Guazapa, San Salvador, El Salvador

Guazapa, San Salvador, El Salvador
Quiero llevarte en mis ojos como la ternura que un hombre lleva en sus mirada. Mirada viajera del tiempo retenido, como pupila siempre nueva, contenida, retenida, desnuda y renovada.

30 de septiembre de 2011

Saltillo: Rostro iluminado











Quiero llevarte en mis ojos,
Saltillo, como la ternura
que un hombre lleva en sus mirada.
Mirada viajera del tiempo retenido,
como pupila siempre nueva,
contenida, retenida,
desnuda y renovada.

Quiero amarte como se ama,
como la libertad  ama la llanura,
como el horizonte abraza tu hermosura,
ser amada, ser amado.
Amor inaprehensible,
Inacabable, indefinible.
Amor amado.

Se escapa la luz de tu rostro,
Saltillo, ante mis ojos,
la alegría roza tu piel,
y le da nueva vida 
a tu fisonomía ancestral,
en este viaje
con retorno a los recuerdos.

La sombra, opaca tu piel
la sombra, tierna claridad,
huye a la frescura de tus líneas,
marcadas por la lluvia.
Tu cuerpo es cambiante,
con luces y sombras,
siendo siempre el mismo.

Saltillo, Saltillo 
voy tras tus huellas,
amanecer en Saltillo,
piel oscura sin huellas
Piel desnuda con brillo
hecha arena,
hecha desierto.

Saltillo, Saltillo
zarape cálido,
zarape multicolor
Zarape anónimo.
Tu piel, Saltillo,
es el amor,
zarape ofrecido.

El amor de tu vida te desnuda,
suavemente invade tus rincones,
te deslumbra y me deslumbra
ante lo bello y lo nuevo de tu vientre.
la belleza siempre nueva, 
siempre joven,
del sol en el desierto.

27 de septiembre de 2011

El perdón es un acto humano antes que religioso.

No es bueno polarizar, tener una mentalidad excluyente y dualista, pero creo que la primera vocación  humana es la ser persona y como personas tenemos derechos y deberes. El perdón es un derecho que tenemos porque Dios nos lo ha dado primero y es un deber porque la persona que ha experimentado el perdón sabe lo que es andar en la vida sin amarguras, ataduras y resentimientos. Sabe que el perdón libera, nos devuelve la paz, la sonrisa y la felicidad. El cristianismo tiene como base la humanidad de Dios en Jesús y las personas creyentes creemos en un Jesús profundamente humano, que perdonó aun estando crucificado.

El perdón es una Ley: Perdonen y se les perdonará. Perdónanos como perdonamos a quien nos ofende. Jesús perdona porque ama. Dios es amor y Jesús es el sacramento de ese amor hecho ser humano. El perdón va más allá de la norma, del mandato y el deber. Perdonar no sólo es una obligación jurídica, un deber moral que hay que cumplir, sino un acto humano y religioso, en tanto que me mantiene unido o unida a la divinidad. “Entonces se adelantó Pedro y le dijo: "Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?". Jesús le respondió: "No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. (Mt. 18, 21-22)

El perdón es un acto de amor. Perdonar es amar y siempre se bebe amar.  Así como el Evangelio nos invita a perdonar setenta veces siete, también debemos amar setenta veces siete, es decir siempre. Amor y perdón son inseparables. El amor es un sentimiento que nace de un corazón sano, también puede nacer en un corazón lastimado en su acepción de misericordia.  El perdón es un acto bueno: “El amor tiene paciencia y es bondadoso. El amor no es celoso. El amor no es ostentoso, ni se hace arrogante. No es indecoroso, ni busca lo suyo propio. No se irrita, ni lleva cuentas del mal (1 Cor. 13, 4).

Siete es el número de Dios en la numerología judía. Es el número de la perfección y sólo Dios es perfecto pero nos invita a la perfección, cambiando el corazón de piedra por un corazón de carne. Hay varios textos donde el número siete aparece insistentemente. Un texto, entre otros, es El Padre Nuestro, en él hay siete peticiones, por eso es la oración cristina por excelencia. Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. Porque si perdonan a los hombres sus ofensas, su Padre celestial también les perdonará a ustedes (Mateo 6,12-14).

El perdón es un regalo, es una gracia de Dios, debemos pedir siempre esa gracia. Dios nos perdona sin límites y sin condiciones. Dios nos perdona porque nos ama, como en la parábola del Hijo Prodigo, llamada también parábola dell Padre Misericordioso. No nos pide cuentas para perdonarnos, su amor y su afecto nos deja sin palabras. “Miren por ustedes mismos: Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. Si siete veces al día peca contra ti, y siete veces al día vuelve a ti diciendo: "Me arrepiento", perdónale (Lucas 17, 3-4).

Demos gratis lo que gratis hemos recibido, es decir el perdón. ¿Quiénes somos para juzgar a otros y otras? Si ni Dios nos condena ¿Quiénes somos para condenar? Experimentemos el perdón y perdonemos. Perdonémonos el no perdonar, perdonemos. Nuestra vida no debe ser una carga pesada de resentimientos, odios, amarguras, muerte. La vida es bonita, vivámosla con felicidad, en armonía, en paz y en fraternidad. “Quiten de ustedes toda amargura, enojo, ira, gritos y calumnia, junto con toda maldad. Más bien, sean bondadosos y misericordiosos los unos con los otros, perdonándose unos a otros, como Dios también les perdonó a ustedes en Cristo (Ef. 4, 31-32).

El perdón es un acto de solidaridad, porque a través del perdón, la persona perdonada vuelve a la vida, se reintegra a la familia, a la sociedad, al grupo de referencia. El perdón es un acto de solidaridad porque vivimos en sociedad, nos necesitamos mutuamente. La fe se expresa en gestos solidarios, el perdón se busca en comunidad. El paralítico necesita de las personas que lo transportan hasta Jesús. Jesús admira la fe de aquellos hombres y por ellos el paralítico que no podría por sus propios recursos acceder a Jesús, llega a su presencia. Recibir el perdón es levantarse, es caminar, es integrarse nuevamente a la sociedad y a la familia. El perdón es un acto social.

Perdonar no es olvidar, el daño está hecho, pero no podemos vivir del pasado ni en el pasado. Perdonar es recuperar mi humanidad, mi legitimidad como hijo o hija de Dios. Es volver a comenzar, que se dé en cada uno o cada una un nuevo génesis, un nuevo principio, una nueva creación. Perdonar es volver a nacer, es ser una nueva criatura porque la realidad de la plenitud y de la perfección es Dios, hacia allí debemos caminar, avanzar. Dios en nuestra brújula. Dios perdona siempre.

Para un judío el perdón es un deber para alcanzar la perfección, para cumplir la Ley, para estar en paz con Dios porque se cumple el mandato. A través del perdón se busca la propia santidad y perfección. Para el cristianismo el perdón no es sólo un deber, sino una obligación, es el camino hacia la humanización del hacer y la divinización del ser.

Para Jesús el perdón va más allá de la Norma, de la Ley, del contrato. No basta ser bueno, hay que ser generosos amando siempre. ¿Cuántas veces tengo que perdonarlo? Cantidad y deber se unen, es verdad pero incondicionalidad y gratuidad van más allá de la norma. La incondicionalidad y la gratuidad nos abren las puestas hacia Dios, hacia una humanidad reconciliada que desde su práctica evangélica se hace creyente, cristiana, semilla de otras relaciones humanas.

“La religión no siempre conduce a hacer la voluntad del Padre. Nos podemos sentir seguros en el cumplimiento de nuestros deberes religiosos y acostumbrarnos a pensar que nosotros no necesitamos convertirnos ni cambiar. Son los alejados de la religión los que han de hacerlo. Por eso es tan peligroso sustituir la escucha del Evangelio por la piedad religiosa. Lo dijo Jesús: "No todo el que me diga "Señor", "Señor" entrará en el reino de Dios, sino el que haga la voluntad de mi Padre del cielo".

Desnudez, luz y transparencia.


Me he visto desnudo…
Y me reconocí en tus manos de alfarero.
Me he desnudado y tu mirada de amor
me envolvió  como ropa ligera.
Me han visto desnudo…
Y se burlaron de mi alma lastimada.

Me he visto desnudo…
Soy el sueño de tus desvelos de hortelano.
Me he desnudado  y  tu presencia  refrescante
me ha levantado del antiguo surco .
Me han visto desnudo…
Y me arrastraron con ira entre sus dientes.

Me he visto desnudo…
y me amé en mi naturaleza redimida.
Me he desnudado y tu dulzura hecha aliento
vivificó mi cuerpo muerto de miedo.
Me han visto desnudo…
Y no terminan de aceptarlo, ni creerlo.

Me he visto desnudo…
Qué consuelo soy hombre con alma.
Me he desnudado y de mi debilidad
has hecho acero inoxidable.
Me han visto desnudo…
Y soy la burla de quienes se sienten faros.

Me he visto desnudo…
Y mi carne corroída cae como cera derretida.
Me he desnudado por amor con libertad
Y tu voz salvadora ha limpiado mi nombre.
Me han visto desnudo…
Y no comprenden mi libertad liberada para amar.

Me he visto desnudo…
Y vuelvo de nuevo al silencio  de tus brazos.
Me he desnudado y he recibido de tus labios
El beso del perdón y la misericordia hecha abrazo.
Me han visto desnudo…
Y mi cuerpo fue sepultado en el olvido.

Mi desnudez y tu luz eterna se aúnan,
se hermanan, se hacen una,
en la transparencia de nuestras vidas.

20 de septiembre de 2011

Invisible existente.











Llueve, llueve, llueve.
No deja de llover,
allá afuera,
fuera de mi puerta,
fuera de mi vista,
fuera de mí,
hay una cortina de lluvia.


Septienbre, azul nublado
cortina transparente,
cortina de agua sin ataduras,
cortina en mis ojos cerrados,
cortina de recuerdos guardados
hay una cortina,
una cortina que nos separa.

Hace frío,
hay soledad sin calor,
la brisa entra en mis poros,
despiertos, desnudos,
entra en mis poros,
tu ausencia, tu silencio.
papá, hace frío.

Invisible existente,
la tarde ha llegado,
alegre tu presencia,
en cada hoja,
en cada rama,
en cada árbol
que se mueve.

La vida, rostro sin edad,
llena de sonrisas,
llena de besos y abrazos.
La vida, torrente eterno,
llena de ilusiones
y frustraciones.
La vida…Ala de tu vuelo.


Vida consumida,
en esta tierra sedienta.
Vida consumida,
en este patio engramado.
Vida transmitida,
en este recinto sacro
de pájaros y pájaras,
en pleno vuelo.

13 de septiembre de 2011

La ofrenda de las víctimas: Semillas nuevas para una cultura de paz.

“La palabra queda y ese es el gran consuelo del que predica. Mi voz desaparecerá pero mi palabra, que es Cristo quedará en los corazones que la hayan querido recoger” (Monseñor Oscar Arnulfo Romero y Galdámez). Este testimonio de nuestra época ilumina la vida de la Iglesia martirial de muchos siglos. Como Juan el Bautista, Monseñor Romero es la voz, pero el sonido de esa voz, es la palabra encarnada, Jesús de Nazaret, así para todos aquellos y aquellas que fieles a su compromiso con Cristo fueron arrancados del país de los “vivos”, por su fidelidad al “sueño de Dios” permanecen en el cielo y en la Iglesia.  La sangre de todos los y las mártires no sólo es semilla de libertad, sino, además, la realidad que nos abre al absoluto, al infinito, al más allá… que es Dios, un Dios que acompaña y salva a su pueblo (Sal 27, 2. 7. 8-9).

Por esencia ser cristiano o ser cristiana es ser ofrenda, en tanto que como personas creyentes debemos estar dispuestos y dispuestas a salir de sí, para darnos en servicio, generosidad, solidaridad, sin esperar nada a cambio y sin embargo estar en esa disponibilidad de darlo y darnos sin medida.  Dándonos a las demás personas nos estamos dando a Dios al estilo de Jesús. Jesús es sacerdote, ofrenda y altar, al mismo tiempo. Los cristianos y cristinas fueron perseguidos  y perseguidas brutalmente desde el comienzo del cristianismo del año 64 hasta el 311 cuando el emperador Galerio (260-311 d.C.), suspendió las persecuciones a los cristianos y cristianas, por el “Edicto de Tolerancia de Nicomedia, dado en Sérdica (Sofía). Aunque el edicto suspendía las persecuciones y propiciaba un ambiente de paz y de tolerancia en un mundo tan diverso, los no cristianos, todavía en el poder político y militar usan las tácticas de la difamación,  torturando a los cristianos y cristianas  para obtener la admisión de actos monstruosos. El edicto pone fin a la represión instituida en el Imperio en contra del cristianismo, autorizándoles a reconstruir sus iglesias. Los cristianos  y cristianas eran un constante foco de conflicto que hacía tambalear a un Imperio ya débil (1Timoteo, 2, 1-8).

El cristianismo siempre se ha opuesto a la divinización del poder y de los poderosos, pues propone y concibe el poder como un servicio a los y las prójimas. Sin embargo una característica general del imperio que vio nacer al cristianismo en sus propias entrañas hace que militares, no siempre honestos y pacíficos lleguen al poder político, con ideología militar (Lc. 7, 1-10). Los emperadores ven como amenaza al cristianismo y ante las nuevas propuestas prácticas de la Fe en Jesús, el Cristo, se actúa con brutalidad, represión, persecución y eliminación de las personas disidentes del orden establecido. En la época del emperador Diocleciano (284-305), la figura del emperador-dictador adquiere carácter divino. El motivo principal de la persecución es que ese nuevo culto, del Dios único, representa un peligro a la adoración de su persona, que ya no puede justificarse. El cristianismo siempre se ha opuesto a la idolatría del poder, en ese sentido los evangelios nos dejan testimonio escrito de cómo Jesús vence las tentaciones: La del poder, el prestigio y el paternalismo (Mt. 4, 1-11).

La vida y el mensaje de las víctimas es un mensaje, para quienes seguimos peregrinando, de que la paz es un regalo de Dios pero es una lucha que debemos librar todos los días en nuestro mundo crucificado, convertido en cementerio, semillero de hombres y mujeres nuevas semillas de una paz social fruto de una justicia retributiva a las víctimas.

12 de septiembre de 2011

Dolor, desencanto y melancolía.










Abro mis ojos,
mis ventanas al día.
Abro mis ojos,
luz cortina de día.
Abro mis ojos,
aparece la melancolía.
Abro mis ojos,
amaneció un nuevo día.

Cuando me hablas,
Disipas las tinieblas.
Cuando me hablas,
La oscuridad no existe,
existe la ausencia de luz.
Cuando me hablas,
El frío no existe,
es ausencia de calor.
Cuando me hablas,
El odio no existe,
hay ausencia de amor.

Sol, ausente,
sol oculto.
Sol cobijado,
con neblinas
mañaneras.


Sol  ausente,
sol oculto.
sol con frío delgado.
Sol  cegado,
con neblinas de vapor.

Días de invierno
han vuelto invasores,
desmedidas lluvias, 
iracundos rayos
roban el color,
la tranquilidad,
la paz, la seguridad,
el calor y la emoción,
roban lo que habita
a este corazón.

Suspiro agitación,
y desencanto.
Respiro dolor,
e intranquilidad.
Aliento me falta,
me falta ilusión.
Amo lo que amo
amor uno, amor dos,
amor trino
amor de Dios.




Suave atardecer



Hay un secreto
Secreto oculto
que  se revela
con una sonrisa
con una mirada
de alegría.

De aroma suave,
suave de tacto
tierna frescura
con piel de pétalos
luminosos

La noche cae
cae en sus cabellos,
de oscuro silencio
sonrisa eterna
de estrellas
dormidas.

Y la bondad de Dios
tomó figura de mujer,
Sonrió Dios al verla
verla sonriente
verla dormida,
verla callada,
verla despierta,
verla siempre.

La divinidad,
bajó como ternura
para habitar silenciosa
en los ojos oscuros
de la felicidad,
hecha labios,
hecha beso,
hecha abrazo.

Atardeció y amaneció.












Un ciclo ha comenzado…
Tus manos amasan el mundo y le dan forma.
Un nuevo ciclo ha comenzado…
El agua fugitiva se esconde en los abismos.
Un nuevo ciclo ha comenzado…
La tierra, el suelo, la arena y la ceniza  se elevan,
llegan a las alturas las semillas del deseo
Llegan a las alturas los principios de creación,
llegan a las alturas los poros de la vida.
Los montes, las alturas  oyen tu respiro,
la llanura silenciosa conoce tu paciencia
Está por venir el alma de la tierra.

Un nuevo ciclo ha comenzado…
Tu aliento, suave y ligero, ha emprendido el vuelo.
Un nuevo ciclo ha comenzado…
Aletea el aire y el vacío,
aletea la luz y las tinieblas,
aletea el día y la noche,
aletea el agua y la tierra.
No encuentra reposo tu espíritu inquieto,
no ha encontrado donde reposar,
no ha encontrado lo que busca,
no ha encontrado su otro yo
una tierra dispuesta y fecunda,
humos, homus, humus
ni una Eva, ni una era nueva.

Un nuevo ciclo ha comenzado…
El amor se hace barro,
el amor es suavizado.

Un nuevo ciclo ha comenzado…
El amor moldea el barro,
el amor alegra tus manos.

Un nuevo ciclo ha comenzado…
Tu yo escondido se ha hecho barro,
tu amor hecho aliento le ha habitado.

Un nuevo ciclo ha comenzado…
De creador a artesano has pasado.
pasando, orador  paseando
Un nuevo ciclo ha comenzado…
Un ser atrapado, promesa de cielo estrellado,
y de desiertos sumando pueblos.

Un nuevo ciclo ha comenzado…
La promesa, la alianza, el paso…
El alma de la tierra te ha enamorado.

Un nuevo ciclo ha comenzado…
Liberador, acompañante, amante…
Un nuevo ciclo ha comenzado…

Un nuevo ser humano te ha traspasado
un nuevo ser humano te ha conquistado
un nuevo ser humano de ha enamorado,
un nuevo sueño se ha iniciado.
Amigo, maestro, Padre bueno
Padre amado.

6 de septiembre de 2011

Trascendencia social de la fe: La fe se ve por las obras (Mt, 9, 1-8).

Para que la fe sea trascendente, es decir, que vaya más allá de sus límites humanos, debe ser real o por lo menos partir de ella. La fe es una gracia que debemos pedir con insistencia, es un regalo gratuito, es una promesa hecha realidad como en el caso de Abram: Gn. 12, 1-5. Abraham tiene fe en la promesa de Yahvéh. Abraham cree en la palabra de Dios que es una alianza de amor. La fe nos pone en movimiento, es dinámica, nos hace ser personas emprendedoras, rompe conformismos. La base material de la fe, es la necesidad física, biológica, limitada, opresiva y dolorosa. La situación real de la persona que tiene fe, es el punto de partida, es la verdad de la fe. La verdad de la persona es la que se trasluce en una petición, sin embargo, la fe tiene su contraparte: Dios. La petición del ser humano, hombre y mujer, que pide a Dios desde su situación real de necesidad y sufrimiento: Ex. 3, 6-10. Dios escucha los lamentos, los gritos, ve la humillación de su pueblo oprimido en Egipto y baja para liberarlo. La liberación es la respuesta a la fe de ese pueblo oprimido.

Desde esa situación material y de necesidad real sale del corazón una petición. La fe viene del corazón humano como muchas otras realidades. La fe no nace de algo extrínseco a ella, sino que se hace lo que se pide. La petición es el vehículo de la fe y la fe se realiza en un gesto de amor y solidaridad que se llama milagro, ese es el caso de la mujer cananea o Siro- fenicia, en la región de Cesarea de Filipo. La que hace la petición, movida por su realidad de sufrimiento y dolor de madre, y que pide un gesto socialmente solidario es una mujer, además pagana, excluida de la sociedad machista y de la salvación religiosa, sin embargo se atreve, “hace de tripas corazón” y se acerca a Jesús. Jesús no la determina, la ningunea, no le responde, pero ella agarrada de su fe insiste: “Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Es una fe a prueba de todo. Además de reconocerlo como Señor, y darle el título mesiánico de Hijo de David, le reconoce como amo. Ante esa fe, Jesús queda boquiabierto (Mt. 15, 21-28). Y le responde: “-Mujer, ¡qué grande es tu fe! Qué se cumpla lo que deseas. Y en aquel mismo instante quedó curada su hija.

En el evangelio también encontramos situaciones contrarias a la fe, es decir de aquellos que se sienten depositarios de la fe y privilegiados de su origen, como pueblo elegido. Esos tales han perdido la fe y viven de sus migajas: Los maestros de la Ley le piden que les haga una señal, es decir, un milagro. El punto de partida de la fe no es el milagro, sino la confianza, la certeza en el amor y la gratuidad. Desde la fe puedo contemplar, palpar y saborear los milagros que Dios hace todos los días a la humanidad y no por los milagros empezar a creer en Dios y en Jesús (Mt. 12, 38-42). A través de la fe las personas empiezan a conocer a Jesús, a creer en él, a seguirle, a amarle y a involucrarse en su proyecto. La fe es condición de seguimiento y no los milagros condición para la fe. Ahora podemos afirmar que la fe es una petición que no sólo nace de una situación real de necesidad material, sino que siempre está en función de otros u otras, es decir trasciende más allá de la necesidad material de donde surge para proyectar una realidad individual o colectiva que va más allá de lo presente. La fe trasciende lo material y se convierte en signo de otra realidad superior y más noble, casi utópica pero con base real.

Reviviscencia y resurrección (Jn. 11, 1-45)


Con el corazón en la mano. La vida cambia y nos cambia. Las personas cambiamos. Todo cambia. Lo dicho anteriormente no es la conjugación del verbo cambiar, sino la realidad de la persona en su esencia. Nuestra vida llena de amores y desilusiones, de dolores y desencantos, de tristeza en la mirada y en corazón, de amargura y silencio. 

Lo único que no cambia ni desaparece es el amor, cuando es del bueno, a prueba de todo. Ese corazón que ama a la persona con y en sus limitaciones, ese corazón  que no se olvida del setenta veces siete, es decir, amar siempre, al estilo de Dios, a pesar de todo. “Pueblo mío, yo mismo abriré sus sepulcros, los haré salir de ellos y los conduciré de nuevo a la tierra de Israel. Cuando abra sus sepulcros y los saque de ellos, pueblo mío, ustedes dirán que yo soy el Señor” (Ez. 37, 12-14)

El amor de Dios viene a nuestro encuentro y nos abraza cálidamente como el sol cada mañana; el amor  de Dios viene a nuestro encuentro como la lluvia fresca del cielo que purifica nuestro cuerpo y limpia nuestro rostro “careto” por nuestros pecados y limitaciones; el amor viene a nuestro encuentro como la brisa suave y tierna hecha perdón. Nuestra vida privada y oculta es como un sepulcro, ese sepulcro oscuro y lleno de mañas y telarañas, lleno de mediocridades e infidelidades, de fallos y caídas. De ese sepulcro nos va a sacar Dios según su promesa. Él mismo abrirá los sepulcros y nos devolverá la vida y además, nos hará salir de ellos, porque  “El Es” el origen de la vida y el perdón, es la existencia y quien nos hace existir. El es Dios y el ser humano a penas una criatura hecha de tierra y hecha sepulcro.

Creo firmemente que conocemos el corazón y los sentimientos que salen de lo más íntimo de Dios  y los conocemos porque Jesús se ha encargado de darlos a conocer, pero cuando  toca a nuestra puerta, la puerta del corazón, el desánimo, la decepción, la desilusión, el dolor y el desencanto puede más esto que aquello. El punto de partida en el ser humano es la limitación cuando se ve a sí mismo, pero el punto de llegada es la perfección cuando se acerca, paso a paso a la santidad de Dios. “Entonces les infundirá a ustedes mi espíritu y vivirán, los estableceré en su tierra y ustedes sabrán que yo, el Señor, lo dije y lo cumplí”.

La resurrección es un llamado al cambio permanente, pero no idealizado, sino realista y pausado porque no son nuestros méritos, sino los de Dios, quien nos hace vivir aquí y en él, después de la muerte, porque él es un Dios de vivos y no de muertos, por lo tanto quienes han muerto antes, nuestros seres queridos, están vivos y viven para siempre, según nuestra fe. Jesús le dice a Marta “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo aquel que está vivo y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto? El Señor de la vida domina la muerte, aparta la losa que separa esta vida de la otra, la luz penetra el sepulcro y nos hace revivir, caminando aun con ataduras en las manos, en los pies y en el corazón. 

El llamado del Señor que ama a Lázaro como sólo un hombre puede amar a otro hombre porque es su amigo, es este: “Desátenlo, para que pueda andar”. Desatemos a las personas para que puedan andar con libertad, porque el amor ahuyenta el temor y nos hace verdaderamente libres.

“¿Qué sería de mi si no me hubieras alcanzado…?”

Gracias Señor por un día más de vida. Esta acción de gracias sencilla, imperceptible, diáfana y sin mucho alboroto cobra actualidad hoy en El Salvador. La vida es como un suspiro que desaparece sin dejar huellas, ni rastros, ni recuerdos, ni memorias. Ese instante de la existencia humana que llamamos vida y que los hebreos nombran con la palabra “Abel”, exhalación o aliento, es lo que experimentamos todos los días. “En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra era un caos y confusión y oscuridad por encima del abismo y un viento de Dios aleteaba por encima de las aguas” (Gn. 1, 1-2).

Todavía la tierra es caos, confusión y oscuridad, no se ve la luz de la prudencia, el discernimiento, la inteligencia y la buena voluntad para poner alto, freno, un “ya basta” a tanta irresponsabilidad en las carreteras. Hay que ponerle freno a tanto bus sin freno. Tantas vidas arrancadas, tanta brutalidad al volante, tantas personas inocentes golpeadas y asesinadas por personas irresponsables y cobardes que no dan la cara a las familias que se encuentran de luto. Hoy hay otros tres accidentes de tránsito. Los choferes siguen corriendo a grandes velocidades como que van a recoger la herencia. El Estado salvadoreño está obligado por la Constitución de la República a garantizar los derechos humanos y el don precioso de la vida, la seguridad ciudadana, la libre movilidad, especialmente de tantos salvadoreños y salvadoreñas que van a sus trabajos arriesgando sus vidas todos los días en las unidades de transporte colectivos. El reto es cómo ser un ser humano en la selva de la irresponsabilidad sistemática del Estado y de los choferes: Y dijo Dios: Hagamos al ser humano a nuestra imagen, como semejanza nuestra… Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya. A imagen de Dios le creó. Macho y hembra los creóY bendíjolos Dios… (Gn. 1, 26-28).

El arquitecto y pintor de la creación y del firmamento, enciende la luz del sol todos los días para que contemplemos las obras de sus manos, no las obras de nuestras manos. Nos comparte su luz  para que no caminemos en tinieblas, en el caos y en los abismos de la muerte:”Dijo Dios: Haya luz, y hubo luz. Vio Dios que la luz estaba bien y apartó Dios la luz de la oscuridad…” El cielo, el gran cielo, corazón de Dios, es como un cedazo en blanco donde aparecen sus sentimientos. A veces   se viste de tristeza y a veces de alegría, su corazón llora y su corazón recoge el rocío de la vida, es un Dios siempre presente y actuante, respeta nuestra libertad, nuestra responsabilidad pero no nuestra irresponsabilidad. Hoy podemos decir como el canto: “Puedes tener paz en la tormenta, fe y esperanza cuando no puedas seguir, aun con tu mundo hecho pedazos, el Señor guiará tus pasos en paz en medio de la tormenta”.

Hoy, agradecía un día más de vida, agradecía los colores del firmamento, la presencia del “Chinchontepec”, la suavidad de la brisa, y la claridad incolora del amanecer.  Somos seres humanos, no “pájaros heridos que se mueren en el suelo o como siervos que vagan por agua en un desierto” El primer derecho de toda persona es el derecho a la vida. Reflexionemos y busquemos los medios necesarios para garantizarla.

Jesús fue un hombre tolerante

Jesucristo a lápiz de Liz Lemon
Jesús fue un hombre tolerante por naturaleza, como lo es Dios y sólo fue intolerante con los intolerantes, concretamente con los fariseos integristas y sectarios, con los saduceos excluyentes, con los zelotas y herodianos partidistas y los esenios apartados del mundo.  Jesús plantea un deseo del que él es realidad, concreción, práctica, sacramento: Él y Dios Padre son uno: El Padre y yo somos uno; o como el Padre me ama así les amo yo, permanezcan en mi amor. Juan 16,29-33.

Jesús es un hombre singular ya que es fuera de serie. Es un hombre cercano, amable, sincero, honrado, correcto, un hombre de comunión permanente y de perdón incondicional. Es un hombre que ama y acepta a las personas como son, no les pone condiciones para que sean sus amigos y amigas, se adapta y adecua a las circunstancias. Jesús es cercano con aquellos y aquellas que la sociedad excluye, margina y tiene como culpables, personas impuras y pecadoras, no pretendió jamás que los samaritanos abandonaran su templo, sus costumbres y tradiciones. Como tampoco lo pretendió con los galileos o con otros extranjeros. Juan 17,11b-19

La Iglesia católica ha querido imponer la uniformidad, no sólo en el "Credo", sino también en los símbolos y sus rituales, en la liturgia, en costumbres  religiosas de fe popular y lenguaje, etc. Eso se ha intentado conseguir mediante la imposición autoritaria del poder centralizado de la misma estructura eclesiástica. Tanto la Iglesia jerárquica como la Iglesia comunidad, deben estar en comunión y no necesariamente en uniformidad. Cuando hablamos de unión, no bastan las buenas intenciones. Lo determinante es respetar la igualdad de todos y todas, en dignidad y derechos. Somos un solo rebaño bajo la dirección, conducción y animación de un solo pastor: Jesucristo. Jesús es la única puerta para entrar al redil de Dios, él es el pan que ha bajado del cielo, es el camino hacia Dios, la verdad sobre Dios y la vida en Dios.

Dios es unidad inquebrantable, El Hijo dice lo que ha escuchado del Padre y el Espíritu Santo revela lo que Jesús le ha comunicado. “…El Espíritu de la verdad, les guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y les comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que les irá comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso les he dicho que tomará de lo mío y se lo anunciará. Juan 16,12-15.

No confundamos la unidad con la uniformidad.

Quizá por su historia y por su deseo de sobre vivencia el pueblo de Israel ha buscado la uniformidad más que la unidad. Jesús sabe que la uniformidad es un mal del mundo, quizá el término no sea de su época pero prácticamente ya existía. La uniformidad está presente en todos los ámbitos de la sociedad judía y de la nuestra porque la uniformidad despersonaliza y hasta puede deshumanizar. Hechos 20,28-38.

El mundo no quiere personas que piensen, que sean singulares, que aporten desde su ser persona una e irrepetible. El mundo confunde la unidad con la uniformidad. Ser uniforme es tener la misma estatura, el mismo peso, los mismos gustos, tener las mismas opiniones, es caminar al mismo paso. Es ser en definitiva un ser acartonado, hecho en serie, casi clonados. Tener un mismo sentir, un mismo pensar y un mismo actuar no es ser uniformes, sino mantener la unidad en la diversidad en esas tres dimensiones. Ni los dedos de una misma mano son uniformes. Son diversos y cada uno cumple una tarea, una misión como parte de un solo cuerpo.

El reto para todo cristiano y cristiana es la unidad, como Jesús es uno con Dios. El deseo que Jesús expresa, en su oración última con los discípulos, es la petición por la unidad. Jesús quiere, ante todo, que quienes creen en él se mantengan unidos. Más aún, que "sean uno". Como Jesús y el Padre "son uno". La Iglesia, la asamblea, la comunidad y cualquier grupo dentro de la Iglesia debe buscar siempre la unidad. El problema está en que se confunde la "unidad" con la "uniformidad". La uniformidad no se puede conseguir sino sobre la base de violentar el pluralismo democrático. Y no hay argumento que demuestre la necesidad de abandonar la propia cultura para mantener una forma de entender la "unidad" que, en la práctica, se pretende realizar como "uniformidad". Hechos 19,1-8.


La religiosidad, si queremos que perdure, tiene que integrarse en la cultura de cada pueblo. Por tanto, la religiosidad tiene que ser plural, como plurales son las culturas, los lenguajes, las tradiciones, los símbolos, los mitos y las leyes. Esto quiere decir que el mayor ataque a la "unidad" es la "uniformidad". Porque la uniformidad desemboca en conflictos: la gente se resiste a dejar de ser ella misma, tal como ha sido moldeada en su propia cultura. Y entonces, si para ser creyente en Jesús, uno tiene que renunciar a ser una o uno mismo, eso quizá se le puede pedir a los héroes, pero no se puede planificar como proyecto universal.

La sonrisa llena todo vacío.











Sonreír, sonreír, sonreír,
sonreír siempre,
es decir,
setenta veces siete.
Y a través de la sonrisa
descubrir lo bonito que es la vida
y que uno se ríe
de ahogarse en un vaso con agua,
cuando la sonrisa
es como un mar
agradable,
fresco
y cristalino.
Un gran abrazo
con suavidad
de sonrisa.

La sonrisa.
¿Qué decir de ella?
Baja como el rocío,
y refresca el alma de la tierra.
Baja como la lluvia
y empapa el desierto de la tierra.
Baja como la espuma
que acaricia la playa en la tierra.

La sonrisa es el rocío de Dios
cada mañana.
La sonrisa refresca
un cuerpo encendido por la ira.
La sonrisa empapa y fecunda
nuestro desierto interior.
Ese desierto de lamentos y añoranzas,
ese desierto de incertidumbre y desconfianzas,
ese desierto árido de alegría.

La sonrisa es la suave espuma
de un mar embravecido,
de un mar sin límites de arrogancia
de un mar que se subleva
para ocultar la profundidad
de su amor y de su alma.

La sonrisa es una caricia en el aire,
es un suspiro refrescante,
es el amor dibujado con los labios.

La sonrisa es la firma del ser que ama,
es el lenguaje de la alegría y de la sorpresa,
es el aliento en el desánimo,

La sonrisa es el freno de la imprudencia,
es un te quiero solidario
es la fuerza de quien se siente amado.

“Si pudiéramos reflexionar sobre lo que hacemos el mundo sería distinto, porque reflexión y acción deben ir de la mano”. OT 

La resurrección en la vida social y democrática.


Cada año celebramos el triduo pascual, núcleo de nuestra fe, de nuestra fraternidad y de nuestra esperanza. Es núcleo de nuestra fe porque ahí está presente esencialmente la vida, el evangelio y el quehacer de Jesús de Nazaret. De nuestra fraternidad porque somos amigos y amigas en el Señor. Llamados y llamadas a ser semilla, levadura de fraternidad en la vida social y democrática. No somos personas esclavas, ya no hay diferencias de ningún tipo, y si las seguimos haciendo en nuestra vida y quehacer cristiano no hemos entendido al resurrección, por lo que dice Jesús, “nadie tiene más amor que quien da su vida por sus amigos y amigas. Es núcleo de nuestra esperanza porque eso es la resurrección, un pedacito de cielo en esta tierra. Es hacer de las cosa y de las personas, algo nuevo, renovado y resucitado. La creación está como con dolores de parto, pero al final del parto aparece la alegría y ellas es la “Inteligencia del corazón”. La vida del ser humano se prolonga en la resurrección.

El llamado a la resurrección es permanente, debe ser permanente, el triduo es la vida, la pasión, muerte y resurrección de Jesús y de todos aquellos y aquellas que como Jesús queremos un mundo nuevo, una sociedad justa, unas relaciones humanas de respeto a sus derechos y  una fe que no se agota en el dolor, sino en la esperanza y la alegría del resucitado. Jesús nos hace una invitación "Vengan, benditos y benditas de mi Padre". "Vengan, benditos y benditas de mi Padre, tomen posesión del reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Vengan, ustedes que han amado a los y las pobres y a las personas  extranjeras. Vengan, ustedes que han permanecido fieles a mi amor, porque yo soy el amor. Vengan, ustedes los pacíficos porque yo soy la paz. Vengan todos y todas, tomen posesión del reino preparado para ustedes desde la creación del mundo"

Entonces quienes “hicieron el bien sin saber a quien”, porque el amor del resucitado es una invitación a una práctica universal del amor, se sorprenderán de que se les invite a acercarse como amigos y amigas al banquete, a esa mesa común con manteles largos. Los amigos y amigas del resucitado responden con voz potente: « Señor ¿cuándo te hemos visto? ¿Cuándo has tenido hambre y te hemos alimentado? Maestro ¿Cuándo has tenido sed y te hemos dado de beber? ¿Cuándo has estado desnudo y te hemos vestido tú que nos has salvado? Tú, el inmortal, ¿Cuándo te hemos visto extranjero y te hemos acogido? Tú que amas a los seres humanos ¿cuándo te hemos visto enfermo o en la cárcel y te hemos visitado? Tú eres el Eterno. Con el Padre tú estás desde el principio y tú eres coeterno con el Espíritu. Eres Tú quien lo creaste todo de la nada, Tú el rey de los ángeles, Tú al que temen los abismos. Tú tienes por manto la luz. Eres Tú quien nos ha hecho y modelado de la tierra (Gn 2,7). Tú quien has creado los seres invisibles. Toda la tierra salió de tu rostro (Ap. 20,11). ¿Cómo hemos acogido  tu reino y tu soberanía?

Los frutos del amor se verán en el presente y en el futuro, no se cosecha para ya, sino para el futuro porque « Cada vez que lo han hecho a una de estas personas pequeñas que son mis hermanas, es a mí a quien se lo han hecho. Cada vez que han acogido y vestido a estas personas pobres que he mencionado y que les han dado de comer y de beber a estas que son mis miembros (1Co 12,12), es a mí a quién se lo han hecho.

Ciudadanía y pluralismo religioso.



José Simeón se interesó por las humanidades y el sacerdocio, rector de la Universidad de San Carlos. Diputado Provincial por Sonsonate (17 de julio de 1813), fue miembro de la Junta Consultiva Provincial, reunida en la ciudad de Nueva Guatemala, a partir del 13 de julio de 1820. Electo diputado por Chimaltenango y Zacatecoluca para el Congreso Constituyente de las Provincias Unidas del Centro de América (Nueva Guatemala, 24 de junio de 1823), hizo realidad sus sentimientos humanistas y cristianos cuando, en la última sesión anual de este cuerpo colegiado, efectuada en la capital guatemalteca el 31 de diciembre de 1823, solicitó la liberación de los esclavos que aún quedaban en los Estados centroamericanos, recién emancipados de los yugos español y mexicano.

La política, del griego πολιτικος o politikós, «ciudadano» nació antes que la Iglesia. El término fue ampliamente utilizado en Atenas a partir del siglo V a.C., en especial gracias a la obra de Aristóteles titulada Política

El mismo Aristóteles definía al ser humano como un animal político. Hoy añadimos a esta categoría otras: El ser humano es un ser social,  económico, religioso, psicológico, afectivo, racional, ecológico etc. Los griegos quienes dieron origen a este quehacer humano que hoy llamamos “política”  ya tenían fe: Fe en un mundo mejor, en tanto que la política es la preocupación por el bien común de los que gozan del privilegio de ser “ciudadanos” en una sociedad esclavista, y fe en el “panteón de sus dioses”; los dioses del Olimpo griego intervenían en los asuntos políticos y militares de sus criaturas. 

Los dioses griegos siempre estaban interviniendo en los asuntos de la “polis, o de “la ciudad” y trataban a los “hombres” como marionetas manipulables. La competitividad, los celos, la arrogancia, el engaño, el oportunismo y el partidismo de los dioses y diosas griegas incidían directamente en la vida de los seres humanos. Estos dioses y diosas eran divinidades caprichosas e insidiosas.

La política debe incidir,  es decir “causar un efecto de una cosa en otra”, de manera positiva, constructiva o correctiva en el bienestar de la vida social de un país, sin embargo quienes tienen sus manos esta “noble” misión de buscar el bienestar de las mayorías populares utilizan la política para meter insidia  o asechanza para hacer daño a otra persona, hablando o actuando con mala intención; esta insidia puede tener motivaciones partidista de clase o credo, egoístas de interés personal económico o destructivas  de índole, moral o física contra aquellos o aquellas que son tenidos o tenidas como personas adversas. En este sentido la practica política es negativa.

Querer un mundo nuevo, una sociedad justa, unas relaciones fraternas, igualitarias y de respeto entre los seres humanos, donde Dios gobierne y donde se haga presente su proyecto de vida y salvación es algo bueno y cristiano, por eso la política como praxis social debe incidir en este esfuerzo donde la Iglesia, los cristianos y cristinas   buscan como la levadura en la masa, la sal en la comida o la luz en una casa  incidir para el cambio. Bajo ninguna circunstancia se puede afirmar que como seres humanos, como ciudadanos y ciudadanas de este país y mucho menos como personas creyentes somos neutrales o apolíticas. Dios quiere el bien común, relaciones justas, equitativas y fraternas entre los seres humanos y la naturaleza.

Sin embargo se ha hecho común utilizar la insidia para avanzar y apartar, destruir en vez de edificar, ensuciar en lugar de salvar la proposición del prójimo o prójima. Ensuciar el nombre y la reputación de otras personas es una actitud anti evangélica, desprestigiar moralmente a quienes consideramos competencia en la lucha por alcanzar el poder y eliminarlas físicamente del escenario político no sólo es anticristiano sino pecado. La política ha sido desprestigiada por los políticos de tal manera que se le ha cambiado el significado semántico a la palabra, entendiéndose por político, engaño, arribismo, negocio, oportunismo, hipocresía, corrupción  y otros.  Finalmente hay que retomar la dimensión política de nuestra fe y la fe en la política como una preocupación por los y las demás. La Iglesia se preocupa  por el mundo porque existe en éste, vive y actúa con él.