvador, como comunidad de vida, de creación y de redención. Dos, el acto mismo define la misión y el ser de quien actúa. Dios salva, no condena. El verbo es la palabra hecha acto. Dios se comunica a través de su Palabra y la Palabra es la acción misma de Dios. La Trinidad es movida por el amor. Este ser plural y al mismo tiempo unitario actúa por amor a su criatura, el género humano, y no sólo actúa fuera de ella, sino que vive, habita y actúa dentro de ella. Dios se comunica con el ser humano en sus mociones espirituales. Tres, el género humano es la humanidad toda, completa, entera, sin divisiones, sin exclusiones. El género es uno en su diversidad: Hombres y mujeres de toda raza, condición social, situación económica, credo religioso, etc., el género humano es uno sólo y sus diferencias internas les hacen recíprocos, necesarios y complementarios en el plan de Dios..

“El hagamos redención del género humano” es primero, una opción después de una contemplación del mundo; segundo, una decisión que viene del Creador que se involucra con sus criaturas y se da el acto y el hecho mismo de la Encarnación; y tercero,  una acción, que por su naturaleza es salvadora, definida, ejecutada y  es, finalmente,  un acto de amor que redime. El amor de Dios y el amor humano redimen, levantan, liberan, salvan. El amor rescata, deja libre algo o a alguien y lo hace nuevo (EE.65-71. 101-109). Hay que señalar que el acto de redención está ubicado entre la contemplación de la realidad de pecado, personal y colectivo y el nacimiento de Dios, en la humanidad de Jesús.  "Al nacer Jesús, Dios se nos hizo presente en él. Es decir, se nos hizo presente en un niño débil y pobre. A Dios lo encontramos en lo débil y en lo pobre, en lo marginal y excluido. Y eso es lo que nos da miedo. Y nos resistimos a aceptarlo. A Dios lo buscamos en la religión y en los templos. No lo buscamos en los establos y pesebres de este mundo. Y, sin embargo, es en lo más pobre, sencillo y débil, en lo más humano, ahí es donde sobre todo encontramos al Dios de Jesús". La redención, deseo infinito de Dios, es un período permanente de advenimiento.

El Espíritu de Dios está en el mundo, en su obra creadora (Sal. 18), en el ser humano (Dn. 3), en los procesos históricos (Sal. 71), en los signos de los tiempos y especialmente en las personas no sabias ni entendidas, porque ni la sabiduría ni el entendimiento del mundo son necesarios para conocerle. Dios se deja conocer por  las personas humildes y necesitadas. Esta revelación se hace una acción de gracias en labios de Jesús (Lc. 10, 21-24). El conocimiento de Dios enseñado y practicado por Jesús consiste en escuchar su palabra y ponerla en práctica. No basta sólo confesarlo (Mt. 7, 21-27). Dios siempre ha tomado la iniciativa y el ser humano se beneficia de esa iniciativa amorosa. Desde el comienzo, en el libro del Génesis, ya se revela ese deseo de Dios de hacer a alguien semejante, hecho a su imagen, pero lo más atractivo de este principio creador es que Dios es “uno plural”, es comunidad creadora, no es soledad, individualidad (Gn.1, 26). A diferencia de otras cosmovisiones orientales Dios crea al ser humano por amor y todo lo pone bajo sus pies.

El Espíritu de Dios, llamado Sabiduría y también Espíritu Santo, siempre ha estado presente en la realidad y en la historia. Siempre el ser humano ha esperado la venida de Dios, desde Abraham, nuestro Padre en la fe hasta el adviento pre cristiano del que es parte José y María. Con Jesús, (y ese deseo se ve concretizado hoy en el misterio de la encarnación de su Hijo), el Cristo, la redención de la humanidad no sólo llegó a su concreción, sino a su plenitud. Este estar cerca de la divinidad es un deseo inacabable, pero el deseo de Dios de estar con el ser humano es permanente, real e histórico. Este Dios Creador nos invita a “descubrirlo en todas las cosas” y a descubrir en las cosas su presencia, su vida, su fuerza, su aliento, su amor y sobre todo su presencia silenciosa (Gn. 18, 1-19). Dios está siempre de pie a nuestro lado. Si Dios hace redención, hagamos también los seres humanos redención.